miércoles, 31 de diciembre de 2008

Razones para extrañar a los doce de atrás

Descubrí quiénes son mis verdaderos amigos. Y descubrí por qué lo son. Y descubrí que lo son todo el tiempo, bajo lluvia, café, whisky, apuros, cumpleaños, nacimientos, bodas y comentarios. Descubrí quiénes me consideran igual. Y de tanto descubrirnos, seguimos brindando.

Me dí cuenta que tener la razón no tiene caso, si no tienes con quién compartirla. Si no sabes cómo transmitirla. Si no sabes que lo delicioso para esa situación consistía más en la equivocación breve que en la perdurable verdad.

Mi corazón fue arriba, abajo, a un lado y luego al otro. Se pasmó. Se congeló. Se movió. Se agitó. Y cuando gritó lo hizo sin miedos. Y cuando calló, todo el mundo lo escuchó. Y si sigue latiendo, así seguirá.

El trabajo fue mucho y la recompensa llegó pronto.

El mundo logró mostrar rostros que prometen. Rostros que hacen llorar. Rostros que deseamos esculpir para que nos guíen bien.

Porque ya en la recta final, la gente más extraordinaria del mundo me dijo las cosas que en otro punto de mi vida no me habrían servido. Las frases, consejos, recomendación e ideas llegaron con un timing perfecto. Y yo sigo digiriendo todo.

Porque crecí y en ello sigo viendo al hombre que más admiro en el mundo al igual que la mujer que más amo y la chica que más procuro.

Porque los vicios no se hicieron más fuertes, pero sí más variados. Y no todos fueron para mal.

Brindo por el año que viene. Desde ya le agradezco al menos el intento por superar trescientos sesenta y seis días tan excepcionales.

martes, 30 de diciembre de 2008

Reddish (1ra Parte)

La reunión semi-anual de evaluación y planeación (en esta ocasión era meramente planeación) discurría de manera normal. Gráficas imponentes, discursos bien pensados, buenos deseos en memos y ambiente festivo por las enormes ganancias proyectadas hacían de ésta una más de las juntas que desde hace más de cincuenta años se mantienen en un edificio discreto de Naciones Unidas en Ginebra.

Era un convivio secreto. Diez personas. Mesa de roble del tamaño suficiente para servir de base a un edificio neoyorquino de al menos cuarenta niveles. En el extremo sur de la mesa se localizaba Peter Scraighert, distinguido experto mercadólogo representante de un consorcio de medios, con estudios de posgrado en estadística avanzada, psicología de masas y otros tantos diplomas y distinciones que probablemente marearían a cualquiera de sus interlocutores en la mesa. Tampoco es que les importara mucho. A la izquierda de "el querido Pete", teníamos a Mark Sofobenske, representante del consorcio de las compañías encargadas de la producción mundial de juguetes. Hasbro y Mattel solían tener cada cual su representante pero se comprobó después de veinte años que las variaciones en sus objetivos de inmensa riqueza global eran nulas, por lo cual sabiamente escogieron a un mediador común rotándolo cada cinco años. Era el tercer año de Mark.

El tercero en nuestra lista, junto al chico Hasbro/Mattel, era la única mujer en la sala. Representante permanente de los intereses de la industria de los videojuegos. Una japonesa que logró acallar las críticas de su nominación al poner un reporte en el escritorio del CEO de Nintendo que aún sigue haciendo leyenda en la industria del entretenimiento japonesa, demostrando cómo simplemente deteniendo el avance inconmensurado de las altas gráficas, realidades extremas, procesamiento indiscutible y tramas complejas, se podía ganar más dinero e involucrar cuatro veces más número de jugadores adictos a la nueva consola. Su reporte fue tan secreto que la historia oficial no la menciona como la mente detrás del concepto Wii. Katana Shu, se hace llamar. Y en agradecimiento a que logró llevar los videojuegos a un nuevo nivel, la compañía le ofreció cualquier puesto a su alcance. Y el que hoy ostenta, es lo más cercana que haya estado de la fantasía.

Walter Tarantono, representante de Coca-Cola, patrocinador original y principal del proyecto. Junto a él estaba Julio Polenski, un español con raíces judías, anti-prácticante de la ortodoxia y amante de la diplomacia, representante único de los intereses de la UNESCO - y por ende la ONU - en todas las decisiones. El encargado de la seguridad del personaje principal, Vladimir V. Alto mando militar con identidad secreta y con acceso a todos los niveles de protocolos de emergencia que una nación tan poderosa puede brindar a un personaje tan distinguido. Que su huesped hubiese elegido su país para establecerse, era una distinción a la que correspondía no menos de un apabullante - pero extremedamente discreto y casi imperceptible - ejercicio de seguridad personal. Moscú sabía lo que tenía.

La contraparte de Vladimir era otro muy condecorado oficial que en su chaqueta indicaba su importancia en la OTAN. Como únicos dos bloques que realmente importan militarmente hablando, bastaba con esas garantías de seguridad para saber que los grandes intereses de la mesa estaban protegidos. Jean Montjean sabía perfectamente que donde los rusos fallaran, él tendría que superar. Y si eso lo estresaba un poco, sus facciones serenas jamás lo denotaban.

Enrico Guizaro, enviado personal y plenipotenciario de la Santa Sede. De todos, era el más experimentado en estas reuniones. Amigo de todas las confianzas del orquestador original de ésta suerte colectiva, Enrico había aprendido las artes de la administración de la fé al mismo tiempo que de los dineros. Era un hombre respetado Enrico, y su toque de los temas constantemente llevaba un cierto peso extraño para que nadie olvidara que por él hablaba el representante religioso más importante de todo el mundo.

Un muy elegante personaje era el único que fumaba, y dada su posición clave como representante de los intereses de la OPEP, el mundo musulman, y todo lo no cristiano básicamente, se le permitía hacerlo sin reproches. Nadie es tan tonto como para hacer enojar de a gratis a la otra mitad importante de la humanidad en términos económicos. Abbas Hazam. Vladimir, que alguna vez había puesto en práctica sus habilidades especiales en Medio Oriente y que hablaba el arabe lo suficientemente bien como para no haber muerto en su personalidad encubierta, esbozaba una nula sonrisa con su nariz cada vez que el nombre del árabe venía a su mente. Abbas, descripción de un león. Hamzah, león. Decirse León león en una parte del mundo donde no hay leones era una lógica que lo divertía.

Y luego teníamos a Reddish. Su nombre clave. A los rusos les encantaba que su propuesta para designarlo así haya quedado al menos instituida en el submundo de seguridad y secrecía que los gobiernos habían reconocido ante tal ente. Reddish era alto, corpulencia de leñador en la tundra, pero apasible como aquel que saber es algo diferente y que su poder emana del misterio de sus habilidades. Y literalmente del respaldo de un Dios desconocido que todos los presentes en la inmaculada sala temían. Ellos, sus gobiernos y su gente.

Lo sobrenatural es algo que la gente cree que puede abordar. Se ve tan fácil en las películas convivir con seres ultraterrenales, o encontrar explicaciones a los sucesos más extraños. Los líderes del mundo saben que lo desconocido puede ser peligroso, por muchos motivos políticos y sociales . Pero es la pérdida del orden y el cambio de polaridad en el juego del poder lo que realmente más asusta.

Poco después de la Segunda Guerra mundial, vía un escape imposible desde Polonia, llegaron al Vaticano dieciocho personas asegurando haber visto un ángel. Reportes más o menos similares se dieron desde otros sitios tan dispersos de Europa que una comisión secreta fue integrada para esclarecer los hechos. La comisión turnó su interés al más excelso de los investigadores en su poder y así, tras cinco años de búsqueda, y porque al parecer el ángel no intentaba realmente esconderse, lo localizó en un alejado pueblo de las frías montañas de Kirguistán.

No fue sencillo obtener información de un ángel que no hablaba más que un poco de ruso. Y tal vez su historia no fuera interesante, o tal vez sí, pero la verdad es que nunca la contó. Aceptó ser estudiado y asesorado por la misma Comisión que lo encontró. Y años después, cuando los estudios médicos, físicos, y de todo tipo no mostraban nada espectacular, el ángel voló. Y voló alto.

Y quienes lo vieron apenas dieron crédito. Y alguien notó que era el día de Navidad. Y alguien pensó: "Este...hombre...es San Nicolás".

domingo, 28 de diciembre de 2008

Empaquetándote

Bien dicen que hay que tener cuidado con lo que se desea. ¿Recuerdan aquella lista de deseos que publiqué hace unas semanas?

10) Presúmeme algún viaje. CONSEGUIDO.
El viaje a Suecia. El viaje a Filipinas. El viaje a Guadalajara. El viaje a no sé dónde demonios. Fueron varios. Fueron buenos. Fueron relatos perfectos. Podrían tener su blog mis queridos. Pero entonces, me dejarían sin chamba.

9) Toma una foto. CONSEGUIDO.

En mi cumpleaños. Con mi gente. En mi lugar. ¿Qué más pedir? Gracias al fotógrafo anónimo que nos logró capturar antes de los desvaríos.














(izq. - der. los de arriba: K13, MR, MM, AL, ML, LD, IR. Izq-der en la mesa: LS, MP, RV, el blogger, la amiga de AS con gorra blanca, GR y W.) a MC, A de OB y OB mismo los insertaremos digitalmente en una co-producción con Industrial Light & Magic.

8) Opina (o destroza) lo que escribo. CONSEGUIDO.
Cortesía de K13. De nuevo: danke.

7) Preséntame gente inteligente. CONSEGUIDO.
Fue un Mac Guy. Un render. Hablamos de viajes, lugares, Radiohead, la vida, etc. Saludos A.

6) Comparte una canción. CONSEGUIDO.
Y la cantamos. Y no fue una. Fueron varias. Gracias OB, IR y compañía.

5) Habla de tu futuro con optimismo. CONSEGUIDO.
MM, suerte con tu imperio.

4) Inspírame. CONSEGUIDO.
RV y LD. Esa plática en la Cava me dejó mucho material. Gracias, pero ya no tomemos vodka ni tequila. Lo que es lo nuestro, por algo lo es.

3) Discute conmigo. CONSEGUIDO.
IL. Porque tenías que ser foránea para hacerme notar en serio el lado obscuro de una ciudad que sólo piensa en fiesta. Tráeme unas tlayudas.

2) Dame un abrazo sincero. CONSEGUIDO.
El grupo de gente más extraordinaria del planeta se encargó de eso.

1) Sorpréndeme.CONSEGUIDO.
Cortesía de la honey-bunny.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Reflexionando en vacaciones

He escrito muy poco en estos días. Es como si me hubiera secado, como si las palabras que vienen a mi también hubieran tomado su equipaje, puesto sus lentes de sol, navegado en Internet para comprar sus boletos de avión y abandonado a este intento de blogger constante.

Trato con todas mis fuerzas de encontrar un tema o una idea y ponerla aquí al mínimo pretexto. Pero ahora me doy cuenta que ese es un error táctico grave: no puedo forzar mi escribir, de la misma forma que tampoco forzas a alguien a que te ame. Simplemente no resulta, no resultará y no tiene razón de ser.

Una de las cosas que pensé en escribir era sobre lo que la gente hace o platica en mi larga y curiosa calle. Y me refiero a la gente que la transita, aquellos que no conozco y que son invitados a vagar, correr, sufrir o pasear por mi territorio. Mi calle es mágica y si te tomas el tiempo de recorrerla de extremo a extremo podrás conocer todo sobre orografía, urbanismo, arquitectura, aspectos sociales y culturales del México moderno. Y no exagero. De alguna forma el gran diseñador del universo hizo que la calle desembocara en el mar bajo la luz de que es lo único que podría recibir tantas historias de una calle vertidas como si drenaje fuera.

Y todo eso voy observando a paso lento cuando el señor de sombrero, con muy buen tono, aspecto campesino y cara de sabio me pregunta la hora. Le respondo. Me da las gracias. Y así terminamos nuestra relación fugaz que no sabemos si podría haber cambiado el mundo. Como la tuya y la mía.

Creo que inspiro confianza. O a lo mejor tengo cara de buena gente. O es eso o mis ciento noventa centímetros de altura llaman ridiculamente la atención y por eso soy el elegido casi siempre para la cuestión de la hora y las calles.

La hora. Es que siempre me preguntan la hora. Mi reloj no es verde fosforescente, ni saca chispas, tampoco hace "ruiditos" y mucho menos brilla. No me lo gané en una caja de cereal. Es un reloj pesado, de marca, común y corriente, que cualquier tipo de mi edad trae. Y sin embargo, todos los días religiosamente un desconocido se cruza conmigo, ve mi muñeca, sonríe y me pide la hora. Todos los días. Yo, que soy tan pinche amable, siempre doy la hora en el formato más exacto posible: "son las once dieciocho". Listo. No "once veinte" ni "once y cuarto" o "son como las once y...quince". No. "A tiempo y con precisión" es mi eslogan de servicio de reloj ambulante.

Y al menos una vez por semana un conductor con cara de frustración se acerca a mi y pide orientación para encontrar desde el castillo de la ciudad hasta la bóveda secreta de una casa antigua en el centro. Esta última dirección me la reservo y en su lugar los envío al café más tradicional de la localidad. Así al menos si siguen perdidos, pueden comer y beber algo a gusto.

Pero como les decía, pensé en escribir sobre todo lo de arriba y algo me decía que no. Que fuera paciente y que la inspiración llegaría para publicar una entrada algo un poco más digerible. Si así fue o no, tú lo decides mi querida lectora anónima (en femenino, para apoyar eso de la equidad de género que tanto sufre en nuestro idioma.)

De pronto, en esa reunión con las personas más grandiosas del planeta, uno de ellos, listo y parco, me planteó la pregunta.

Si el dinero no fuese factor, ¿a qué te dedicarías?

Y esa pregunta provocó la ignición. Abrochen sus cinturones. Mach 1. La vida es bella.

Preguntar algo así puede resultar irrespetuoso si no conoces a la persona. Resulta una manera muy velada de indagar sobre sus frustraciones y traumas laborales, personales, económicos, etc. Vaya, alguien con menos educación te preguntaría si consideras que tu trabajo es una mierda. Alguien agresivo te obligaría a reconocer que no sólo tu trabajo es una mierda, sino que tu vida entera lo es y que resultas patético por no hacer nada para cambiarla.

Mach 2. Aquí sientes que los oídos te zumban y que tu visión periférica se ha reducido un buen setenta por ciento. Luego te das cuenta que no lo sientes, sino que así es. De mis días como piloto de combate altamente especializado recuerdo esto. Afortunadamente los familiares de los pilotos de los Mig-23 rusos que derribé desconocen mi identidad. Ya he sido perseguido por el ex-novio ruso de una ex-novia mía y sé que no son tipos agradables cuando se enojan. Larga historia. Otra entrada otro día mis estimados.

Afortunadamente estaba con las personas más grandiosas del planeta como ya les dije. Y al preguntador lo invité, como responsable de una cuestión profunda, a tener la putisima amabilidad de contestarla primero. Y así lo hizo. "Estudiar" dijo él. Iba a escupirle mi copa de whisky pero recordé al instante mis modales y en su lugar complementé su idea diciendo "estudiar es tener curiosidad".

Mach 2 y cachito. Los controles vibran. No tengo copiloto operador de instrumental. Me sería útil tenerlo porque así evitaría muy probablemente terminar hecho mierda sobre el espacio aéreo de Groelandia cuando los cabrones chicos Mig se juntan para darme una paliza.

Yo respondí que me gustaría ser alguien de letras. Escritor, articulista, columnista, etc. Le conté cómo mi blog me ayuda en esa ilusión y cómo desde niño, cuando soñaba con encargarme de periodicos murales y luego editar una revista para estudiantes y cosas así, había descubierto mi vocación. ¿Por qué no me volví eso? Aún estoy a tiempo.

Pero me gusta enseñar. Transmitir cosas a la gente es también una pasión. ¿Entonces qué soy? ¿Escritor, maestro? Me gusta la tecnología también. Me gusta viajar. Me gusta ser gastrónomo, lector, corredor, fumador, crítico de cine, investigador (I. diría que por chismoso). Me cuesta trabajo la definición.

Pero creo que escritor soy. Fue lo primero que vino a mi mente ese día con la pregunta de L. Después de todo, el día que llegue a serlo, ya habré pasado por todas las experiencias de los oficios, técnicas y profesiones que escribí. Y entonces tendré algo digno que decir.

Mach 3. Apago el videojuego. Esas son mamadas.

Y luego, unos días más adelante, cambio de escenario, nueva gente en el show continuo de las reuniones navideñas. Y otra pregunta invitante, cortesía del gran MM.

¿Tu legado hasta ahora?

La escuela preparatoria en la que me enrolé fue donde durante tres años conocí el lado obscuro de la vida. Comentar mis (des)vivencias ahí es tema de varias entradas en este blog. Entradas que se irán dando. Baste decir que eramos el grupo de cincuenta pseudo-estudiantes más insoportable, indisciplinado, peleonero, y con peores mañas en un radio de unos ochocientos kilometros a la redonda. Lo digo con orgullo porque sobreviví a ello a pesar de todo.

A ellos, a la gran mayoría, yo les enseñé a jugar ajedrez. Hicimos competencias. Uno, que ahora es parte del grupo de gente más extraordinaria del planeta, osó ganarme al darse inmediatamente cuenta que yo no era más inteligente que él, sino quesimplemente había aprendido el juego una década antes y practicado como por la mitad de ese tiempo. Hoy en día sigue siendo un gran rival en el tablero.

Ese es un legado que he dejado. Algún día, si es que no ha ocurrido, esos tipos a los que enseñé las artes de reyes, alfiles y peones, instruirán a su vez a sus chiquillos y entonces sabré que minúsculamente cambié un poco el mundo de alguien que no conocí. Y para bien.

OK. Lo prendemos de nuevo. Mach 3. Esto es tan veloz como la fuerza aérea me lo permite sin tener el clearance adecuado para piloto de aviones prototipo experimentales. Algún día pilotearé uno de esos juguetes costosos. Es fácil ir así de rápido. Presurizas la cabina una diez veces más. Activas ciertos seguros. Dictas cuatro comandos de voz, tecleas un par de códigos, arrastras tres interruptores, aprietas tus genitales para sentir que sigues vivo, te persignas e impulsas el joystick.

Y te vas rápido y muy lejos sin nada delante de ti. Y a veces eso es todo lo que se necesita en vacaciones.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Confía en mi

Esa mujer con rostro inteligente y negra como el azabache - pero afroamericana en términos políticamente correctos - dirigió su atención inconfundible, sus palabras precisas y su acento de alta alcurnia y buena universidad a mi persona.

¿Y cuál es tu reporte? - escupió. Toda una mesa habitada de profesionales consumados del área me observaba. Yo sonreí apelando a mi actitud de chico buena onda algo desubicado por un largo viaje.

El reporte de mi área es que todavía no hay reporte. Dado que soy nuevo en la posición, intento familiarizarme con los diferentes elementos blah blah blah ... - dije en tono entre de chamaquito pendejo haciéndose el gracioso (nadie rió) y de inculpado injustamente (nadie sintió pena).

Ojos verdes, azules, negros, morados, rojos, y así, me miraban fijamente. Me quedé de pie repasando si había respondido en inglés, español, francés o turco y que tal vez por esa razón no me habían entendido. Luego me acordé que no hablaba ni francés ni turco y que podía todavía pronunciar la última palabra de mi dialogo en inglés. Así que sí, efectivamente, había dicho lo que tenía que decir y bien.

Pero no reaccionaban.

¿De dónde eres? - me preguntó finalmente un tipo pariente de Santa Claus y que resultó ser uno de los jefazos. Yo le expliqué de dónde era. Varias caras expresaron cierto alivio: yo era un pobre diablo del tercer mundo y por eso ahora se entendía con claridad mi falta de reporte.

Alrededor de siete de los miembros de la Santa Inquisición que me juzgaba declararon: Yo conozco ese lugar. Es muy bonito. Fui con (nombre de la esposa/esposo, amante, amigo/a, etc.) en (año). Esto alivió un poco la tensión y me dió oportunidad de explicar que el hecho de que a) ese lugar (mi lugar) se localizaba a unas varias decenas de miles de kilometros del majestuoso hotel en que nos reuníamos hoy en día, y b) que apenas tenía yo ochenta y siete minutos entre aterrizaje y jucio sumario, y c) que había sido invitado a la posición cuarenta y ocho horas antes, había dado como resultado mi lacónica falta de un putisimo reporte.

Si las miradas mataran, yo habría caído abatido por una mujer de raza Obama de cuarenta y algo de años egresada de CalTech y con un trabajo con el que millones soñarían. Afortunadamente, las balas apenas me rozaron gracias a la intermediación de mi mentor y amigo europeo quien finalmente era el que me había metido en todo este desmadre.

No es que a él lo respetaran por ser el superior o igual de todos ellos. Pero pues al menos ya los conocía bien y podía apretar lo necesario para que me dejaran vivir un día más. Explicó en su muy acentuado - por no decir un poco desesperante - inglés las razones de su nueva adquisición (o sea, yo) y cómo todos debían celebrar lo que el asumía era una excelente idea. Sangre nueva, ideas probadas en otras áreas, buenos contactos, etc. Me sentí listo para ser envuelto y etiquetado como el producto más hot del año. Después de su intervención - épica para mi - todo fueron sonrisas, buena comida, pláticas, estrechar manos, más plática, tutorial de vinos caros, fumar puro y hablar como si yo fuera el presidente de mi país.

Más adelante, durante otro aspecto de la reunión, me levanté, yo simple mortal con apenas un grado universitario infímo, y expliqué el uso de una nueva herramienta de la organización. Los professors, managers, demás directivos y hasta un par de CEOs de pequeñas start-ups me vieron con curiosidad los diez primeros minutos para luego meterse en el alma de la presentación haciendo preguntas y al final agradeciendo mi aportación. El chico Microsoft junto a mi me presumiría más tarde su tablet PC como si fuéramos compañeros de escuela.

Había esquivado el fuego de la hoguera que me condenaría al purgatorio por el resto de mi existencia profesional gracias a un tipo que creyó en mi. Y aprendí que basta con extender tu confianza a una persona para que la gente a tu alrededor la selle por tu ejemplo.

Y si hay confianza, hay muchas cosas.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Guerras equivocadas: contra el tabaquismo

Comencé a fumar a mis veinte años. De haber sido firme opositor y odiador de este hábito, me convertí en lelo y frecuente practicante. La transformación que se dió en mi no fue tan espantosa como los puritanos pensarían: no me crecieron las orejas, ni mi rostro se tornó verde, ni sufrí de paros cardiacos juveniles ni mucho menos dejé de tener novias o amigos por mi mal hábito.

Cuando leo y escucho los debates entre fundamentalistas de cualquier especie, tiendo a sonreir socarronamente y comparar mentalmente lo que dicen, entre lo que realmente es, y lo que yo pienso de todo ello. Así me ha pasado con el cigarro y hoy voy a compartirlo contigo, querido lector anónimo.

Fumar es un hábito adulto combatido ferozmente hoy en día de manera unánime. Podrás tener a políticos de diversos signos, jugadores de equipos antagonistas, familiares enemistados, amigos antípodas y prácticamente de todo en lo que difieren habrá algo que los una: su falso odio al cigarro. Y digo falso como podría decir aburrido, inerme, sin sustento y otras cuantas palabras más. Pero dejemos la palabra "falso" que servirá tan bien como las demás.

No me quiero eregir aquí como paladín defensor del cigarro. No. Para nada. Estoy totalmente enterado de todo los riesgos que ésta actividad representa en los diferentes planos. Yo mismo he experimentado un poco de esos efectos, como cuando al intentar jugar fútbol en una ocasión sentí que mis pulmones me mentaban la madre. Sé también que no me gustaría ver a mis hijos fumar. Y ciertamente estoy a favor de que no se fume en determinadas áreas, digamos, hospitales y gasolinerías. En ambos casos por sobrevivencia de la especie.

Pero fumar me gusta. Me da placer. Y mi placer y mi gusto han sido condenados por una sociedad que se deja llevar en ondas y modas, en ideas que hoy pegan y mañana son olvidadas, criticadas, hecha burla. Tal vez nunca pase que el cigarro sea llevado a una reivindicación por la historia, pero tampoco es satanás, o uno de los jinetes del apocalipsis. En los sesentas, los niños gorditos eran sinónimos de salud. Dile eso al PrevenIMSS hoy.

Te voy a explicar por qué fumar es malo, pero no tan malo, por qué los efectos de este hábito no son tan catastrófico como te los quieren vender y por qué la gente ha desarrollado una paranoia en contra de los fumadores.

Fumar jode. Y tontos somos quienes lo hacemos. Pero no es la única cosa que te va a dar la coña en la vida, dirían los españoles. Me provoca un dejo de tristeza saber que nos engañan tanto con esto. Un férreo defensor del libre hábito de fumar, Octavio Rodriguez Araujo, fue quien me invitó a pensar un poco más en el tema por comentarios como éste:

He leído una nota distribuida por la Agencia EFE (abril 2004) en la que se dice, cito: "Los accidentes de tráfico son la segunda causa de mortalidad en el mundo para las personas de entre 15 y 29 años de edad y la tercera para los de 30 a 44, según el estudio sobre 'Prevención de los traumatismos causados por el tránsito' efectuado por la OMS."

Nuestros diputados en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, que tantas prohibiciones establecieron para el consumo del cigarrillo, deberían elaborar una ley que restrinja el uso de automóviles y que obligue a sus productores y anunciantes a incluir una leyenda que diga algo así como "este producto puede causar la muerte". Esta leyenda podría ponerse a lo largo de los automóviles, en ambos lados. Según la Organización Mundial de la Salud el automóvil es más peligroso que el cigarro. Exijo coherencia en los diputados y en las autoridades del Distrito Federal.

Así como existe un Día Mundial sin Tabaco, próximo a celebrarse, ¿existe también un día mundial sin automóvil?


Vamos, que hay argumentos para todos.

Sin querer caer en el fanatismo, que rechazo porque me invita a ser parte de él constantemente, fumar es estúpido y malo. Y sin embargo, personas inteligentes lo hacemos, y no nos importa. ¿Será entonces que realmente no somos lo inteligente que nos dicen que somos? Mi ego no me permitiría contestar afirmativamente a esto.

En una novela americana moderna, uno de los personajes conoce a la que eventualmente se convertirá en su contraparte amorosa. Tiene dudas. Ella parece y actúa como lesbiana. Demasiado. Tanto, que eso mismo le da ánimos porque la chica parece sacada de la mente de un director de Hollywood decidido a poner una lesbiana estereotipada en la pantalla grande. Y todos sabemos que lo que vemos ahí, nunca es igual a lo que tenemos en mano.

Se da cuenta que ella es una personita muy peculiar. Básicamente le vale madres hacer cosas que a cualquier ciudadano modelo le provocaría escalofríos al menos: deportes de alto riesgo, beber, tener excesos, hablar muy directamente, fumar y etcétera. Y vive feliz, porque eso está haciendo: v-i-v-i-e-n-d-o. Él la resume y define a ella como una persona viviendo su vida en vez de estarse preocupando por extender la duración de la misma. Y eso lo vuelve loco.

Yo quiero una así ;-)

La frase que más me encanta cuando alguien me ve fumar por primera vez es: "Te vas a morir" asociando al tabaco con la peor de nuestras pesadillas existenciales. Me ven, ponen cara de sorprendidos (esto es abriendo los ojos como si alguien estuviera enterrando un alfiler en su espalda baja, abriendo la boca como si tuvieran que meter una manzana completa ahí, y señalandome con el dedo como Judas señaló a Jesús). Tan estúpido es decir "Te vas a morir" como reaccionar con mi típico "lo sé, lo sé, pero de algo debo de morir". Quizá sería más adecuado indicarle a mi interlocutor que al menos tengo la ventaja de saber que soy yo quién se está matando a si mismo, y no llegaré de sorpresa y desprevenido al final de mi trayecto. Pero eso suena demasiado pretencioso y no como algo que se pueda escupir en tres segundos.

En menos palabras, fumar es para los que lo hacemos una indicación de nuestra manera de vivir, porque no nos preocupa pensar en cuántos putos años vamos a vivir. Mayor tiempo no es mayor calidad. Ayer murió una chica a la que le cayó una terraza encima. No fumaba, no tomaba, no tenía vicios ni enemigos y murió tontamente. Yo no quiero morir así. Si tengo ganas de fumar, lo haré. Si tengo ganas de divagar en mi blog sobre el cigarro, también lo haré.

Pero también entiendo la parte de la gente que no desea hacerlo. Es como tomar té o mate o cerveza o agua: no a todos nos gustan. Y aquí puedo decir algo certero como pocas veces me ocurre: nosotros los fumadores somos de las comunidades más respetuosas. A diferencia de los alcoholicos - algunos tenemos doble membresía - raramente presionamos para que alguien se nos una. Como incautos usuarios de una máquina expendedora de refrescos que no funciona bien, la gente llega a nosotros sin saber. Y muchos se quedan. Aún con lo malo del servicio.

El problema hoy en día es que somos perseguidos. Y aunque somos muchos, muchos, muchos, nuestra cantidad lejos de ayudar representa una verguenza, una lacra a perseguir y deshacer. Malditos fumadores que todo contaminan, pensaban los que comían en restaurantes. Ahora, ya expulsados, los fumadores unicamente traspasamos nuestro vicio a áreas escondidas. Y de ahí, de ahí, viene el problema.

El pecado del tabaquismo es que es algo público. Que fumar se nota mucho.

¿No me digas que no sabes que en ese restaurante donde prohiben a los fumadores te están matando también con el azúcar de los refrescos, la grasa de las chuletas de cerdo y los conservadores químicos inexplorados pero muy utilizados para mantener los condimentos y demás elementos culinarios en perfecta apariencia?

¿Sabes que estás matando a tu mundo - y por ende a ti mismo - con tu camioneta cuatro por cuatro de diecíseis cilindros que expide más humo a la atmosfera de lo que yo - peatón - lo haré en 20 años de mi vicio?

¿Que los dulces que compras a tus hijos llevan más elementos químicos diferentes que una bomba antrax?

No hay problema. Comer, tomar y conducir son actividades discretas. No sacan humo y por eso no se ven mal. No son condenadas porque son vitales. Y al tener opción - mala, pero opción al fin- los fumadores nos volvemos seres malignos si la ejercemos.

Repito. El pecado del tabaquismo es ser tan notorio. Y malo como es, porque lo es - no se me olvida-, sobresale y opaca otros problemas que deberían ser atendidos más rápidamente. Atacar el tabaquismo y prohibir fumar en muchas áreas le da la ilusión al pueblo que algo se puede combatir con éxito.

Pero no se engañen. Esta batalla contra este vicio en particular no ha sido derrotada en 600 años de historia del mundo.

martes, 9 de diciembre de 2008

Reflexiones del amor y sus derivados

Y aunque no tengo sangre azul, he sido miembro de la realeza en ocasiones. Todos lo hemos sido. Basta únicamente con enamorarse para sentirlo.

"Oh sí, ¡tú eres mi reina!"

"Mi linda princesa."


"Aquí esta tu rey."


"¿Eres mi principe azul?"


Todas esas frases lo confirman. El amor se asocia a la realeza como el deporte crea debate entre los lentos.

Y yo no lo sabía, pero estoy enamorado, y por eso escribo.

Enamorado del amor, como dirían por ahí.

El amor no es tanto un sentimiento como una razón para crear. Enamorado está el deportista, el escultor, el carpintero, el pintor, el músico y el poeta. Enamorados están quienes yacen en el extremo positivo de la inspiración, quienes advierten que estas cuatro letras son una facultad derivativa.

Octavio Paz:

La sociedad concibe el amor, contra la naturaleza de este sentimiento, como una unión estable y destinada a crear hijos. Lo identifica con el matrimonio. Toda transgresión a esta regla se castiga con una sanción cuya severidad varía de acuerdo con tiempo y espacio. (Entre nosotros la sanción es mortal muchas veces -si es mujer el infractor-, pues en México, como en todos los países hispánicos, funcionan con general aplauso dos morales, la de los señores y la de los otros: pobres, mujeres, niños.) La protección impartida al matrimonio podría justificarse si la sociedad permitiese de verdad la elección. Puesto que no lo hace, debe aceptarse que el matrimonio no consituye la más alta realización del amor, sino que es una forma jurídica, social y económica que posee fines diversos a los del amor. La estabilidad de la familia reposa en el matrimonio, que se convierte en una mera proyección de la sociedad, sin otro objeto que la recreación de esa misma sociedad. De ahí la naturaleza profundamente conservadora del matrimonio. Atacarlo, es disolver las bases mismas de la sociedad. Y de ahí también que el amor sea, sin proponérselo, un acto antisocial, pues cada vez que logra realizarse, quebranta el matrimonio y lo transforma en lo que la sociedad no quiere que sea: la revelación de dos soledades que crean por sí mismas un mundo que rompe la mentira social, suprime tiempo y trabajo y se declara autosuficiente. No es extraño, así, que la sociedad persiga con el mismo encono al amor y a la poeía, su testimonio, y los arroje a la clandestinidad, a las afueras, al mundo turbio y confuso de lo prohibido, lo ridículo y lo anormal. Y tampoco es extraño que amor y poesía estallen en formas extrañas y puras: un escándalo, un crimen, un poema.

Un crimen. Eso me gusta. Un escándalo. Eso me gusta más. Y ambos tienen que ver con el dolor. Y tiene que doler el amor porque

...volar tiene riesgos,

...preparar la más deliciosa comida plantea retos y

....visitar los lugares más hermosos requiere esfuerzo.

Que una facultad tan única como el amor no combinara al menos las adversidades mencionadas, resultaría en una gran antítesis de la máxima búsqueda.

Te das cuenta que estás enamorado cuando llegada esa hora nula te puedes decir con una sonrisa que hoy es un buen día para morir. Que después de esto, no debería haber más.

El amor también es la facultad de desprendimiento. El antidoto perfecto al control. Libertad pues. Libertad como esa que describió Savater.

Hay cosas que dependen de mi voluntad (y eso es ser libre) pero no todo depende de mi voluntad (entonces sería omnipotente), porque en el mundo hay otras muchas voluntades y otras muchas necesidades que no controlo a mi gusto. Si no me conozco ni a mí mismo ni al mundo en que vivo, mi libertad se estrellará una y otra vez contra lo necesario. Pero, cosa importante, no por ello dejaré de ser libre...aunque me escueza.

El mundo hace sus guerras porque llora su libertad, y por ende, su amor. Nosotros, de a pie, peleamos porque confundimos decisión con valor e ideas con criterio.

Pero por sobretodo lo anterior, nos equivocaríamos al negar el amor que nos regala la maestría y personalidad de un Gustavo Dudamel, los escritos de una Margarita Garcia, las fotos de un Yahn Arthus-Bertran, las cenas con nuestros padres, las carcajadas con los verdaderos amigos.

El amor -hoy tan confundido en el vórtice de sexo, pasión, cuentos de hadas, autores baratos, películas idílicas, canciones efervescentes y consejos de malos psicólogos- puede perdurar si tanto tú como yo gozamos las ideas de un camino que dibujamos al andar y al final tenemos la humildad de admitir que nos equivocamos al no seguir el que ya estaba trazado.

¿Tú qué amas? Lo que sea que ames, no dejes de hacerlo.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Compremos (en línea), que morimos mañana

Es una realidad la facilidad con que hoy en día se pueden hacer compras por Internet. Parafraseando a Randy Waterhouse, si quieres comprar manzanas en la red, simplemente diriges tu atención a un lugar que venda manzanas y las compras con tu dinero intangible, pero igual de "fuerte" que cualquier billete en cartera.

Dos cosas me han puesto a meditar sobre el comercio electrónico. La primera ocurrió hace unos días cuando un amigo no muy versado en las artes computacionales, pero con mucha disposición, me pidió ayuda para hacer una compra de un equipo de sonido por Internet. Ahora bien, estoy consciente que esta aventura puede parecer mínima para alguien entendido de los rincones del ciberespacio, pero para una generación o un grupo de personas sin acceso constante a computadoras durante su educación, la situación resulta tan ajena y misteriosa como para mi lo sería dar un tratamiento spa completo y de lujo. ¿Qué carajos deja contento a un cliente que quiere placer y relajación sin que tenga que ver con sexo?

Mi amigo ya había hecho parte de la hazaña al localizar su dispositivo favorito en mercado libre punto com. Comparó precios y ya tenía al vendedor ideal. Se registró sólo y checó la reputación. Pero faltaba el punto final: hacer la compra, darle clic a ese botón que marcaba todo un compromiso de enviar dinero electrónicamente a alguien sin conocer con la esperanza de - en unos días - recibir casi mágicamente un preciado paquete en su domicilio.

Él realmente no necesitaba tanto ayuda como un coach, un guía espiritual que le pudiera asegurar que no sería estafado. Que su depósito bancario no acabaría en la cuenta de un cabrón "jaquer" hijo de puta. Un asegurador de protección ante el terrible escenario de lo peor que puede ocurrirle a alguien hoy en día: perder dinero. Ese gurú, ese sabio y consejero único se encarnó en mi.

"Mira la reputación de este tipo. Nadie se ha quejado de él. Ha vendido de todo a más de cinco mil personas. Desde una pluma barata hasta su abuelita. Recibe siempre comentarios positivos. Y sí. El sitio es seguro. Mira, este candado en la parte baja del navegador indica que tu transacción y datos están siendo encriptados". Entre eso y otros comentarios de mi perorata, sus ojos brillaban a cada momento más y más porque estaba recibiendo lo que todo novato quiere y necesita. Confianza.

Se decidió. Oprimió los botones correspondientes y le indiqué que todo estaba hecho. Sonrió ampliamente, golpeó mis omóplatos y me obsequió un muy sincero agradecimiento verbal. Se fue. Y mis cinco minutos de iluminación suministrada terminaron.

Un par de días después revisé la cartelera del cine para ajustar mis horarios y poder llegar a tiempo a ver una película muy mala (¡lo siento!). "Seis cuarenta de la tarde...ok" pensé. Hice clic en el link de un nuevo servicio que te asegura preferencia para acceder a la sala. Compré los boletos en línea en menos de setenta segundos - con cargo a mi tarjeta - imprimí el código y voilà. Me había ahorrado una fila de al menos diez minutos para comprar los boletos y otra de unos veinte para entrar a verla. Treinta minutos de mi vida salvados que realmente no invertí bien, pero al menos no los gasté de pie. Dios nos libre de tener que usar nuestra columna vertebral a su máximo.

No lo noté enseguida, pero entre el procedimiento de compra del audio de mi amigo y la compra de mis boletos para el cine hubo una gran diferencia: el registro. Me explico.

Uno de los grandes problemas en Internet es la puta anonimidad. Cualquier imbecil se crea un alias, pone una foto cualquiera y ya tiene una identidad nueva (que aunque no lo exime de seguir siendo indeseable, lo hace pensar a él que sí). Por lo tanto, parte del proceso estándar para realizar compras en línea es crear una línea de confianza, donde tú sepas que no serás estafado por una compañía que sólo puede existir de nombre y que la compañía pueda confiar en que efectivamente realizarás el pago del producto.

Realmente, las empresas la tienen más fácil porque podrás inventar todos los datos personales que quieras en el mundo, pero al final tienes que usar una tarjeta con fondos para comprarles en línea. Sea robado, prestado o propio el plástico, hay alguien a quien no puedes hacer tonto, y ese es el banco. Claro, a menos que seas un reputado experto en cibercriptografía en cuyo caso dudo que estés aquí leyendo esto.

Pensaría uno entonces que con sólo usar la tarjeta bancaria se entiende que ya hay seguridad - la confianza de que una institución más que poderosa que lo sabe todo de ti respalda una serie de números - para realizar la compra. Pero los sitios al estilo mercado libre exigen que llenes una serie de formularios que hacen parecer el papeleo de un hospital público como juego de niños. Y es en esa parte de dar información tan personal que mucha gente se encuentra indecisa. A muchos no les importa porque no saben las consecuencias de andar divulgando todo sobre su vida en la red.

Y he ahí cuando me pongo a apreciar la simplicidad del asunto. Los chicos del servicio de ventas de boletos para cine dijeron, "a la mierda con eso de andar creando usuarios y contraseñas para los que quieran comprar boletos con nosotros. Vámos a eliminar ese paso y darles chance de que puedan checar la hora, poner el número de boletos que quieren y pasar directamente a pagar. No nos importa si es la tarjeta de crédito de tu mamá, tu tío, tu ex-novio, o una que te encontraste en la calle. Pagarás con ella en línea y si quieres hacer fraude al recoger tus boletos tendrás un problema: vestirte como mujer y pintarte la cara para lucir como la foto que te acredita como Doña Frigida de los Milagros y solicitar tus tickets". Es decir, el eslabón de la confianza se transladó de la parte virtual al cine, donde finalmente es que quieres ir. Te ahorran un paso en línea y te lo cobran en la realidad.

Finalmente es la "sencillez" la que va ganando. Servicios como la posibilidad de pagar cualquier producto con tu teléfono celular resultan novedosos en nuestras latitudes cuando llevan al menos un lustro arrasando con las masas en Corea y lugares así. La idea no es hacerte la vida más fácil, sino hacértelo parecer así. Llegará el día que podrás hacer el checkout con un movimiento de párpados y nos sentiremos felices como los gorditos al estilo WALL•E.

Por lo pronto, he iniciado a un joven prometedor en una variante del consumismo bárbaro y me siento culpable, pero entonces lo que me resta será buscar un buen libro que le expliqué por qué es malo estar tan cegado por la vorágine de la sociedad consumista.

No me queda más que buscar ese texto en línea y pagar con mi cuenta electrónica.

martes, 2 de diciembre de 2008

Lista de deseos 2008

Advertencia: este post contiene altos niveles de egocentrismo, narcisismo y casi todos los otros -ismos, exceptuando el sospechosismo (aquí no declaramos estupideces a la prensa). Tomar dos tabletas de Tafil con Coca-Cola antes de leer. Asimílalo bajo tu propio riesgo.

Cada año, desde que escribo un blog, incluyo en Diciembre mi lista de regalos ideales para Navidad. Este 2008 quiero hacerla un poco diferente: no pediré cosas materiales. Por lo tanto, regalarme algo, si es que te nace, no será tan fácil, pero al menos no te costará dinero. Esto nos lleva probablemente a la pregunta de por qué demonios habrías de regalarme algo. Tengo algunas respuestas.

Razones por las cuales regalarme algo en Navidad:

a) Porque soy terriblemente encantador.

b) Porque te ilustré en algún tema oscuro.

c) Porque te invité una copa/cerveza/bebida exótica en el momento adecuado.

d) Porque te hice reir con un comentario que no esperabas.

e) Porque me sinceré contigo y eso te hizo sentir especial.

f) Porque llenaste algunos vacíos en ciertos días leyendo mi blog.

g) Porque compraste (y lo mejor, leíste) un libro que te recomendé de alguna forma.

h) Porque te dejé en paz cuando así lo necesitabas.

i) Porque por alguna misteriosa razón (que se alberga junto a la explicación de la materia oscura del universo) te caigo bien.

j) Porque tienes mucho dinero y no sabes en qué buena obra invertirlo.

¿Decidido/a? Perfecto. Ahora sí. La lista.

10) Presúmeme algún viaje.
Me gusta mucho escuchar historias de lugares y personas ajenas a mi entorno. ¿Visitaste Saigón? ¿Fuiste a un pueblo desconocido a veinte minutos de tu ciudad? ¿Tu vuelo hizo escala no planeada en una isla perdida (y jodida)? No adornes nada, pero detállame cada resquicio de esa aventura.

9) Toma una foto.
Soy anti-fotogénico como el que más, pero todos apreciamos tener una buena fotografía de nosotros. Dame razones para querer cambiar la buena única foto decente mía que logró colarse a a la derecha de este blog. Sí, esa donde parece que estoy pensando.

8) Opina (o destroza) lo que escribo.
La retroalimentación hace eso: alimenta. Escribe en los comentarios de este blog sobre lo qué te ha gustado y lo qué no durante este esfuerzo. Prometo no hacer bilis y tampoco enamorarme de ti.

7) Preséntame gente inteligente.
No en plan romántico/cúpido, aclaro. Muchas veces - o todas las veces - presentamos "amigos" a diestra y siniestra. ¿Qué tal si me presentas a un camarada que pueda pensar en algo más allá de fútbol, sexo y dinero? ¿O una chica que pueda vislumbrar algo más en la vida que ir de shopping, enamorarse de todos los hombres guapos y considerar que la vida solo vale la pena en el antro?

6) Comparte una canción.
Escucho de todo. Véndeme a ese compositor o grupo que te vuelven loco (o loca). Soy inofensivo, así que si no me gusta, no vomitaré enfrente de ti.

5) Habla de tu futuro con optimismo.
Hoy en día todo el mundo usa el pesimismo como cruz para no agrandarse ante los próximos años. ¿Qué mejor que escuchar que te vale perfectamente madres esta crisis mundial porque a ti te irá muy bien en tu nueva casa, con tus cinco hijos, negocio propio y etcétera?

4) Inspírame.
No lo sabes, pero muchas veces dices cosas, miras de alguna manera, haces un gesto, que me llevan a pensar en un tema determinado. Sigue siendo tú, mi amigo o amiga, quien lleve la batuta de la gran mayoría de entradas de Draft 134.

3) Discute conmigo.
Dime por qué mis ideas son malas, y por qué la utopía del pensamiento liberal nunca va a progresar. Convénceme entre humo y alcohol y sobre todo, con buenos argumentos.

2) Dame un abrazo sincero.
No es que ande necesitado de cariño extra, pero un gesto honesto de este tipo es siempre bienvenido. Eso si, si el abrazo es demasiado apretado te lo cobro. Si tienes dudas de cómo dar un buen abrazo, visita este sitio.

1) Sorpréndeme.
Todo lo arriba mencionado se puede combinar, pero el factor sorpresa - sí, ese del que tanto renegaba - será muy apreciado. Y no tienes que esperar hasta Navidad.