viernes, 22 de mayo de 2009

De campaña

Existe en México un organismo descentralizado encargado de organizar, regular y arbitrar las elecciones del país. En principio, la idea es buena ya que podemos adherir "autonomía" como sinónimo de "descentralizado" y por ende, pensar que el gobierno no andará metiendo sus manos de manera tan grosera en el proceso.

Sin embargo, hay un detalle de fondo que jode todo el asunto: la elección de los dirigentes de este organismo - conocido como IFE por sus siglas.

Esta selección de los consejeros ciudadanos (los jefazos del IFE) se da en el Congreso de la Unión, donde los representantes populares y no, le dan el visto bueno a quienes dirigirán el instituto por los próximos años. Muchas obviedades vienen a flote con este proceso. Primero, que todo el asunto se politiza enormemente y sirve entonces a meros intereses poderosos detrás de las cortinas. Se supone que cualquiera puede aplicar para estas posiciones, dadas las credenciales adecuadas, pero todo mundo sabe que un don nadie - políticamente hablando - no será elevado a un alto cargo en la jerarquía de este instituto ciudadano si no tiene compadres en el congreso, del partido que sea.

Lo anterior viene a colación porque estamos en plena temporada de elecciones intermedias para el Congreso y viviremos por varias semanas un ataque audivisual multimediático mágico-cómico-musical extremo para convencernos que los verdes, amarillos, rojos, azulos, anarajandos o el color que sea representan realmente la esperanza para México. Que ahora sí, en serio, ellos serán los buenos y harán todo lo que siempre has soñado por el país. Vaya, entre ellos y la madre Teresa de Cálculta no habría que dudar de la honestidad.

El detalle, creo yo, no es lo que ellos dicen, sino lo que terminan haciéndonos creer.

Hay mucha gente buena, gente sencilla, honesta, trabajadora, que necesita creer en algo. La gran mayoría de la población en éste país escoge tres cosas en las que creer ciegamente: la Virgen de Guadalupe, el equipo de fútbol, y el partido político.

Con respecto a la Virgen no voy a opinar porque no quiero ser quemado en la hoguera por hereje. Cree en lo que quieras, que solamente hasta el final nos enteraremos quién tenía la razón, si Mahoma, Buda ó Jesús. O todos. Quién sabe.

Hablaré, eso sí, de la semejanza entre el equipo de fútbol favorito del mexicano medio y la identificación con un partido político por parte de él mismo. Es increíble la correlación que existe entre estos dos aspectos, pero mucho se puede explicar por la efervescencia que provocan en sus seguidores. Sí tú preguntas a equis persona cuál es su equipo de fútbol favorito y a continuación le preguntas los por qués, las respuestas girarán en torno a su estilo de juego, los jugadores, la tradición, y tal vez, la cercanía.

Es mentira que un equipo de fútbol mantenga su estilo de juego durante años, temporada tras temporada. Si así fuera, habrían descubierto el hilo negro de la estrategia futbolística y tendríamos clubes monopolistas de los títulos. Y eso no pasa. Los trofeos siempre se van alternando. Es también mentira que un club retenga por largo tiempo a sus jugadores, por muy buenos que sean, porque también la venta de ellos es negocio, y el equipo es una empresa, lo cual se olvida seguido. Y finalmente, el factor de tradición resulta el más poderoso, porque el color del equipo es bonito, porque desde niño me acostumbré a seguir a ese club gracias a papá, porque me identifico con su imagen, etcétera. Lo de la cercanía, resulta muchas veces irrelevantes, y si no me creen, pregunten a todos los amantes de las Chivas y el América que viven a miles de kilometros de distancia de sus sedes. En resumen, que las razones que podemos tener para apoyar a un equipo salen del corazón y no de la razón. Irle al mismo equipo durante veinte años sabiendo que realmente - REALMENTE - no tiene un estilo de juego único, que sus jugadores son empleados por temporada y después sanamente vendidos, y que juegan en una ciudad que jamás has pisado en tu vida, no indica otra cosa que la fortaleza de la tradición en tu decisión.

La tradición.

Pásemos ahora con los partidos políticos. Aquí se pone más interesante el asunto. Véamos. La tradición de apoyar a un grupo se mezcla con el entorno en el que uno se desarrolla como individuo, además de las ventajas obvias que las propuestas privilegiadas del grupo otorguen, y en último plano, la conceptualización ideológica de lo que representa el grupo. Pocos, muy pocos, pueden hablar claramente de lo que su partido representa sin caer en insoportables peroratas. La ideología existe para justificar la existencia, pero no para amasar miembros. Ahí es donde entra la fuerza de la tradición y la mercadotecnia. Por decirlo en otras palabras, apoyamos a partidos porque nos caen bien, pero no tenemos idea de lo que estamos promoviendo en realidad. Créemos tenerla, pero raramente es así.

El punto de ésta discusión es generar una propuesta. Será imposible convencer a las más de ochenta millones de almas con derecho a voto en éste país dejar de participar en el juego que los poderes fácticos allá arriba tienden una y otra vez cada cierto número de años. Que la gente comprenda que el PRI, que el PAN, que el PRD y etcétera NO son mejor uno que otro es algo que no veremos en nuestro tiempo de vida. No hay mejores proyectos, no hay mejores candidatos, no hay mejores resultados. Y no es pesimismo crónico. Es un hecho que candidato que hoy pertenece a un partido, mañana bien puede estar en otro. Como en el fútbol. Y es un hecho también que un hombre no es sus palabras. Y todos ellos viven de decir muchas.

La pasión de defender los colores de un partido a capa y espada y enfadarse cuando nuestro grupo es expuesto (con o sin razón) es un infantilismo subyacente en la cultura de aquel que necesita ser guíado todo el tiempo. Y como masa, tal parece que eso necesitamos.

Ahora, como sé que no podré cambiar eso, quiero hacerles la siguiente propuesta.

¿Qué tal si alguien importante en el IFE propone eliminar el uso de propaganda partidista basada en plástico, papel o cualquier otro derivado contaminante, para enfocar exclusivamente las campañas a medios electrónicos?

Actualmente el IFE regula el tiempo que cada partido tiene para transmitir sus mensajes en los diversos medios electrónicos. Eso es una reverenda estúpidez. La justificación es que así les dan igual de tiempo de exposición a todos, pero eso es una tontería. Con mi propuesta, el que tiene más dinero puede pagar más anuncios, pero entonces los que no tienen tanto presupuesto, se tienen que volver más creativos. Y para acordarnos cuántas veces David ha vencido a Goliat en la historia, tenemos la historia de la Obamanía en los últimos meses.

Con mi propuesta ganamos todos (ya sueno a candidato): el ambiente respira un poco ya que no se imprimirán millones de babosadas que al cabo de unas semanas serán inutilizables y olvidadas irán a acumularse en los basureros municipales. Las televisoras se hacen de más dinero y a lo mejor con eso puede que paguen a mejores actores para sus mediocres telenovelas. Se hace más efectiva, creativa y dinámica la mecánica de las campañas porque está visto que siempre será más fácil colgar un video en YouTube o grabar un comercial para Televisa o editar un spot de radio que cambiar cinco millones de posters pegados en una ciudad para promover la risa colgate de un candidato someramente equis.

Sirve así que se da un poco de respiro a la población que no quiere exponerse al juego estúpido. Si no me interesa saber de ellos, no escucho el radio, no prendo la tele, no veo su información en Internet. Y listo.

Aunque tal vez ese sea el problema después de todo. No quieren dejarnos respirar porque entonces el teatro se viene abajo y alguna voz puede gritar fuerte y decir que nos están viendo la cara.

Y desde hace mucho.

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