sábado, 25 de julio de 2009

Entre otras líneas nos veremos

Una bicicleta se desplaza a unos buenos diez o quince kilómetros por hora a velocidad normal y como a la mitad de esa velocidad cuando lleva a dos personas. Cuando tienes ocho años, tu bicicleta es tu símbolo de estado social. La mía era azul, aerodinámica, bonita pero simple. No tenía los soportes en la rueda trasera para llevar a un invitado sostenido en sus pies y agarrando la espalda del conductor. La bicicleta de mi vecino sí, y por eso me trepé.

"Vamos a probarlos" me dijo un día. Sin mucho criterio, con mucha aburrición, y sin problemas con la vida, me subí y dimos una vuelta. Casi al final de la misma noté que mi pierna sangraba. Golpeé dos veces su espalda para que frenara y con curiosidad revisamos el por qué del sangrado misterioso de mi pierna. Para él era extraño porque yo iba arriba y nadie nos iba disparando munición hasta donde nos podíamos dar cuenta. Y para mi era algo fuera de lo normal porque siempre había asociado la sangre con dolor y en ese momento no sentía nada ni cercano.

Descubrimos que con el proceso de ir arriba y juntar las piernas sin cuidado la rueda actuaba como pelador de piel, y de ahí el sangrado. Nada que una gasa y algo de alcohol para desinfectar no pudieran curar. Pero lo que aprendí con esa herida me sigue hasta la fecha: aún las cosas más indoloras e insignificantes tienen trascendencia. La pequeña pero profunda marca de aquel día sigue en mi piel hasta el momento de escribir esto. Marca como testigo fiel que hace muchos años fui un niño inocente arriba de una bicicleta.

Ahora que escribo esta última entrada para mi blog recuerdo esa experiencia, porque justo este es el momento donde tu espalda recibe mis dos palmadas y te digo que aquí bajo, que necesitas detenerte. Que yo ya no sigo y no porque no quiera, sino porque algo más necesita mi atención.

Soy un chico con suerte, porque desde siempre he sabido lo que me apasiona. He escrito cuentos e historias y - según yo - capítulos de la última gran novela de acción, drama, realismo mágico, etcétera, desde siempre. Soñaba con ser editor del periódico escolar - que nunca tuvimos - y con escribir para revistas sobre temas que aún hoy no entiendo. Y sin embargo el mismo mal que un sinnúmero de personas curiosas experimentan me atacó sin piedad. Aquel mal de la distracción que negaba mi esencia y que me hizo estudiar música, ingeniería, organizar grupos de trabajo, colaborar en un voluntariado internacional, volverme maestro y luego administrador.

Pero yo soy, ante todo, escritor.

Y es que no pasa día u hora en que no escuche una frase que reverbera en mi cerebro y me haga pensar en lo grandiosa que suena para un diálogo imaginario. O estar en una situación donde bajo el cobijo de la espera trate de imaginar cómo describirlo todo: la habitación, la gente, el momento, lo que nos rodea, la circunstancia.

Pero si quiero escribir, lo quiero hacer en serio. Y si quiero hacerlo en serio, el camino no es un blog. Lo dije en algún momento a través de un personaje: la diferencia entre escribir un libro y colocar entradas en un blog es como pintar murales majestuosos y usar acuarelitas de kindergarden con hojas de papel.

Quiero entonces aprender a pintar murales y - quién sabe - tal vez algún día lograr uno hermoso de mi autoría.

Aprendí y me divertí mucho con mi blog. Aprendí que un mismo enunciado leído por cien personas es cien enunciados diferentes. Aprendí eso que un motivador profesional pregona a los cuatro vientos, que hay que explotar las habilidades que la naturaleza te ha dado para sentirte realizado al final de la jornada. No forzarte a ser lo que no eres. Aprendí también que un hombre no es sus palabras y que las palabras nos hacen perder batallas a veces.

Aprendí que quienes me han amado me siguen leyendo.

Me divertí mucho comentando varias de las entradas que dejo aquí. Durante un café, o en la reunión del fin de semana al amparo de las botellas de brandy y cerveza, los comentarios sobre tal o cual de mis notas llegaban con la retroalimentación debida. Me divertí escribiendo para mis amigos, para mis ex-novias, para mis compañeros de trabajo, pero sobretodo, me divertí escribiendo para mi. Ello porque quiero ser mi mejor lector.

No puedo regalar más entradas en el blog, así que por lo tanto regalaré algo de


Insight: 10 comentarios a entradas detrás de cámaras en Saltos Cuánticos.

1)
Corny
Mi primera entrada reflejaba mis sentimientos hacia aquella Eva extranjera que literalmente me cambió la existencia. Comenzar mi blog recordándola era una especie de tributo a nuestra relación la cual recién habíamos retomado luego de algunos años de distanciamiento.

2)
El Pescador
La inspiración para escribir esto me vino un día en la parada de autobus que queda a pocas pasos del acuario más moderno de Latinoamérica. Fumé un cigarro, me senté en el borde que divide el mar con la civilización y recordé a mi abuelo Pedro. La noche era fantástica, tan buena como para proponer matrimonio a alguien, y la luna jamás le hubiese permitido negarse.

3)
Mumedi
Es una remembranza de una linda mañana al lado de Bertha. Fue la última entrada que le dediqué. Curiosamente al cabo de varios meses ella lo recordó y me comentó que casi llora cuando lo lee.

4)
Historia del maquillaje
Fue la primera ocasión en que escribí para divertirme intentando divertir también. Elaboré la idea en poco menos de media hora. Recuerdo cómo las líneas brotaban como sangre de una herida, no podía pararlas. Pensé en hacer de esto un cuento más largo, pero al final me sentí satisfecho con el resultado. Además, creo fervientemente que ésta es la forma en cómo nació el maquillaje femenino. Increíblemente, ésta es la entrada con más lecturas en mi blog.

5)
Lo que el viento se llevó
Fue inspirada en una historia local real: la explosión de un contenedor en al área portuaria que contenía químicos supuestamente tóxicos. Las pláticas con el viejito estilo árabe y el pescador borracho son cien por ciento ciertas. No podía continuar con mi vida sin sentarme a escribir después de platicar con personajes así.

6)
Confía en mi
Es de las entradas que me hacen sentir más orgulloso. Tiene una cadencia que me agrada y el tema es universal. Si tuviese que escoger alguna de mis entradas para hablar por el blog completo, ésta sería una fuerte opción. La historia es real, de aquellos días en Vancouver.

7)
Razones en el desierto me ha dado siempre la impresión de ser la segunda parte de Fin de semana en el bosque. Me gusta mucho poner a los personajes en soledad, meditando y con poca perspectiva. Como ficción creo que me sienta bien.

8)
La orquesta de la vida es hablar más sobre el entorno laboral, las decisiones que ahí tomamos y sus ramificaciones. Soy yo, pensando en mis compañeros del trabajo.

9)
O con la otra y Over, finished, done son una misma historia vista desde los ángulos de ella y él. Parece que a mis lectores les gusta el drama porque fueron de las que más comentarios me generaron.

10)
Me han preguntando quién es la chica del vestido. Me han preguntado si estaba enamorado. Me han preguntado mil cosas a raíz de esta entrada. Sólo diré que la noche ocurrió y la chica existió y que sí, es una historia real en un Otoño tornasol.

Bonus comment)
Cuernavaca y logaritmos, Pacto con el diablo y Fronteras son mis tres entradas más queridas. Todas son historias reales. Las tres tienen gente maravillosa por protagonistas.


Ahora sube a la bicicleta y continua que mi pantorrilla sangrienta no me mató.

Me hizo crecer.

lunes, 20 de julio de 2009

Ego trip

The fact is - she once wrote - nothing's new under the sun.

Now, when you stand still among the crowds in a busy airport and you see the girl staring at you, you know you are about to have the time of your life. It's that or you are about to make one unforgettable mistake. Whatever the situation, you will always remember - and say to yourself - there was no way out. As inevitable as tidal waves chasing you in your wildest dreams, throbbing experiences will leave you asking for more.

I can not say I knew everything that would happen between us the minute I met her. All I can say is that I knew - God knows I knew - she was so meant to be mine.

I felt the vibe.

She looked at me like someone who had far better things to worry about and decided to quietly hold my hand and follow me through the exhibit. She always had this particular way to reach my soul when holding hands, you know, like when a girl makes you feel the manliest of all dudes on Earth. As years passed by I learned how dangerous it can be to let honey-bunnies have this power, but I was young back then and honestly didn't care at all.

We took some lame pictures and agreed on heading back to the hotel. On the subway, we were talking about the things lovers talk: non-sense kind of I-love-you-baby chit-chat stuff. I don't know why I ended up talking about my wish to be in the middle of Red Square, right in front of the Kremlin, drinking vodka and dying under the unbearable cold weather as an all-time, most-wanted, impossible-to-miss, hidden desire to visit Russia. Her reaction, as unpredictable as all her being, was something I thought I had already gotten used to, but she caught me unguarded. Again.

Would you like to go with me? - I enthusiastically asked, maybe adding one of those "baby" or "darling" words at the end of the question. Her face turned into an expression that reminded me of someone who is forced to do something really - and I mean, really - boring for the nth time. I loved her eyes, but this time they did not have the tenderness and sweetness I had become so fond of.

Been there, done that - she said.

So what? Let's go together this time - innocent me insisted.

Nah, she said. And there it was. This one nah is the most annoying negative answer I have ever gotten. I hated it back then, and to be honest, I still do. Just have your girlfriend use a cat's-meow-like "nah" and you'll see what I am talking about.

Time passed by and we did not go to Moscow, and for this matter, anywhere else. We evolved into the broken-hearted couple type, one of those with great memories, unfulfilled wishes, and bittersweet distance. At least that was something I knew how to handle with her four-word formula ("been there, done..." well, you get it).

We shared the fake feeling of truly believing we were special, that our bond was. Who would like to admit that such intense, passionate, crazy and perfect love is a mere requisite that must be achieved when in your twenties? Our self-alienation from this world was purely based on the perception of pain and experience. Both can kill.

That she will love me forever is the fact.

domingo, 19 de julio de 2009

Conspiración

Cuando estás tan jodido, tan confundido, tan desacostumbrado a realmente pensar, la salida más sencilla es acusar. La salida más sencilla es crear una conspiración.

Más o menos así lo dice Umberto Eco en su grandiosa "El Péndulo de Foucault", uno de esos libros largos e impenetrables para quienes pecamos de ser débiles de voluntad. Umberto lo dice de una forma literaria que le toma más de setecientas páginas y una trama muy rica. Umberto lo dice como un sabio. Yo, que no soy ni un Umberto ni un sabio, lo parafraseo tal cual puedo.

La conspiración es una forma de encontrar a quien culpar cuando lo hemos echado a perder todo. La conspiración te quita vida tratando de descifrar galimatías estériles. La conspiración última es aquella que nos hace justificarla a si misma a pesar de su vacuidad.

Con todo, la conspiración nos encanta.

Tiene cierto encanto pensar que hace cientos de años un grupo de cabrones se confabularon para: a) conquistar el mundo; b) conquistar el mundo; y c) conquistar el mundo. Claro, la idea no era conquistar el mundo en ese momento, sino dejar pasar miles y miles y miles de días para que en algún punto perfectamente definido en el futuro el plan se pudiese consumar. Como fechas en el futuro se puede pensar en el inicio del año dos mil, el nacimiento del decimoséptimo heredero de la línea sucesoria o la alineación de la luna con toda la constelación del zodiaco por ejemplo. No importa qué tan ridículo y banal luzca la elección de la mágica fecha. Ten por seguro que a ellos, - los confabuladores, los conspiradores, los illuminati, o cavernícolas, o cristianos perseguidos, o judíos errantes, o lo que sea - no les parecía así.

Pueden existir conspiraciones de larga duración, pero no son la regla. Está impregnado en nuestra naturaleza ser débiles y quebrarnos al final, o a la mitad, o al principio si ya estamos en esas. Lo mejor es cuando nos quebramos cuando todavía ni se declara oficial la tal conspiración. Mantener un secreto personal por mucho tiempo ya es difícil, ahora uno dividido entre los miembros del clan, si no imposible, es muy difícil.

Se supone que en este momento - siempre es este momento - nos encontramos en el pináculo de la civilización. Somos el resultado de la acumulación de conocimiento y técnica de todos los pobres diablos que vivieron antes y aún con todo ello no podemos guardar secretos por - digamos - muchos años. Las intenciones se hacen también más evidentes y por lo mismo conspirar deja de ser divertido, cuando todos saben qué es lo que quieres.

Aplicando tal razonamiento podemos pensar en las dificultades reales que un grupo de "sabios" de la antiguedad encararon para elaborar planes tan complejos que hoy en día dejarían pasmados a nuestras mentes más pensantes.

Pocos secretos les salen bien a los gobiernos. Decir que el espectáculo de la ida a la luna fue algo montado en un estudio televisivo, lejos de la ofensa a los ingenieros de la NASA, es un hálago mayúsculo para todo el aparato estadounidense de inteligencia y manipulación de masas. Y halagarlos así es peligroso, por no decir estúpido, tomando en cuenta que es la misma maquinaria que ha orquestado desastres descomunales a lo largo y ancho de todo el planeta.

Decir que la influenza es un experimento diseñado para introducir agentes patógenos es, aparte de una mentada de madre a las personas que sí se han enfermado, dar crédito a los laboratorios que no tienen recursos para trabajar en las cosas que se requieren, pero sí para andar inventando nuevas mutaciones de virus que acaben con la humanidad. Nomás porque sí.

Decir que hay códigos secretos en la Biblia, el Corán, la Torah, el Capital, las pinturas de DaVinci, los ojos de la Virgen, y hasta en las tiras cómicas de Charly Brown, es conceder que nos van a resolver la vida desde el pasado. Que ellos sí sabían cosas importantes y nosotros no. Que tan lo sabían y por alguna extraña razón necesitaban mantenerlo en secreto para que un listo entre nosotros se lograse apoderar de aquello oculto.

Pensar en conspiraciones en cada esquina es un buen ejercicio para mantener la mente ágil. Finalmente dudar absolutamente de ellas nos deja en el otro extremo de la ingenuidad que nos atonta, pero darles crédito porque suenan lógicas es como aceptar que no podemos idear nuestro presente más que a base de recetas secretas cocinadas siglos atrás.

La lectura de Umberto Eco y el libro mencionado resulta imprescindible para los amantes de la paranoia. Algunos nos curamos de unos cuantos síntomas y sonreímos al final. Después de todo, el final es tan hermoso, como el mismo narrador de la novela dice.

jueves, 16 de julio de 2009

Partido Científico Mexicano

Los verdes tienen uno. Los políticos claro que tienen también. Los soñadores, los idealistas, los arcanos oscurantistas. Casi todo el mundo tiene uno en el cual desahogar sus esperanzas.

La pregunta de la vida entonces tal vez sea por qué demonios los científicos no tienen un pinche partido político que abogue por ellos y sus causas. En ello radica el problema de esa comunidad que llora, se lamenta y grita por la falta de atención y el abandono en que los gobiernos los tienen uno y otro y otro sexenio. El problema de la comunidad científica radica en su poca capacidad y/o nulo interés de hacer política.

El puesto de Director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) es el embone medular perfecto entre política y ciencia nacional. Es una posición de magnitud clave que puede lo mismo hablar al oído al presidente que convencer a la Academia Mexicana de Ciencias en diversos aspectos. Si alguien se requiere en ese cargo es a un experto navegante de ambos mares.

Los científicos nacionales deben entrar a la política. Los recursos nunca serán suficiente, sus proyectos jamás serán del todo aprobados y sus ideas ni siquiera discutidas si no se organizan para la toma de las instituciones que controlan sus gastos y autorizaciones.

Un partido científico mexicano, regido en su mismo tuétano por líneamientos apegados a la ciencia, donde la subjetividad sea mal vista, sería un grato respiro dentro de la actual maraña de lodazal representativo que tenemos.

Para cuidar que el PCM no degenere en un fiasco al estilo verde - o en general de cualquier otro color - este partido debe ser fundado cuidadosa y rapidamente. Con cuidado para que no se contamine en su esencia e idea. Con rapidez para evitar indeseables infiltraciones que minen los recursos.

Cierto es que entonces algunos científicos dejarían de hacer ciencia por estar en la política, pero es un precio loable a pagar: la cabeza de algunos dignos representantes del gremio por el avance de los demás investigadores, centros de desarrollo y líneas de trabajo. Nadie se queja de perder buenos abogados, alguno que otro ingeniero y miles de cabezas huecas que engrosan los demás partidos, no veo por qué tendríamos que llorar la partida de algunos científicos para - por una vez en la vida - hacer una buena causa común en la política nacional.

Entre las principales directivas que un partido de tal envergadura debería enarbolar podemos mencionar su interés en lograr la tan añorada sinergía investigación-desarrollo-industria que no ha prosperado nunca en México. Desde la década de los setenta cuando se puse tan de moda hablar del crecimiento del país lidereado por Pemex, y de cuya muestra se fundó el Instituto Mexicano del Petróleo para volvernos no sólo extractores sino productores de más y mejores materias primas, poco se ha avanzado en el campo de lograr que los científicos propongan cosas interesantes a la industria y que ésta retribuya a la comunidad financiando más proyectos.

Al PCM se puede invitar a todos los estudiantes de nivel superior quienes serían de entrada los más beneficiados. No hay universidad, centro de estudios o instituto que no requiera de mayores apoyos a sus líneas de investigación naturales. Muchos argumentarán que el dinero será despilfarrado en proyectos cuya relación costo-beneficio es tan mala que mejor sería botar el dinero a la basura. Faltaría decirle a ellos que sí, que el dinero muy probablemente sea derrochado y mal gastado en ciertos puntos, pero será siempre - siempre - preferible invertirlo groseramente en ciencia y desarrollo que en luchas ficticias contra el narco o lacónicas campañas electorales que a nadie, a nadie benefician.

Un partido científico no tiene por qué estar peleado con creencias religiosas, porque si algo avanza es la ciencia y con ello la perspectiva del entendimiento humano. Un partido así debe respetar credos por igual y promover su libre trascendencia, siempre y cuando no ataque ningún derecho fundamental. Un partido científico tendría corte liberal, pero debe evitar caer en la curiosa trampa del extremo, donde pertenecer a un bando te hace automáticamente enemigo del otro. Donde ser liberal es que vas a participar en cada mitín protestando por todo, y donde la única efigie a adorar es del Ché Guevara para arriba.

Se puede y debe equilibrar, y como todo científico sabe, es en la igualdad donde radica la máxima aspiración del trabajo de un científico y su obra. La ecuación de la tolerancia, el respeto, el avance y el sentido común bien repartido no debe faltar entre las aspiraciones que una organización de este tipo tiene que abarcar.

martes, 14 de julio de 2009

Calentamiento y flojera

Mayo fue un mes tan caluroso en la ciudad que no queda más que preguntarse por qué ahora es así, y antes no lo era. O no lo era tanto, al menos.

Volteo a mi alrededor y las estadísticas, números, proyecciones, gráficas y explicaciones de los departamentos mundiales encargados de analizar y - si fuese posible por favor - resolver el problema del calentamiento global se vuelven nulas.

La tele está apagada, pero no del todo. El clima de mi habitación está encendido, aunque no estoy ahí. La impresora, el cable modem, el escáner, todos encendidos. Refrigerador, horno de microondas, reproductor de dvd, luz interior y exterior, etc. Nada se desconecta. No es cómodo hacerlo.

Llegó el punto hace muchos, muchos, muchos años, en que nos rendimos como seres humanos a ser activos. Decidimos que eso de vivir siendo nómadas, no resultaba nice. Primero te inventas una forma de no morir de hambre. Listo, se nos ocurrió la agricultura. Luego nos dimos cuenta que plantar cosas implicaba mucho esfuerzo físico. Así que inventamos máquinas que nos ayudaran. Pero entonces resultó que como ya todo mundo podía quedarse en algún lugar, la gente no se cruzaría en el camino de manera accidental. ¿Y cómo entonces ibamos a ver a aquellos amigos, parientes y demás que dejamos en otros lados? Bueno, hora de inventar medios de transporte.

Los caballos resultaron algo decepcionantes porque, aunque usted no lo crea, estos animalitos también se cansaban, y ni siquiera las caricias con látigo los animaban a seguir. Aparecieron genios que una tarde de aburrición dijeron algo así como "vamos a inventar la puta máquina de vapor". Y así lo hicieron.

Y de ahí la historia se dispara aceleradamente como vector indicativo de la deuda externa nacional. Se requirió combustible para alimentar a las nuevas máquinas que nos facilitaban la vida. Y para conseguir ese combustible, se requerían nuevas tecnologías que pudieran explotar sin conmiseración alguna todo lo que quedase a su paso, llámase manto acuifero, selva tropical, tundra o aire.

Bien. Hasta aquí todo bajo control. La humanidad ahora estaba feliz porque tenía tiempo libre, ya no era necesario nacer para vivir trabajando y con eso lograr tener comida. Ahora se trabajaba de lunes a viernes, una tercera parte del día, y lo demás era diversión. Había que inventar cosas que nos dieran más placeres. Llegaron las televisiones y los radios para entretenernos, los aviones y los autos para llevarnos a donde hubiese más diversión, los teléfonos y computadoras para compartir toda nuestra felicidad.

Todo sin cansarnos, lo cual parece ser el sentido de la vida moderna. No importa que dos mil millones de televisores estén quemando miles de árboles cuando ni siquiera están completamente encendidos, sino en stand-by. No, no importa, porque al llegar del trabajo, tomaré el control remoto y con oprimir un botón, se encenderá, ahorrándome el terrible esfuerzo de buscar el cable de alimentación y conectarlo a la red eléctrica. Que Dios nos libre de hacer esfuerzos.

Por eso los días son más calurosos hoy en día. Vamos a un ritmo vertiginosos hacia la comodidad última que lo único que se nos ocurre para combatir el calor es usar más equipos de aire acondicionado que requieren joder más recursos naturales que finalmente van a repercutir en la variación de la temperatura del mundo. Ya veo entonces que la flojera calienta.

Y nos va a acabar.

viernes, 10 de julio de 2009

Inherentemente guapo

El ritual de belleza masculino por la mañana es tan corto como simple. O así se supone que debe ser, pero durante su desarrollo nadie tuvo la cortesía de informar las típicas prácticas de masculinidad a Abraham quien está consciente de encontrarse a medio grado de ser metrosexual y partiendo de ahí, a un cuarto de cambiar de bando. Punto setenta y cinco de distancia más visto lejano que difícil de recorrer.

Las cremas, tratamientos, masajes, instrumentos y cuidados con los que se mima cada semana lo delatarían sin demora ante un tribunal homofóbico. Su hipotética defensa diría que es parte del estigma que todo hombre exitoso y juvenil de hoy en día debe soportar para hacer frente a las exigencias de una sociedad consumista de belleza artificial. De poco le serviría el argumento, pero al menos tendría algo que decir.

Pero Abraham es hombre como el que más. Cierto, no de esos que van a cazar tigres y leones, o que pueden detener el tráfico con una mirada, o que causa el suspiro de todas las mujeres a su alrededor. Pero es hombre. Y si no, cómo se explicaría que es alguien que combate ideas, ideas radicales. Combatirlas no es una tarea para débiles, como muchos saben. De hecho, ni es una tarea cabal. Las ideas se combaten con otras ideas, de la misma manera que sacas a una mujer de tu cabeza con otra mujer en tu otro extremo.

Hay cosas que deben ser separadas, destruidas, borradas para perdurar, para permanecer en el futuro y que tengan sentido. La historia de Abraham con la chica del suspiro es de esas cosas.Y si soportar los problemas que con ella ha tenido no lo hace un hombre, entonces no habrá nada que lo redima como tal.

En tales cosas pensaba con los ojos cerrados cuando el olor de la estrecha y delicada espalda sobre la cual restregaba su nariz le recordó su actual situación. La olisqueó lentamente y ahí estaba de nuevo la sensación. Ella expelía un olor a foráneo, a ajeno. Hora de levantarse y huir.

Ya estaba a punto de terminar con los zapatos cuando sintió la vibra. Volteó la cara sobre la cama y le sonrió. Si nunca la iba amar, al menos podía ser amable y mostrarse simpático con una puta sonrisa después de haberla poseído la noche anterior como si el mundo se fuera a terminar ya. Ella lo miró seriamente.

¿Ya te vas? - le preguntó al estilo son-las-seis-de-la-mañana con esa voz que de ella era lo único que realmente a él sí le gustaba bien.

Le respondió con una vaga excusa hablando del trabajo, tiempos y distancia, reportes y fechas límite, jefes y empleados, y luego una mediana retórica de por qué su presencia en el mundo corporativo de su empresa era innegablemente impostergable con las consecuencias cercanas al cataclismo de la economía mundial si osaba no irse en ese momento.

Como a la mitad de toda esa perorata ello lo comenzó a ignorar y volteó la cabeza cubriéndose con una costosa almohada de plumas de ala de unicornio. El la dejó ser. Total, era mejor una mujer sin sentimientos que sólo lo quería en la cama a la otra opción, una chica celosa y posesiva que le exigiera amor incondicional bajo cualquier circunstancia inimaginable posible. Como la del suspiro.

Abrió la puerta del baño y rió por dentro. Era hora de su ritual.

miércoles, 8 de julio de 2009

Zyanya

Divagaba como esas personas que tienen muchos asuntos pendientes, y que los arreglan sin hacer nada en realidad, con parsimonía y cruce de dedos. Las cosas se arreglan mejor solas, y si no, pregunten a nuestros gobernantes.

En esas estaba cuando la señora sentada junto a mi gritó el nombre. La conversación transcurrió en segundos, y una transcripción sería más o menos así:

- ¡Zyanza! ¡Zyanya! Ven para acá - señora guapa, en sus treinta tardíos y llamando a su traviesa hija para algún asunto irrelevante.

Yo, con la misma cara que un creyente sorprendido tendría al escuchar al obispo gritar "hijo de tu puta madre" o algo así, volteé y sonreí a la mamá de Zyanya.

- Zyanya...es un nombre nahuatl, ¿no? ...significa "Siempre"... -dije yo, lentamente, reactivando en mi cerebro los espacios dedicados a la información de aquel viejo libro.

La señora me miró y sonrío como quien ha tenido que explicar lo mismo unas diez mil veces a la misma cantidad de ignorantes.

- Zapoteca. Sí, es de la novela de Gary Jennings, de ahí se lo pusimos.

Le dije que era un bonito nombre, y que la niña lograba tener el aspecto que el libro proyectaba de la Zyanya original.

Me quedé con la duda del nombre e hice la búsqueda adecuada. No es que no haya tenido mejores cosas que hacer en mi vida, pero desde la primera vez que leí Azteca a los 16 años hasta la séptima u octavo ocasión, jamás había reparado que el nombre fuese zapoteca y no nahuatl, la lengua de los mexicas (aztecas).

Al parecer no hay un consenso en los debates de los foros especializados. Entre que si es egipcio, nahuatl, tolteca, maya, ruso, marciano o zapoteco, todos están de acuerdo que el significado del mentado nombre es "Siempre".

Luego pensé sí realmente la señora había leído todo por lo que había pasado la chica en cuestión en la novela. Para empezar, pierde la virginidad durante un terremoto en el interior de una montaña al lado del cabrón protagonista de la novela que luego la hace su esposa por mero accidente. Tienen un hijo, luego ella muere arrastrada por un enemigo de su esposo durante una inundación, etcétera, etcétera.

Yo apenas acabo de conocer a la Zyanya de carne y hueso que tendrá unos siete u ocho años, y creo saber lo que le espera. Tampoco es que hay que ser prospectivista para dilucidar el futuro de cualquier niño de hoy en día.

Pero vaya que me emocioné al conocer por primera vez en la vida a un personaje de novela que me hizo soñar.

Siempre.

domingo, 5 de julio de 2009

Escape

El interior del edificio es una trampa mortal. Abandonado como está contiene muchos resquicios desde los cuales un pistolero puede esconderse y dispararme a placer. También hay muchos riesgos, alguna mámpara débil cayendo sobre nuestras cabezas nos va a estropear la puntería. Alguna vieja tubería va a delatar nuestra posición. Una rata o dos o más pueden distraernos fatalmente.

Me concentro en la frialdad del arma que sostengo y decido que hoy no es un buen día para morir. Disparo por encima de mi altura que en ese momento es la mitad de la real porque estoy agachado justo detrás de lo que pretende ser una división entre oficinas y que tiene tantos hoyos como queso emmental. Es a través de esos agujeros que tengo una oportunidad. Tres disparos sin mucho sentido respondidos en la misma cantidad por mi contrincante nos hacen darnos cuenta que debemos cambiar de escenario para mostrar realmente de lo que estamos hechos. Aviento con todas mis fuerzas una silla oxidada en su dirección y lo escucho maldecir al momento que arranco la carrera en sentido contrario intentando no tropezar en la absorbente obscuridad. El dispara una vez pero deja de hacerlo cuando se da cuenta que no lo ataco sino al contrario. Encuentro un punto ventajoso sobre la escalera de emergencia y apunto a la única puerta de acceso. Me recuerdo que yo también quiero matarlo y contengo el impulso de seguir huyendo.

Mi celular suena y con ello delata mi posición. Adiós ventaja y bienvenidos disparos. Estar a menos de diez metros de un tirador experimentado en una situación de venganza profesional no es el tipo de situación que uno interrumpe para tomar una llamada por muy importante que pueda ser. Se me ocurre la idea de programar el celular para que suene y dejarlo en otra posición despistando con ello a quien-sea-que-me-está-siguiendo.

El plan funciona. Detrás del escritorio mi enemigo se delata y descarga su furia en dirección a donde escucha el ringtone. Con cuatro disparos certeros, lo paro en seco y de paso lo mato. No me siento culpable, pero tampoco feliz. ¿Por qué tenía que aniquilarlo?

Demasiadas series de detectives y agentes secretos últimamente.

Despierto y tengo la espalda entumida, como cuando el cuerpo se anticipa a recibir un bala. Pero al menos despierto.

jueves, 2 de julio de 2009

Del carburador al fuel injection

Dedicado a esos que ven las cosas y se hacen preguntas.
Y que algunos llaman ingenieros.



Me encuentro en un estado de meditación zen de mediana intensidad. Cuatro computadoras me rodean y tres de ellas muestran la terrible pantalla azul de la muerte. La pantalla...azul...de...la...muerte. Preguntarme cómo llegué a este punto me invita a la reflexión.

Hace veinte, o treinta, o cuarenta años, ser hombre significaba saber de autos. Echarte debajo de tu vehículo, llenarte de grasa y usar las pinzas, llaves y demás herramientas con la destreza de un neurocirujano y sus fierros. Y antes de esa época, ser hombre sólo podía ser reclamado si habías estado en el ejército, matado unos cuantos, y haber sido parte de alguna de las guerras mundiales, o ya de perdida Vietnam o algo así.

Afortunadamente conforme las computadoras personales se fueron haciendo más y más presentes en el medio diario en la vida de los habitantes del planeta que no se están muriendo de hambre o matando en guerras interminables un nuevo tipo de hombría nació.

El experto en computadoras.

Hay quienes lo llaman gurú, otros le dicen nerd, otros lo etiquetan como genio o el futuro Bill Gates. Como gustes llamarlo. Todas las definiciones tienen en común que apuntan directamente al cerebro, conocimiento y experiencia del individuo para resolver los problemas de sus familiares, amigos y, en general, de cualquiera que tenga un equipo de cómputo en el mundo.

Por extensión, este individuo experto en computadoras debe saberlo todo sobre:

  • redes inalámbricas, no importa que sean civiles o militares, abiertas o encriptadas.
  • dispositivos de hardware de última generación, con hojas de datos.
  • programación, de objetos, de vectores, de arreglos y cualquier otra tendencia en boga junto con cualquier lenguaje recién publicado en las últimas dos semanas.
  • virus, cómo removerlos, cómo crearlos, y cómo conocerlos todos y con cada una de sus características.
  • ataques informáticos basados en negación de servicio, o cosas más sofisticadas.
  • los detalles de los últimos modelos de celular presentados a la prensa entre ayer y hoy.
  • la historia de la evolución de las computadoras, desde que Pascal para acá.
  • las cien páginas más importantes de la web para el caso que alguien requiera desde una receta de cocina hasta secretos para desarmar una bomba nuclear a punto de estallar, al puro estilo Jack Bauer.
Lo anterior es al menos lo deseable en cuanto al conocimiento que nuestro individuo debería tener. Puede agregar algunos otros trucos y habilidades, pero para sobrevivir en la mar de preguntas técnicas del vulgo, lo anterior debería bastar.

Nuestro experto debe saber todo eso por el hecho de que estudia, o trabaja, o está vagamente relacionado con computadoras. Los requisitos mínimos para ser llamado experto entre tus conocidos son

1) haber tomado un curso en MS-DOS hace cinco lustros lo cual lo capacita a uno para seguir siendo un confiable usuario top-notch en la tecnología más cutting-edge.

2) tener un cierto problema carpiano que nos deja las manos en posición a noventa grados de rotación contra el piso permanentemente.

3) haber logrado conectar en alguna ocasión los cables del CPU correctamente, sin que el hecho de que estos vengan etiquetados y en colores distintivos demerite tal proeza.

El experto en computadoras es paciente, o lo aparenta. En realidad vive constantemente cansado de las mismas consultas y ya no le queda de otra más que sonreir y disfrutar de cómo pequeños problemas se vuelven tsunamis en la mente de los no iniciados. El placer de ser siempre el chico-que-sabe-de-computadoras es que uno tiene esa sensación de ser admirado y envidiado.

No todo es miel sobre hojuelas. El momento más temido por cualquier iluminado es cuando se le presenta un reto al cual no puede dar respuesta inmediata. Sin excepción, el rostro de quien propuso el reto - el usuario neofito, esperanzado en la sabiduría del experto - se desfigura como papel periódico hecho pelota de basquetbol. Lo que sucede en esa interacción entre el desarmado usuario y el experto es lo mismo que entre un feligrés necesitado de consejo y un sacerdote borracho que sólo acierta a hablar de su vida pederasta: desilusión total.

Recibir un firme y genuino apretón de manos al reparar cualquiera que haya sido el problema, un beso, una palmada en la espalda, o una sonrisa reluciente, es la recompensa. Romper corazones y presupuestos ajustados, es la caída. Y el mundo no está para soportar eso.

Por eso estamos aquí, para salvar a la humanidad.

De usuario en usuario.

lunes, 29 de junio de 2009

Sentido común

Uno no nace destinado a ser atropellado por el sentido común en una de esas experiencias misticas y reveladoras de la vida tal como sucede con la sexualidad, la drogadicción o la vagancia que llegan simplemente porque así tiene que ser.

Cuando Dios se dió cuenta de su error al no poner el buen juicio en nuestro camino, llamó a Moisés y le pasó las tablitas que todos conocemos. Parece que nadie le avisó al señor que ya desde aquel entonces, aún con la ínfima cantidad de población mundial, la gran mayoría de la población era analfabeta, y que muchos de los que no lo eran, o no podían leer hébreo o eran de la clase educada que menos necesitaba ser recordada del buen raciocinio.

Pasaron los eones y entonces los hombres se dieron cuenta que al paso que iban se terminarían aniquilando sin pudor los unos a los otros, y en cada ocasión de manera más innovadora. No es que mucho haya cambiado, porque las intenciones permanecen, pero lo que preocupaba era el ritmo de la destrucción. Después de todo, no es negocio conquistar el mundo y destruir a tus enemigos si no tienes a quien torturar ni esclavizar. Los gobiernos llegaron a la conclusión que tenían que crear algo llamado constitución, que no es otra cosa que los diez mandamientos en versión legal y ultra-ampliada.

Ahora bien, desarrollar el sentido común en las personas es una empresa costosa, y más frecuentemente, fútil. Durante generaciones se han creado reglas que nos orienten hacia la aplicación del mismo, a actuar de forma lógica y congruente. Si resulta obvio que no hay que matar, ni poner los cuernos, ni mentir, ni robar, ni todo eso, el mero hecho de que nos lo tengamos que recordar vía la religión o la ley, hace que nos demos cuenta que nacemos torcidos, con defectos de fábrica como cualquier auto compacto europeo barato exportado a México.

El problema de las compañías, el problema de la gente, el problema del mundo, es que el sentido común no puede ser debidamente compartido. No hay manera infalible de transmitir lo lógico, bueno, y obvio de un comportamiento o raciocinio a un grupo de personas. No importa que sea Dios, los gobernantes o los padres quienes intenten inculcar este forma de ad iudicium. Ahí están los mandamientos, la constitución y las reglas de papá y mamá que desde siempre hemos contravenido.

Una gran dicotomía de la vida es que la reglas nos condicionan para poder vivir y que a la vez vivimos con el objetivo de no querer estar condicionados. Mi apego elemental a la vida me impediría establecerme en Dafur para criar a mis hijos y estar en paz, pero una grosera cantidad de dinero me haría muy probablemente cambiar de parecer.

El sentido común, dicen, es el menos común de los sentidos. Yo opino que es el más costoso, y por eso lo regateamos tanto.

jueves, 25 de junio de 2009

La Liga, Michael y Britney

Juzgar a nuestros semejantes es un ejercicio inherente a nuestra capacidad de sentir y proyectar, de ser seres humanos con fallas y grandezas. Michael Jackson fue un ser que hizo sentir y que proyectó mucho. Fue humano, y fue grande. Y claro, tuvo muchas fallas.

Por ello lo juzgamos.

Es difícil olvidar los momentos que lo marcaron fuera de su carrera. No haré una recolección de los juicios que vivió, ni de los escándalos o las tonterías que hizo. No hace falta. No hay una persona en el mundo que no haya opinado de su cambio de color en la piel, sus preferencias sexuales, su mal manejo financiero o sus comentarios inadecuados. Nada de ello nos importa mucho a los miembros de La Liga.

En nuestras reuniones acostumbramos desde hace meses ver un video de Michael Jackson con Britney Spears en el cual él luce inigualable y ella e-s-t-u-p-e-n-d-a. Son tres o cuatro minutos en los que paramos la conversación, dejamos de beber, abandonamos los cigarros y nos abstraemos a escuchar y contemplar. Algo así como quedarnos en freeze mode.

El debate entre nosotros siempre ha sido decidir hasta qué cantidad de dinero estaríamos dispuestos a pagar por un boleto de ese concierto en particular con esa canción y esa colaboración de la Britney. Las cifras giraron alrededor de hasta mil quinientos dólares. Dos mil, dijo alguien más. Mil, dijo otra voz.

Hoy nos dimos cuenta que el dinero ya no nos importaría.

No queda más que convocar a reunión urgente de la Liga, pedirle a Enrique que ponga el video, guardar silencio y disfrutar ese espectáculo privado que él no lo sabe, pero grabó para nosotros.

A nombre de la Liga, los invito a ver el vídeo con nosotros. Salud, y a la memoria del Rey.


domingo, 21 de junio de 2009

Fronteras

Un hermoso día soleado, sentado en el muro que divide el mar de la ciudad, noté que los niños se inclinaban continuamente sobre el borde del muro de pescadores y desde la parte alta del mismo, a unos tres o cuatro metros de donde las olas golpean, miraban fijamente hacia abajo. Pasaban todos un buen rato observando como los leves y aburridos remanentes de olas que fueron fuertes y vigorosas kilómetros atrás chocaban contra la pared de contención.

Enfocando un poco más, descubrí que no eran únicamente los niños los que perdían su tiempo así. Papás, parejas, turistas y en general cualquiera que tuviera cinco minutos para sentarse sobre la larga línea divisoria de concreto hacian todos lo mismo. Abajo, en su foco de interés, no había nada, si acaso basura marina y no tan marina pegando y paseando de un lado a otro. El agua turbia ni siquiera daba para apreciar el lecho y así al menos hacerlo interesante.

Que una persona haga algo, es personalidad. Le gusta hacerlo. Que dos personas lo hagan, es afinidad. Que todo el mundo lo haga, es programación genética. Algún gen de esos con nombres exóticos nos dice que llegando al muro del boulevard de mi ciudad debemos inclinarnos y ver hacia abajo.

Vaya desperdicio. Girando el cuello - y con ello la cabeza, como generalmente ocurre - unos sencillos noventa grados hacia arriba tendríamos un mejor panorama. Como el de ese día, en el que en particular el mar se ufanaba de la tranquilidad e inmensidad que puede contener también. Era verde, era azul, era aperlado, era aquamarino.

Era hermoso.

Y con un poco más de paciencia, muchos barcos alejados se podían apreciar. Algunos faros y boyas jugaban con las olas, las gaviotas les danzaban a los peces y el sol les daba luz a todos. De ensueño la cosa.

Tal vez nuestra programación genética intenta evitar que nos desbordemos en la curiosidad. Permitir que todo ser humano tenga la capacidad intrínseca de acercarse a un borde y no mirar abajo, sino al frente y arriba generaría demasiada felicidad en este mundo. Imagina la cantidad de enamorados que aparecerían. Es difícil no tener sentimientos positivos cuando miras un mar abierto bañado de sol. Y no hablemos de los muchos más artistas que tendríamos. ¿Quién no se inspira con la inmensidad?

Una persona que se sienta en la orilla a ver hacia abajo no sabe lo que se está perdiendo. O tal vez sí. Es entonces que su biología le dice que debe agachar la cabeza y no aspirar a más. Y cuando un genio o revolucionario nos hace ver las cosas de otra forma, no es más que una manera de decir que alguien vino y levantó tu quijada para que vieras lo que hay más allá.

Lo que siempre ha estado ahí y que no te permitías ver.

miércoles, 17 de junio de 2009

Empresa versus vida

Round 1: Empresa

La gorda agenda corporativa me mira con el mismo ángulo que un liliputiense lo haría con el desdichado de Gulliver desde un escritorio. Sabe que es la hora de nuestro duelo semanal. Es ese primer momento de la mañana donde todo está tranquilo, el instante mágico y calmado antes de la vorágine de voces, mensajes, comentarios, reuniones y problemas que se desatan como si hubiesen estado mil años bien contenidos en mi muy personal caja de pandora. El momento de solaz existe, sí, pero sólo para anunciar que la revuelta apenas comienza.

Me hago la ilusión de ser yo quien usa el bolígrafo estándar como herramienta cuando en realidad es mi agenda quien lo controla. Por mucho que yo desee dejar espacios y huecos entre esas líneas que dividen las horas del día, la maldita pluma dispara tinta para al final dejar siete días perfectamente llenos de actividades que en el mejor de los casos no son simultáneas, y en el peor, todas son para ayer.

Por muy gorda que es, la agenda no da muestras de cansancio. Con lentitud y seguridad a la vez, me hace ver que ahí están las páginas que enmarcan nuestros combates, esperando una a una para derrotarme. No es tan malo trabajar para tachar lo que se escribe en una agenda de actividades, me digo con cierto ánimo. Hay personas allá afuera sudando la gota gorda para llevar el pan a casa y yo realmente trabajo para llevar placeres a mi cuerpo y mente. Qué tipo.

El problema es el siguiente: mi trabajo se supone me otorga la líquidez monetaria para hacer lo que yo quiera con mis recursos, pero no me deja el tiempo que necesito para efectivamente ponerme a hacer esas otras cosas. Y no me puedo llamar esclavo por estar una tercera parte del día en una oficina agradable haciendo cosas que no ponen en peligro mi integridad física. ¿Entonces?

Necesito tiempo, y la agenda me lo roba.

Y tampoco puedo deshacerme de ella. Sería como pedirle a un navegante del siglo diecitantos que arrojase su sextante por la borda, para dejar de tener problemas con las mareas y olas.

La gorda agenda corporativa gana. Me quedo con ella. A trabajar.



Round 2: Vida

Tampoco es que no haga cosas fuera del trabajo, sino que no las programo con la misma importancia. Descubrir esto me tomó años, pero al fin llegué a la revelación: hay que tomar tan en serio las actividades fuera de la oficina como las que me dan de comer. Finalmente, las dos se sirven una a la otra.

Dado que me vería ridículo cargando dos agendas, y eso de apuntar todo en gadgets lo dejé morir cuando decidí que mi afición por la tecnología ya alcanzaba niveles enfermizos, decidí imprimir una agenda light, fácilmente incrustable en la gorda. Ahora, armado con dos hambrientos papeles para ser llenados los lunes por las mañanas, mi tiempo de solaz se ha reducido por un buen cincuenta por ciento, pero ha valido la pena. Funciona así.

Al llegar temprano en tu primer día laboral de la semana apuntas todo lo que tiene que ver con trabajo. Si eres organizado - lo cual quiere decir "traumado" en realidad - para este momento tu agenda corporativa ya tendrá varios pendientes registrados. No te aflijas, ahora es cuando mejor espiritu dispuesto tienes para ver la larga semana con cierta buena perspectiva. Una vez que termines de trabajar con la gorda - la agenda - te pasas a la otra, tu agenda personal, la de tu vida. En ella escribes lo que quieras hacer esa semana, no importa si lo haces todo o no, escríbelo. ¿Cinco películas esa semana? ¿Dos citas? ¿Un viaje relampago a una isla de ensueño? Lo que sea. El chiste es tomar lejanía para sobrevivir.

Cierto que hay un precio que pagar y ese es chocar con la realidad, por lo cual recomiendo ampliamente que admitas que debes conocerte primero. Si no eres ya un party guy, o tu esposa se sentiría algo molesta por eso de las citas, entonces escribe cosas más factibles. Tal vez ir a cenar a un bonito restaurante, bailar el fin de semana, reunirte con un par de amigos un día entre semana, rentar películas otro, etcétera.

Al final de la semana, cuando estés por cerrar la agenda corporativa, toma un minuto y contémplala. Verás todo el trabajo que hiciste y que ha tomado forma de dolor de espalda crónico. En ese preciso instante, desvía la mirada a tu agenda personal y recuerda los buenos momentos que también tuviste, cuando ni siquiera recordabas que tenías espalda.

Cierras tu agenda con la energía de un portazo y dejas abierto tu calendario personal. Sonries porque te das cuenta que, a pesar de todo, la vida gana.

Siempre y cuando uno quiera que así sea.

domingo, 14 de junio de 2009

De exocraneos e invenciones

La cara exocraneal del hueso parietal no está diseñada para soportar el impacto de una fuerza que tumbaría sin problemas a un rinoceronte con problemas de obesidad. Ya que estamos en estas, ninguno de los músculos o huesos del cuerpo humano debería tener tal capacidad. Se supone que es el cerebro lo que nos ha hecho volvernos los mandamás del orbe por sobre los más fuertes, más rápidos y más tragones representantes del resto de las especies.

Alguien olvidó explicarle lo anterior al muchacho que saltaba animosamente sobre un cuadrilatero y que con su torso desnudo anunciaba su espléndida condición física a base de una rigurosidad atlética que por años lo había formado. Esa esplenditud hecha cuerpo de boxeador no le permitió tener muy claro los conocimientos básicos de cultura general a los que todo ser humano debería tener derecho, pero después de llegar al punto donde ganar medio millón de dólares por presentación en cada pelea se hizo costumbre, estoy seguro que sus mujeres se preocupaban poco por su incultura. Lo encuentro justo, ya que a mi no me importa que Britney, Megan o Jennifer sean algo retarded. Total, pasión es pasión y ni nos vamos a casar.

Por el otro lado, tenemos al amigo inventor, de quien todo indicaba tendría una prominente carrera en la industría aeroespacial, o nuclear, o en la nanotecnología. Demasiado cerebro para ser verdad. Parece ser, dice la leyenda, que también practicó el boxeo amateur y alguien se metió con su cosa esa parietal para dejarlo tumbado y en estado veo-la-luz-al-final-del-tunel. Cuando regresó, siguió siendo tan genial como siempre. ¿Cómo supieron que seguía siendo tan genial como siempre? Anunció a todos que se retiraba del boxeo. Y que ya no dejaría que le pegaran a su parietal. Como les decía, todo un genio.

Pero al parecer el vacío ese raro entre cada neurona se llenó de alguna mierda porque al poco tiempo nuestro Einstein local emergió de las sombras con uno de los inventos más nefastos que la humanidad pudiese concebir: el urinal de papel. En su tesis de trabajo defendía la necesidad de portar con tal aparato para los hombres que no pudiesen llegar a un baño a tiempo, o cuando únicamente encontrasen un baño de damas. La idea era fácil: sacas de tu bolsillo el urinal de papel(que por cierto ayudaba a la naturaleza por estar hecho de material 100% reciclado), lo despliegas y lo utilizas. El podía diseñar los despliegues en diferentes tamaños y modelos como el cubo, el barquito, la torre de castillo inversa, el cuello de jirafa - no pregunten - y el etcétera, siendo esto algún modelo imposible de bosquejar aún en 3-D.

Cuando la compañía que le pagaba su gordo cheque se dio cuenta del fiasco que representaba la ùltima innovación de su inventor estrella, lo llamaron a cuentas. Como nuestro amigo era algo desconectado de las formalidades sociales y las lecturas subyacentes de sentido común de una reunión jefe-supervisor-empleado, le tomó tiempo darse cuenta que lo estaban despidiendo.

Triste, porque no podría terminar ahora su último proyecto "la pluma matamoscas", se dedicó a la vagancia por el mundo (no era ciertamente pobre, al venir de un linaje exquisito de destacados y prominentes científicos y demás) y murió un buen día en una pelea de bar en Singapur. Nunca inventó nada para cuidar exocraneos y eso le costó al final.

Tal vez por ahí deberíamos empezar todos y ver qué es lo que necesitamos, no lo que queremos tener.

Y dejar de andar inventando. Un poco.

viernes, 12 de junio de 2009

La historia del loco de la calle que murió por mala suerte

El policía federal venía de un mal día de trabajo. Tenía cierta prisa por llegar a su casa después de su turno. Para su suerte, topó con un cierto incidente afuera de un bar por su ruta de regreso. Más que una llamada del sentido del deber, fue una atracción natural hacia la violencia lo que hizo girar su volante y llegar al punto donde clientes del bar y trauséntes casuales se reunían a ver el espectáculo del loco.

Era un tipo que bajo las alucinaciones de la droga y el alcohol gritaba - precisamente - como loco y aventaba objetos por doquier. Nadie se atrevía a controlarlo hasta que nuestro policía protagonista llegó. Le solicitó detenerse porque si no lo iba a tener que arrestar. Por toda contestación, el loco tomó una piedra y la aventó contra el parabrisas de la impecable camioneta blanca sin marcas de nuestro defensor federal. Este, viendo que las cosas se ponían pesadas, sacó la clásica y escandalosa torreta roja y la colocó encima de su vehículo indicando su autoridad. El loco lo vió como un reto más y con precisión de pitcher privilegiado, destruyó también la luz roja con una tiro magnifico.

El policía, ya molesto después de dos advertencias, tomó su pistola y le dió únicamente cinco balazos. El loco no pudo detenerlos con sus piedras y murió en la calle. Minutos después llegaron policías locales y estatales justo como en las películas, hacia el final cuando el asunto ya se había resuelto.

Una vez identificado quién había matado al loco callejero de las piedras, el incidente no pasó a mayores entre las corporaciones policiacas. Se archivó como una agresión a la autoridad y nuestro elemento fue informado que sería transferido a otro estado del país para evitar latosas pugnas y procesos locales.

Unos días después, un cierto reportero de periódico local, indagó un poco más sobre la muerte a tiros en la vía pública de un loco borracho a manos de un federal. Publicó el lado trágico que la familia del muertito tenía y cuestionó el exceso de violencia utilizado contra alguien que no representaba una amenaza mortal seria. Este reportero fue amablemente invitado a subir al automovil de nuestro amigo policía un par de días después. Nuestro federal le explicó con varios métodos de convencimiento de vanguardia cómo su vida sería más bonita y plácida si simplemente publicase un desplegado en el mismo periodico desdiciendose de su estúpido artículo amarillista.

El periodista, que bien aprecia su vida y entiende mensajes serios como otros seis mil millones de personas, decidió proceder así y al día siguiente de su cafecito con el Fed publicó notoriamente un escrito dando a conocer que tuvo un lapsus brutus al denunciar a un intachable agente federal garante de la ley y el orden.

Yo pagué menos de tres treinta pesos por un chófer de veinte minutos, aire acondicionado, música relajante y una historia real contada por su protagonista. Al bajar, el conductor me dio su tarjeta para cualquier otra ocasión y yo le dí una buena propina. No consideré inteligente dejar enojado a alguien que recién me había comentado una historia de muerte en su pasado. Una de tantas, como bien me dejó en claro durante el relato.

Y ahí me dí cuenta lo listo que puedo ser a veces.

martes, 9 de junio de 2009

Entrar a la jungla

Sobreviviendo

El ambiente laboral es usualmente comparado con la ley de la selva, un entorno donde nadie es realmente tu amigo, y todos son potenciales judas en pos de sacrificar cualquier lealtad por un pequeño avance en la carrera de ganar más dinero y tener más poder y prestigio.

Sucede que a veces es cierto. En algunas ocasiones no tanto. Lo que sí, es que la sensación siempre está latente.

El objetivo principal de cualquier estudiante universitario hoy en día es obtener un trabajo, pero ya no son los únicos buscando un punto dónde recibir un salario por sus genialidades. Tenemos también a las decenas de miles de personas recortadas en los últimos meses.

Es una jungla allá afuera.

La principal arma para combatir en este medio es el curriculum vitae, ese documento que importa tanto y del que poco sabemos. He aquí algunos tips aprendidos por las buenas, pero más por las malas.



Duele, pero es verdad: la gente no tiene tiempo para ti.

Juan Equis me pidió echarle una ojeada a su curriculum. Cuando me hizo entrega de lo que parecía una manuscrito revisado del nuevo testamento mis cejas se arquearon a là María Felix. Con apenas un título universitario, Juan osaba mostrar fotocopias incluso de sus diplomas de kindergarten. No navegué mucho a través del papeleo, pero podrían haber incluido fotocopias del diario de su abuelita contando lo orgullosa que estaba de su adorado nieto.

Se breve. Es en serio. Se breve. Las únicas memorias en el mercado que la gente quiere leer son las de Gabriel García Márquez, Mario Benedetti y Selena. De ahí en fuera, olvídalo. Duele saberlo, pero no eres tan importante. Y si lo fueras, no estarías preocupado por tu curriculum.

No quiero lastimar tu ego, pero a menos que tengas una maestría o doctorado no pases de una hoja. Repito, breve es mejor.



OK. Ya eres breve. Ahora se organizado.

Por increíble que te parezca, el orden que tenga la información refleja tu claridad de ideas, la forma en que tu mente opera. Si no eres capaz de ligar los sencillos módulos que componen un curriculum vitae, no deberías creerte capaz de aplicar para un puesto que requiere toma de decisiones un poquito más complejas.

Datos de contacto, información personal, especialidad, experiencia y referencia. Listo. Gracias. Es lo que necesitamos de entrada. Si nos interesas, y repito, si nos interesas, te llamamos para pedir más y más y más información. No funciona al revés.



Sí. La presentación importa.


No se trata de comprar pápiro heriático para que tu curriculum sobresalga con facilidad. Pero al abrir el folder quiero encontrar una foto de la persona que estoy evaluando, y un papel limpio, claro y con letras serias. No Comic Sans Script, no tu foto de guapo/a en el antro, y mucho menos papel rosado perfumado. Eso únicamente le ha funcionado a Reese Whiterspoon y ello porque terminó acostándose con el que la contrató.

Y el asunto no va por ahí.



Se honesto.

Esta es mi parte favorita. Nos gusta pensar en nosotros mismos con la mejor de las percepciones. ¿Idiomas? ¡Claro! Hablo español al 100%, Francés al 10% (sé decir "oui" y "oh la la") e Inglés como en un...60%....no, mejor 70%. Bueno, 75%.

Eso es una estupidez. E igualmente estúpidos son los empleadores que anuncian puestos de trabajo solicitando "80% de inglés". Ninguna empresa seria, de talla internacional y con verdadera necesidad de aplicantes duchos en el idioma pondría algo así. Piénsalo: ¿cómo vas a demostrar que hablas un porcentaje dado de cualquier idioma? ¿cómo mides eso? ¿quién te dice que hablas 100% de español? Puedo agarrar el diccionario y estoy seguro te muestro cientos de palabras que no has escuchado nunca en tu vida.

Lo que tú necesitas es probar que hablas el idioma o que lo estás estudiando. "Terminé cursos de portugués en tal escuela", o "Actualmente cursando italiano básico en tal lugar", o mejor "Obtención de tal puntaje en el TestDaF (idioma alemán) en tal fecha".

Eso es objetividad. Y es lo que queremos saber. Nadie queda peor que tú si al final del día logras una entrevista y tu 10% de Francés resulta ser apenas cinco palabras y hasta eso, mal pronunciadas.



No entregues curriculums en serie.

Es increíble la cantidad de gente que elabora su curriculum lo mismo para aplicar al puesto de chef, administrador de sistemas, cajero, chófer particular de primer ministro, maestro, policia y cualquier cosa que salga en el periodico. Van a todos estos lugares y entregan el mismo papel como si el perfil requerido fuera igual.

No es así. Yo te quiero para maestro, necesito que enfoques eso, no lo bien que sabes partir narices y someter a todos los chicos peleoneros a tu alrededor. Para eso, mejor aplica para policia judicial.

Si entregas curriculums en serie, obtendrás respuestas en serie: nosotros te llamamos, gracias.



Pide retroalimentación, pero no a cualquiera.

De la misma manera que no le preguntarías al barrendero - sin demeritar a nadie, pero bueno - su opinión en tu próxima compra de un auto último modelo, tampoco le pidas a un compañero de generación su opinión sobre tu curriculum. Busca a un viejo lobo de mar, papá, mamá, tío, amigo, alguien que ya haya navegado en los ríspidos mares laborales y que pueda darte ideas reales, aunque sean malas. Busca a alguien con experiencia.

Suerte. Y si aprendiste algo, me debes una cerveza.

lunes, 8 de junio de 2009

Luna y su camino

Por las noches, la luna dibuja un camino infinito sobre el mar. Es un camino curioso, que a diferencia de los demás, te sigue a donde vayas. Sobre el final del arcoiris se dice que hay riquezas y duendes. ¿Por qué nadie ha escrito sobre lo que hay al final del camino nocturno de la luna?

Puede ser que en el extremo opuesto de este singular camino encontremos el nirvana fácil, los verdaderos secretos del poder de los shakras, o la ecuación igualada de la teoría unificada. No sé qué hay, pero estoy seguro es algo grande, hermoso, misterioso y sublime como su creadora de plata. Es una mera idea como muchas otras que llegan para ser amadas u odiadas. Pero ésta idea me gusta de más, y la encuentro bella e infalible.

Nada puede derribarla.

Para entrar al camino de la luna necesitas robar un bote, uno de esos pequeños que nuestros abuelos pescadores usaban. Te sientas de espaldas a la luna y remas con brío por mucho tiempo. Cuando te canses, sueltas los remos y dejas a las olas hacer su trabajo. Recuerda: el camino te sigue. Luego sueñas que la luz del camino se hace más tenue y que el secreto que posee en el final decide no esperar más y viene hacia ti.

Sounds like a plan.

sábado, 6 de junio de 2009

Verborrea

Cuando los huesitos esos chiquitos que tenemos en la espalda baja truenan deliciosamente es que necesitas caminar por unos buenos kilómetros. Un aeropuerto es un buen lugar para ello. Puedes hacer discretos ejercicios para reactivar tu trasero mientras esperas pacientemente en las filas de aduana a que un siempre-amable-hijo-de-puta agente de migración te dé la bienvenida oficial al país, o bien puedes aprovechar también cuando esperas en la aburrida banda que te entrega tus maletas, que por alguna extraña razón siempre siempre siempre serán las últimas. Lo increíble no es tanto que seas el último, sino que todos junto a ti experimentan la misma sensación.

Traigo documentos altamente comprometedores que desestabilizarán al gobierno de éste país y harán caer a sus instituciones, tambaleandose la gobernabilidad del mismo y llévando la paz imperante a un caos de proporciones no vistas desde su guerra civil - pensé en decirle a la agente de aduanas cuándo me preguntó el motivo de mi visita. En su lugar, decidí ser más breve y explicarle que iba como turista. Siempre es más fácil ser turista, aunque eso te haga un mentiroso. Parece que les gustan las mentiras.

Me informó de un nuevo reglamento - con nuevos costos incluídos - para la salida del país y me pidió abrir mi maleta del tamaño de medio auto compacto. La examinó como si de ello dependiera la decisión de casarse conmigo o no y aunque generalmente el examen es en silencio, ella me contaba que blah blah blah blah blah blah

Bienvenido a este pinche país, me dijo. O me dió a entender. Gracias, le dije yo con un gesto de falsa cordialidad.

Una vez que sentí la sangre fluir de manera adecuada normal por todas las direcciones de mi cuerpo, me encontré en las afueras del aeropuerto a punto de tomar un taxi. Como soy un inepto profesional tuve que olvidar cambiar moneda local antes del viaje. Tengo tres opciones. Primera: entrar al aeropuerto, caminar dos kilómetros de regreso hacia el área de casas de cambio y hacer lo propio. Segunda: buscar un cajero automático y hacerlo escupir billetitos del país. Tercera: asaltar a una ancianita indefensa con pinta de ser oriunda y quitarle sus moneditas. Como parece que en este lugar sólo existen jóvenes rebozantes de salud y que la gente no necesita de disponer de efectivo a través del anticuado método de un cajero automático, caminé a paso de alguien que va a romper una nariz hacia la casa de cambio.

La chica que atiende me explicó amablemente que no aceptaba billetes mexicanos y básicamente me dijo que era muy pendejo por no haber llevado dólares o alguna currency por el estilo. Luego me contó la historia de alguien a quien le había sucedido algo similar y posteriormente me indicó un lugar dónde podría resolver mi problema. Todo esto adornado con detalles tan gráficos y precisos que me pregunté por qué no trabajaba mejor como guía para viajeros estúpidos como yo. Luego, solucioné el problema.

A punto de abordar ya el primer taxi disponible una mujer en mediana edad hizo el amague de subir también. Puesto que ante todo soy un respetuoso caballero - o mezquino quedabien, lo que gustes - cedí mi lugar con una sonrisa más falsa que un reporte gubernamental de la economía nacional. La joven señora pareció sentirse apenada y me dijo que si gustaba podíamos compartir el taxi.

Y no, no había coqueteo implicito. Esta mujer tenía la facha de la tía buena que todos queremos, o bien, la amiga de tu mamá, o algo así. Estaba siendo simplemente amable.

Yo acepté porque ya estaba cansado y a ese ritmo llegaría tarde a la reunión con mi contacto local. Me trepé al taxi. El conductor arrancó el motor y la señora su lengua.

Vivía en Nueva York, se dedicaba desde hace años a importaciones de sudamérica, había tenido su primera oficina en donde estabamos en ese momento pero luego expandió sus operaciones y es por ello que tuvo que ir a vivir a la gran manzana donde ahora está con sus dos hijos uno de los cuales está por casarse y ella anda en los detalles de la boda y ahorita había venido a visitar a unos clientes con los que quería cerrar unos tratos y tú a qué te dedicas...y claro como te iba diciendo esta ciudad es muy bonita y puedes sin ningún problema ir acá y allá y hacer esto y lo otro y luego blah blah blah blah....

Nos interrumpió un tipo en facha de comando preguntando al taxista qué quería hasta que la señora lo llamó por su nombre y el joven se cuadró, dejandonos pasar a una de las zonas residenciales más exclusivas de la ciudad, aquí está mi tarjeta, mira que ha sido un gusto platicar contigo, mira que aquí vivo, mira que te la pases bien y mira que amable eres por haber compartido el taxi, etcétera.

Le dí mi tarjeta también. Sonreí. Cerré la puerta. Y dejé mis oídos descansar. El resto del trayecto me quedé pensando si era mi imaginación o esta mujer encajaba en el estereotipo de una nueva líder de algún cartel internacional.

Llegué al hotel. La recepcionista,

- ¿Quién hizo su reservación?

Le respondí el nombre de mi contacto local.

- Al parecer hay un problema señor, porque el precio no concuerda con lo que nosotros cobramos, blah blah blah blah blah blah...

Le expliqué que yo tenía un descuento porque pertenecía a la organización tal que usaba su hotel casi los 365 días del año para hacer los eventos blah blah blah blah blah

- Sí señor, pero blah blah blah...

Le sugerí comunicarnos con mi contacto local quien seguro podría aclararle el asunto. No es tanto que me urgiera aclararle nada, pero quería meterme en la puta cama a descansar un rato. Llamamos a mi contacto local.

Que si cómo estaba. Que si cómo había estado el viaje. Qué bueno porque luego son de lo peor. Que si estaba todo listo. Que si me estaban tratando bien en el hotel. Que si ya había salido a conocer. Que si no había tenido problemas en la aduana, que si ....blah blah blah blah....

Para cuando por fin pasé el filtro verbal de mi contacto, le expliqué la situación. Pasé el teléfono a la recepcionista y diez minutos después ya eran amigas del alma y creo que hasta habían hecho planes para ir al café. La recepcionista fue después toda sonrisa y alegría conmigo. Me dió informes de cómo pasarmela genial, de lo maravilloso que era el hotel, de los fantástico que me la pasaría en el bar del mismo y en la zona de casino y que blah blah blah blah blah blah blah.

Cuatro mujeres. Cuatro historias. Todas a detalle. La palabra verborrea vino a mi mente. Me dí cuenta que necesita un artículo femenino para funcionar. La verborrea. Nunca "el" verborrea. Menos lo neutro.

Me pregunto quién fue el sabio que así lo decidió.

martes, 2 de junio de 2009

Manifiesto

Es karma, hay que pagar lo que se hace.

Hace muchos siglos, a uno de esos pensadores griegos todavía muy recordados se le ocurrió la grandiosa idea de escribir algo llamado "La República". En el texto delineaba conceptos que sonaban geniales para regir unas islitas con unos miles de habitantes en el mediterráneo. Entre muchas cosas que nos decía el griego poner a un dirigente-líder por cada cierto número de personas para que finalmente los grupos tomaran decisiones con un sólo representante era de sus mejores enunciados. Algo ciertamente revolucionario para la época y, como en todo lo revolucionario, se implantaron muchos de sus esbozos sin pensar. Y también como todo lo que no da muchos problemas al inicio, se enraizó hasta llegar a nuestros días. Le llaman democracia.

La política moderna debió haber sido decapitada en la persona de Maquiavelo a quien se le ocurrió refinar las bases de la persuasión, paciencia, doctrina e ideología que todo aspirante a gobernar a los demás debería poseer. Entre el librito de Maqui - "El Principe" - y el librito del griego tenemos todo un periodo de altas y bajas caóticas que nos llevaron a la modernidad de los gobiernos del mundo.

Hoy yo tengo un manifesto.

Necesitamos dirección, que no gobernantes. Necesitamos mediciones, que no elecciones. Véamos.



Dirección, no gobernantes.

Es sabido que hay líderes y hay seguidores. Y que entre esos dos estilos hay muchas cosas exóticas y raras (fans enloquecidas, anarquistas desde el útero, pensadores sin inteligencia, etcétera) que le dan vuelta al mundo como cualquier nueva cepa de la influenza.

Quienes nos gobiernan actualmente no son las personas más aptas, inteligentes, capaces o interesadas en nuestro bienestar. Quienes pueden pagar una carrera política son aquellos que el sistema protege desde su infancia. Una clase privilegiada, o un individuo rastrero. Es un axioma que el inteligente con sentido del decoro y buen corazón vive crónicamente frustrado y alejado de la inmundicia política de la actualidad. Hay que tener tres cosas para gobernar: dinero, rapaces asesores y momentum. En ese orden.

Afortunadamente quedan unos dieciocho políticos decentes en el mundo, pero tardarán aproximadamente cuatro siglos en formar la estirpe mayoritaria capaz de gobernarnos honestamente (dos, si las técnicas de reproducción genética asistida avanzan a mejor ritmo). No creo que tú o que yo tengamos la paciencia para esperarlos, por mucho que queramos.

Si el modelo económico ha demostrado que una buena dirigencia lleva a buenos resultados, por qué no aplicarlo en una sociedad que lo que quiere es eso, buenos resultados. Ser feliz.

Y aquí viene un punto interesante, la errónea concepción que el concepto del neoliberalismo está agotado. Yo digo que simplemente está mutando. Es imposible mantener un ritmo constante de crecimiento en cualquier área, en cualquier empresa. Es estúpido querer siempre tener ganancias y apostar en la bolsa a que nuestras acciones siempre irán a la alza. Las predicciones has sido siempre hechas en la idea de crecer, vender más, producir más, generar más ingreso. Eso no puede ser. Probablemente la siguiente etapa del modelo sea llevar a cada negocio al punto de no retorno: serás rentable hasta aquí, y ya no crezcas más.

Pensemos un poco más en esto, ya que resulta interesante. Cada semana me reuno con La Liga y hablamos del trabajo con esa satisfacción que da el poder expresarse de tu oficina fuera de la misma y con gente que no tienes que ver todos los días. Todos laboramos en entornos generadores-de-proyecciones-siempre-a-la-pinche-alza.

¿Qué sucede entonces? Que la economía está en un buen ciclo y la empresa comienza a producir más y proyecta más basada en esos números y contrata más personal y hace mil planes y se quiere comer al mundo y se expande y comienza ya a pensar en su próxima sucursal lunar cuando de repente, después de dos minutos de intenso crecimiento orgásmico, ¡bum! viene una contracción de la economía, que es simplemente decir que la gráfica magna de las bolsas de valores no pudo tener una erección.

Todos pierden.

Los planes de expansión a la luna, los chorrocientos mil nuevos trabajadores, las deudas adquiridas a cinco mil años, y los equipos recién instalados para sostener la nunca-terminable producción equivalen a derrota total. La empresa, dios de la vida, no tendrá crecimiento. ¿Qué tan malo resulta no crecer? Nada malo, si estás consciente que así ocurrirá de vez en cuando.

El neoliberalismo, como la ideología que ve únicamente sobre la ganancia y no le importan las condiciones, va a desaparecer, pero no brincaremos al comunismo, socialismo, marxismo-leninismo, ni cosas así, porque también son falacias. Los seres humanos sí somos diferentes, y no podemos dejar de competir. Hasta los rusos y chinos se enorgullecen de sus medallas y héroes que destacan en el mundo. Es una contradicción, pues, que quieran que todo un pueblo siempre viva igual.

El capitalismo por su parte, era el extremo fácil, privilegiar todo el consumismo posible sin pensar en las consecuencias. El punto medio, como les decía, nos hace ganar a todos. Crecer sí, pero sólo hasta cierto punto.

Y la dirección al frente de todos nosotros deberá ser capaz de decirnos a todos cuánto crecimiento está bien. Y no hay nada de malo en tener ese control, porque si somos seres inteligentes y competitivos, también necesitamos organización.

Lo que ya no queremos es tener gobernantes. Queremos dirección.



Mediciones, no elecciones.

Que los procesos democráticos castigan y premian buenos y malos gobiernos es una mentira redonda. Los procesos democráticos como el de ir a votar hacen que las cosas fluctuen únicamente para mantener un status quo, un impasse donde nadie - de los de arriba, claro está - pierda mucho.

Con las herramientas informáticas de hoy, con el aprendizaje ya de siglos de democracias, y con las lecciones aprendidas en la dirección de megacorporaciones universales non-plus-ultra que han pasado de su cenit a su quiebra en tres horas, somos más que capaces de establecer normas para darnos cuenta cuando algo no está funcionando.

Y de paso, hacer algo al respecto.

Medir per se no tiene caso si no existe análisis, y el análisis no es seguro si no se tiene a los expertos, y los expertos no se hacen sin mucha experiencia, y la experiencia se obtiene a través de los errores. Señores: hemos tenido muchos errores. El mundo lleva muchas eras siendo un gran laboratorio. Monarquías vs repúblicas, guerras vs paces, cubismo vs puntillismo, haikus vs realismo mágico, mucho se ha contrastado. Podemos comenzar a medir.

He votado una vez en mi vida, y ese fue mi error. No votaré, porque entonces regresamos a lo mismo, esperar que un nuevo dirigente cambie las cosas mágicamente.

No es un voto inútil, es indiferencia. Y la indiferencia mata. Matemos pues el estúpido sistema.

domingo, 31 de mayo de 2009

Aquello de lo que están hechos los sueños

La invitación revestida de pomposidad y celeridad llegó a sus manos junto con el desayuno instántaneo.

- Gracias. Buen día. - despidió al mensajero y enseguida rompió el sello lacrado de cera que representaba un simbolo y servía como un algo protector. La pequeña y contrastantemente simple tarjeta del interior rezaba:

Usted ha sido invitada
a participar en
la reunión del ego
de Abraham.

La invitación no decía más. Tal parece que hoy en día la hora, fecha y lugar eran considerados minucias en la etiqueta social y ella no se había enterado. No tuvo mucho tiempo de preocuparse por esta cuestión. De repente, como en el inicio de un viaje sideral, un destello de miles de millones de lumens la llevó al centro de la reunión: amplio salón rodeado por ventanales que enmarcaba la nada-y-todo de allá afuera. Se dio cuenta que vestía elegantemente sin resultar demasiado cargada. Era justamente aquel vestido verde que tanto había gustado a Abraham. Qué raro.

Caminó a una de las largas y bien servidas mesas de coffee break y tomó un poco de agua. En su actitud fingida de indiferencia no cabía la posibilidad de echar un vistazo concentrado sobre quienes le rodeaban, pero podía salvar las formas bebiendo tranquilamente como quien no tiene preocupación alguna. Bebió. Y vió.

Todas eran mujeres. Variaban en un rango de diez años unas de otras. A algunas las había visto en fotos, y otras le resultaban vagamente familiares. Todas se paseaban con naturalidad y - típico del género - ninguna parecía tener problema en comenzar una larga conversación con otra por el menor motivo. Decidida a indagar más, leyó atentamente el folletín que anunciaba el programa de la reunión.

Reunión del Ego de Abraham
Programa de actividades

¿Por qué nos enamoramos tanto de Abraham?
Panel de discusión. Moderado por Katya.

Haciendo el amor con Abraham: ¿dicha o tristeza?
Panel de discusión. Moderado por Jessica.

Nuestro día más bello juntos.
Exposición corta por Cecilia.

Cómo ganar una pelea con Abraham.
Exposición corta de Gloria.

La aburrida rutina de un novio como Abraham.
Exposición corta de Mercedes.


Y la lista continuaba. Ya cansada de leer el nombre de su ex-novio por todos lados, y a punto de vomitar por la ridículez de los títulos, decidió que debía partir para luego cambiar de opinión cuando encontró su nombre escrito al final de la magna conferencia Consejos y advertencias en la aventura de ser novia de Abraham.

Are you ready for your talk? - le preguntó una ojiverde que a todas luces era Katherine, la ex novia checa o de un país de esos. Aunque la expositora de nuestra magna plática hablaba un inglés perfecto - fruto de su cara educación que no dudaba en demostrar en todo momento - pretendió no entender la pregunta. La checa repitió cortésmente en español.

- ¿Qué plática? Yo no voy a dar ninguna plática - expresó contrariada. La rubia extranjera mostró su linda sonrisa cautivadora y le explicó pacientemente. Luego viendo las dudas de su interlocutora la acercó con las demas, brazo a la cintura y voz cálida.

- ¿Cómo? ¿Aún no entiendes? - la interrogaron a coro.

Las miró a todos con la misma expresión que un moribundo usaría para responder a la pregunta de cómo-te-sientes-en-este-momento.

- No entiendo nada - respondió finalmente ya con ganas de llorar. - Quiero irme, ¡no sé qué hago aquí!

Una de las nuevas integrantes del circulo a su alrededor la tomó de la mano y la separó. Era mucho mayor que ella, pero aún resultaba una mujer muy guapa. Si no recordaba mal, era o había sido compañera de trabajo del - ahora idiota - de Abraham.

- Linda, soy Camila. No te puedes ir - indicándolo más como un hecho irrefutable de la vida que como una prohibición tajante. Continuó:

- Tú tienes la plática principal a tu cargo.

- ¿Pero por qué? ¡No entiendo! ¿Yo qué soy? ¿Por qué me escogieron a mi?

- Fue el ego de Abraham el que te escogió. Las chicas y yo llevamos un poco más de tiempo en este sueño y créemos en conclusión que al ser la mujer que estuvo más tiempo con él eres la opción lógica para dar consejos... - guiño de ojo - ...y detalles.

La chica confundida ya no quería llorar. Iba pasando a ese estado entre la rabia no consumada y la indignación conquistadora del temple.

- ¿Y si abro la puerta y me voy?

Camila rió ante pregunta tan tonta.

- No te puedes ir. Si abres la puerta, únicamente verás aquello de lo que los sueños están hechos.

Una chica de apenas veinte años, enfundada en ropa interior, anunció a todas que era de comenzar con la plática principal.

Vale. Total, sí tenía muchas cosas qué decir. Y ahora sentía que todas eran sus amigas.

Craso error del ego.

domingo, 24 de mayo de 2009

Over, finished, done

La descompuesta melena de león lo acompañó de la cama al espejo del baño. Su aliento sabía a grava. Las lagañas que enmarcaban los demacrados ojos le daban aspecto de fenómeno. Se contempló así durante varios segundos. Interminables segundos.

Sí. Definitivo. La noche había sido letal.

Ahora comenzaban esas ráfagas de realidad dosificadas por el subconsciente. Recordaba a Amanda. ¿Era Amanda? ¡Por Dios! ¿Qué demonios había hecho? Amanda era una loca apenas semi-contenida en un adorable cuerpecito, y eso era lo más amable que se podía decir de ella. Mira que golpearlo con sus zapatillas Prada en la espinilla dolía. Si la idea era que no la olvidara, el cometido se había logrado muy bien: jamás podría quitarse de su mente esa experiencia tan dolorosa. La noche del festejo terminó trágicamente.

Acostumbrado a los enojos de mujeres hechos bofetadas, escupitajos, insultos y miradas que matan, un golpe en la espinilla resultaba todo un trofeo en su vidriera de logros personales. Mira que hacer enojar a alguien a ese grado es de notar.

Ser un casanova no paga. Al menos no con las locas.

Se duchó con la rapidez de un sentenciado a muerte y desayunó de la misma forma. Luego sobó su espinilla al tiempo que maldecía en voz baja.

Tomó el teléfono para terminar de rematar el asunto. Para él quedaba claro que todo estaba over, finished, done, pero le preocupaba que la loca se apareciera sin anunciarse. ¿Qué le sigue a una patada? ¿Cuchillos? ¿Pistola? ¿Violación?

Viéndolo asi, no podía ser tan malo entonces. Sonrió su propia estúpidez. Marcó.

viernes, 22 de mayo de 2009

De campaña

Existe en México un organismo descentralizado encargado de organizar, regular y arbitrar las elecciones del país. En principio, la idea es buena ya que podemos adherir "autonomía" como sinónimo de "descentralizado" y por ende, pensar que el gobierno no andará metiendo sus manos de manera tan grosera en el proceso.

Sin embargo, hay un detalle de fondo que jode todo el asunto: la elección de los dirigentes de este organismo - conocido como IFE por sus siglas.

Esta selección de los consejeros ciudadanos (los jefazos del IFE) se da en el Congreso de la Unión, donde los representantes populares y no, le dan el visto bueno a quienes dirigirán el instituto por los próximos años. Muchas obviedades vienen a flote con este proceso. Primero, que todo el asunto se politiza enormemente y sirve entonces a meros intereses poderosos detrás de las cortinas. Se supone que cualquiera puede aplicar para estas posiciones, dadas las credenciales adecuadas, pero todo mundo sabe que un don nadie - políticamente hablando - no será elevado a un alto cargo en la jerarquía de este instituto ciudadano si no tiene compadres en el congreso, del partido que sea.

Lo anterior viene a colación porque estamos en plena temporada de elecciones intermedias para el Congreso y viviremos por varias semanas un ataque audivisual multimediático mágico-cómico-musical extremo para convencernos que los verdes, amarillos, rojos, azulos, anarajandos o el color que sea representan realmente la esperanza para México. Que ahora sí, en serio, ellos serán los buenos y harán todo lo que siempre has soñado por el país. Vaya, entre ellos y la madre Teresa de Cálculta no habría que dudar de la honestidad.

El detalle, creo yo, no es lo que ellos dicen, sino lo que terminan haciéndonos creer.

Hay mucha gente buena, gente sencilla, honesta, trabajadora, que necesita creer en algo. La gran mayoría de la población en éste país escoge tres cosas en las que creer ciegamente: la Virgen de Guadalupe, el equipo de fútbol, y el partido político.

Con respecto a la Virgen no voy a opinar porque no quiero ser quemado en la hoguera por hereje. Cree en lo que quieras, que solamente hasta el final nos enteraremos quién tenía la razón, si Mahoma, Buda ó Jesús. O todos. Quién sabe.

Hablaré, eso sí, de la semejanza entre el equipo de fútbol favorito del mexicano medio y la identificación con un partido político por parte de él mismo. Es increíble la correlación que existe entre estos dos aspectos, pero mucho se puede explicar por la efervescencia que provocan en sus seguidores. Sí tú preguntas a equis persona cuál es su equipo de fútbol favorito y a continuación le preguntas los por qués, las respuestas girarán en torno a su estilo de juego, los jugadores, la tradición, y tal vez, la cercanía.

Es mentira que un equipo de fútbol mantenga su estilo de juego durante años, temporada tras temporada. Si así fuera, habrían descubierto el hilo negro de la estrategia futbolística y tendríamos clubes monopolistas de los títulos. Y eso no pasa. Los trofeos siempre se van alternando. Es también mentira que un club retenga por largo tiempo a sus jugadores, por muy buenos que sean, porque también la venta de ellos es negocio, y el equipo es una empresa, lo cual se olvida seguido. Y finalmente, el factor de tradición resulta el más poderoso, porque el color del equipo es bonito, porque desde niño me acostumbré a seguir a ese club gracias a papá, porque me identifico con su imagen, etcétera. Lo de la cercanía, resulta muchas veces irrelevantes, y si no me creen, pregunten a todos los amantes de las Chivas y el América que viven a miles de kilometros de distancia de sus sedes. En resumen, que las razones que podemos tener para apoyar a un equipo salen del corazón y no de la razón. Irle al mismo equipo durante veinte años sabiendo que realmente - REALMENTE - no tiene un estilo de juego único, que sus jugadores son empleados por temporada y después sanamente vendidos, y que juegan en una ciudad que jamás has pisado en tu vida, no indica otra cosa que la fortaleza de la tradición en tu decisión.

La tradición.

Pásemos ahora con los partidos políticos. Aquí se pone más interesante el asunto. Véamos. La tradición de apoyar a un grupo se mezcla con el entorno en el que uno se desarrolla como individuo, además de las ventajas obvias que las propuestas privilegiadas del grupo otorguen, y en último plano, la conceptualización ideológica de lo que representa el grupo. Pocos, muy pocos, pueden hablar claramente de lo que su partido representa sin caer en insoportables peroratas. La ideología existe para justificar la existencia, pero no para amasar miembros. Ahí es donde entra la fuerza de la tradición y la mercadotecnia. Por decirlo en otras palabras, apoyamos a partidos porque nos caen bien, pero no tenemos idea de lo que estamos promoviendo en realidad. Créemos tenerla, pero raramente es así.

El punto de ésta discusión es generar una propuesta. Será imposible convencer a las más de ochenta millones de almas con derecho a voto en éste país dejar de participar en el juego que los poderes fácticos allá arriba tienden una y otra vez cada cierto número de años. Que la gente comprenda que el PRI, que el PAN, que el PRD y etcétera NO son mejor uno que otro es algo que no veremos en nuestro tiempo de vida. No hay mejores proyectos, no hay mejores candidatos, no hay mejores resultados. Y no es pesimismo crónico. Es un hecho que candidato que hoy pertenece a un partido, mañana bien puede estar en otro. Como en el fútbol. Y es un hecho también que un hombre no es sus palabras. Y todos ellos viven de decir muchas.

La pasión de defender los colores de un partido a capa y espada y enfadarse cuando nuestro grupo es expuesto (con o sin razón) es un infantilismo subyacente en la cultura de aquel que necesita ser guíado todo el tiempo. Y como masa, tal parece que eso necesitamos.

Ahora, como sé que no podré cambiar eso, quiero hacerles la siguiente propuesta.

¿Qué tal si alguien importante en el IFE propone eliminar el uso de propaganda partidista basada en plástico, papel o cualquier otro derivado contaminante, para enfocar exclusivamente las campañas a medios electrónicos?

Actualmente el IFE regula el tiempo que cada partido tiene para transmitir sus mensajes en los diversos medios electrónicos. Eso es una reverenda estúpidez. La justificación es que así les dan igual de tiempo de exposición a todos, pero eso es una tontería. Con mi propuesta, el que tiene más dinero puede pagar más anuncios, pero entonces los que no tienen tanto presupuesto, se tienen que volver más creativos. Y para acordarnos cuántas veces David ha vencido a Goliat en la historia, tenemos la historia de la Obamanía en los últimos meses.

Con mi propuesta ganamos todos (ya sueno a candidato): el ambiente respira un poco ya que no se imprimirán millones de babosadas que al cabo de unas semanas serán inutilizables y olvidadas irán a acumularse en los basureros municipales. Las televisoras se hacen de más dinero y a lo mejor con eso puede que paguen a mejores actores para sus mediocres telenovelas. Se hace más efectiva, creativa y dinámica la mecánica de las campañas porque está visto que siempre será más fácil colgar un video en YouTube o grabar un comercial para Televisa o editar un spot de radio que cambiar cinco millones de posters pegados en una ciudad para promover la risa colgate de un candidato someramente equis.

Sirve así que se da un poco de respiro a la población que no quiere exponerse al juego estúpido. Si no me interesa saber de ellos, no escucho el radio, no prendo la tele, no veo su información en Internet. Y listo.

Aunque tal vez ese sea el problema después de todo. No quieren dejarnos respirar porque entonces el teatro se viene abajo y alguna voz puede gritar fuerte y decir que nos están viendo la cara.

Y desde hace mucho.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Plátanos fritos

- Dedicado a Eva.
Mazel Tov!


Desconfío hondamente de las voces suaves, susurrantes, que suenan como una mala interpretación de un personaje débil en el teatro de la vida. Esa tonalidad lánguida que se desliza por una mar de palabras para convencer, pero que sabe está seduciendo.

Manipulando, mejor dicho.

Corté la conversación con la amable y guapa colega poseedora de una voz así. De haber podido encontrar el método para que mis alarmas internas dejaran de dispararse automáticamente cada vez que ella decía algo, bien pude haber continuado con la plática, pero eso no sucedió. Buscando con qué alejarme y no parecer demasiado grosero - la cortesía siempre, aunque estés muriendo - ví en el extremo del jardín las viandas con suculentas ofertas. Es una cualidad de la distancia que todo parezca o glorioso o decadente, pero nunca lo que en realidad es.

Diecisiete pasos después comprobé que nuevamente mi visión de Birdman había fallado. Lo que lucía como una mezcla de masa anaranjada amorfa resultaron ser alegres langostas esperando a mi apetito. Lo que parecían divertidas ensaladas resultó ser comida tailandesa con exceso de cosas raras. Y así, recorrí con la lengua de fuera el menú internacional con el que eramos agasajados.

No soy un buen gastrónomo, pero si ya he comido bichos, un side dish parecido a la arena, cosas que me hicieron toser durante dos horas seguidas, y otras que sólo de recordar quisiera volver a nacer, no hay mucho ahí afuera que me haga dudar sobre si debo probar algo o no. Así que probé de todo un poco y al final terminé satisfecho, lo que era la idea en general.

La barriga llena invita a muchas cosas, pero en ese instante no podía retirarme a dormir, y mucho menos eructar abruptamente. No hablemos de abandonar la interesante conversación del colega más viejo y cabrón experimentado de la vida que coronaba nuestra ilustre mesa. Prendí un cigarro fingiendo poner atención al relato de su último viaje por la India. En realidad me dispuse a alejarme en un viaje de la mente abrazado por mi humo personal.

Y ello me llevó a recordar mi historia con los deliciosos plátanos fritos.

El amor a la distancia también luce glorioso o desastrozo, como ya les dije arriba. De éste en particular recuerdo las hazañas y conquistas. Uno de los éxitos fue cuando logré fijar en la memoria de esa ex-novia el nombre del platillo que más le había fascinado de México, los "platanitous free-tous". Me miraba con alegría, abría más esos verdes, sonreía y asentía coquetamente para decirme que claro, había que ordenar de esos. Siempre.

Nunca les había puesto atención, pero supongo que es parte del crecer entre platillos tan deliciosos. Algo así como ser dueño de un club nocturno: tantas mujeres voluptuosas a tu alrededor que te llegan a aburrir.

Comimos muchos de esos platanitos fritos en aquellos días. Si las regulaciones aeronauticas internacionales no impidieran cargar con diez kilos de ellos*, probablemente se equipaje habría incluido una bolsa extra, pero bueno, en aquel entonces ambos pensamos que regresaría a seguir comiendo más.

" ...como cuando me comentaste lo del aeropuerto en Sao Paulo, ¿recuerdas?"

Hay dos cosas que te dan toda la certeza que tienes una cara de estúpido atrapado en in-fraganti. La primera es que todos te miran y la segunda es que hay un silencio total. Hice ese recuento mental y me dí cuenta que ambas condiciones se cumplían perfectamente e-n e-s-e p-r-e-c-i-s-o p-u-t-o i-n-s-t-an-t-e. Y que yo era el protagonista. A todo dar.

Respondí balbuceando mecánicamente - porque el tiempo me había vuelto ducho en pláticas insustanciales alrededor de una mesa llena de gente con la que convivirás si acaso un par de veces en la vida -y me dispuse a enlazar lo que efectivamente estaba pensando con lo que sea que era que ellos querían escuchar de mi, de eso de Sao Paulo y lo que sea que el colega viejo estuviese diciendo.

Alguna vez me retaron a llegar saltando con conceptos de la palabra cerdo a filosofía. Es decir, conectarlas de manera lógica. Y en no más de cinco palabras. Fue sencillo: de cerdo piensas en salchicha, luego te acuerdas que las mejores están en Alemania, y que ahí mismo nació Nietzsche, y que él es a la filosofía lo que Maradona al fútbol.

Pero regresemos a la mesa. Admito que no encontré manera de enlazar plátanos fritos con Sao Paulo en cinco conceptos. Y me callé.

"Oh, shut up!" hubiese dicho ella de cualquier manera.

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*Manual V, Capítulo II, Párrafo 2, de la Ley Internacional de Vuelos Trasatlánticos regula la cantidad de plátanos fritos que un pasajero puede llevar en su equipaje.