lunes, 29 de junio de 2009

Sentido común

Uno no nace destinado a ser atropellado por el sentido común en una de esas experiencias misticas y reveladoras de la vida tal como sucede con la sexualidad, la drogadicción o la vagancia que llegan simplemente porque así tiene que ser.

Cuando Dios se dió cuenta de su error al no poner el buen juicio en nuestro camino, llamó a Moisés y le pasó las tablitas que todos conocemos. Parece que nadie le avisó al señor que ya desde aquel entonces, aún con la ínfima cantidad de población mundial, la gran mayoría de la población era analfabeta, y que muchos de los que no lo eran, o no podían leer hébreo o eran de la clase educada que menos necesitaba ser recordada del buen raciocinio.

Pasaron los eones y entonces los hombres se dieron cuenta que al paso que iban se terminarían aniquilando sin pudor los unos a los otros, y en cada ocasión de manera más innovadora. No es que mucho haya cambiado, porque las intenciones permanecen, pero lo que preocupaba era el ritmo de la destrucción. Después de todo, no es negocio conquistar el mundo y destruir a tus enemigos si no tienes a quien torturar ni esclavizar. Los gobiernos llegaron a la conclusión que tenían que crear algo llamado constitución, que no es otra cosa que los diez mandamientos en versión legal y ultra-ampliada.

Ahora bien, desarrollar el sentido común en las personas es una empresa costosa, y más frecuentemente, fútil. Durante generaciones se han creado reglas que nos orienten hacia la aplicación del mismo, a actuar de forma lógica y congruente. Si resulta obvio que no hay que matar, ni poner los cuernos, ni mentir, ni robar, ni todo eso, el mero hecho de que nos lo tengamos que recordar vía la religión o la ley, hace que nos demos cuenta que nacemos torcidos, con defectos de fábrica como cualquier auto compacto europeo barato exportado a México.

El problema de las compañías, el problema de la gente, el problema del mundo, es que el sentido común no puede ser debidamente compartido. No hay manera infalible de transmitir lo lógico, bueno, y obvio de un comportamiento o raciocinio a un grupo de personas. No importa que sea Dios, los gobernantes o los padres quienes intenten inculcar este forma de ad iudicium. Ahí están los mandamientos, la constitución y las reglas de papá y mamá que desde siempre hemos contravenido.

Una gran dicotomía de la vida es que la reglas nos condicionan para poder vivir y que a la vez vivimos con el objetivo de no querer estar condicionados. Mi apego elemental a la vida me impediría establecerme en Dafur para criar a mis hijos y estar en paz, pero una grosera cantidad de dinero me haría muy probablemente cambiar de parecer.

El sentido común, dicen, es el menos común de los sentidos. Yo opino que es el más costoso, y por eso lo regateamos tanto.

jueves, 25 de junio de 2009

La Liga, Michael y Britney

Juzgar a nuestros semejantes es un ejercicio inherente a nuestra capacidad de sentir y proyectar, de ser seres humanos con fallas y grandezas. Michael Jackson fue un ser que hizo sentir y que proyectó mucho. Fue humano, y fue grande. Y claro, tuvo muchas fallas.

Por ello lo juzgamos.

Es difícil olvidar los momentos que lo marcaron fuera de su carrera. No haré una recolección de los juicios que vivió, ni de los escándalos o las tonterías que hizo. No hace falta. No hay una persona en el mundo que no haya opinado de su cambio de color en la piel, sus preferencias sexuales, su mal manejo financiero o sus comentarios inadecuados. Nada de ello nos importa mucho a los miembros de La Liga.

En nuestras reuniones acostumbramos desde hace meses ver un video de Michael Jackson con Britney Spears en el cual él luce inigualable y ella e-s-t-u-p-e-n-d-a. Son tres o cuatro minutos en los que paramos la conversación, dejamos de beber, abandonamos los cigarros y nos abstraemos a escuchar y contemplar. Algo así como quedarnos en freeze mode.

El debate entre nosotros siempre ha sido decidir hasta qué cantidad de dinero estaríamos dispuestos a pagar por un boleto de ese concierto en particular con esa canción y esa colaboración de la Britney. Las cifras giraron alrededor de hasta mil quinientos dólares. Dos mil, dijo alguien más. Mil, dijo otra voz.

Hoy nos dimos cuenta que el dinero ya no nos importaría.

No queda más que convocar a reunión urgente de la Liga, pedirle a Enrique que ponga el video, guardar silencio y disfrutar ese espectáculo privado que él no lo sabe, pero grabó para nosotros.

A nombre de la Liga, los invito a ver el vídeo con nosotros. Salud, y a la memoria del Rey.


domingo, 21 de junio de 2009

Fronteras

Un hermoso día soleado, sentado en el muro que divide el mar de la ciudad, noté que los niños se inclinaban continuamente sobre el borde del muro de pescadores y desde la parte alta del mismo, a unos tres o cuatro metros de donde las olas golpean, miraban fijamente hacia abajo. Pasaban todos un buen rato observando como los leves y aburridos remanentes de olas que fueron fuertes y vigorosas kilómetros atrás chocaban contra la pared de contención.

Enfocando un poco más, descubrí que no eran únicamente los niños los que perdían su tiempo así. Papás, parejas, turistas y en general cualquiera que tuviera cinco minutos para sentarse sobre la larga línea divisoria de concreto hacian todos lo mismo. Abajo, en su foco de interés, no había nada, si acaso basura marina y no tan marina pegando y paseando de un lado a otro. El agua turbia ni siquiera daba para apreciar el lecho y así al menos hacerlo interesante.

Que una persona haga algo, es personalidad. Le gusta hacerlo. Que dos personas lo hagan, es afinidad. Que todo el mundo lo haga, es programación genética. Algún gen de esos con nombres exóticos nos dice que llegando al muro del boulevard de mi ciudad debemos inclinarnos y ver hacia abajo.

Vaya desperdicio. Girando el cuello - y con ello la cabeza, como generalmente ocurre - unos sencillos noventa grados hacia arriba tendríamos un mejor panorama. Como el de ese día, en el que en particular el mar se ufanaba de la tranquilidad e inmensidad que puede contener también. Era verde, era azul, era aperlado, era aquamarino.

Era hermoso.

Y con un poco más de paciencia, muchos barcos alejados se podían apreciar. Algunos faros y boyas jugaban con las olas, las gaviotas les danzaban a los peces y el sol les daba luz a todos. De ensueño la cosa.

Tal vez nuestra programación genética intenta evitar que nos desbordemos en la curiosidad. Permitir que todo ser humano tenga la capacidad intrínseca de acercarse a un borde y no mirar abajo, sino al frente y arriba generaría demasiada felicidad en este mundo. Imagina la cantidad de enamorados que aparecerían. Es difícil no tener sentimientos positivos cuando miras un mar abierto bañado de sol. Y no hablemos de los muchos más artistas que tendríamos. ¿Quién no se inspira con la inmensidad?

Una persona que se sienta en la orilla a ver hacia abajo no sabe lo que se está perdiendo. O tal vez sí. Es entonces que su biología le dice que debe agachar la cabeza y no aspirar a más. Y cuando un genio o revolucionario nos hace ver las cosas de otra forma, no es más que una manera de decir que alguien vino y levantó tu quijada para que vieras lo que hay más allá.

Lo que siempre ha estado ahí y que no te permitías ver.

miércoles, 17 de junio de 2009

Empresa versus vida

Round 1: Empresa

La gorda agenda corporativa me mira con el mismo ángulo que un liliputiense lo haría con el desdichado de Gulliver desde un escritorio. Sabe que es la hora de nuestro duelo semanal. Es ese primer momento de la mañana donde todo está tranquilo, el instante mágico y calmado antes de la vorágine de voces, mensajes, comentarios, reuniones y problemas que se desatan como si hubiesen estado mil años bien contenidos en mi muy personal caja de pandora. El momento de solaz existe, sí, pero sólo para anunciar que la revuelta apenas comienza.

Me hago la ilusión de ser yo quien usa el bolígrafo estándar como herramienta cuando en realidad es mi agenda quien lo controla. Por mucho que yo desee dejar espacios y huecos entre esas líneas que dividen las horas del día, la maldita pluma dispara tinta para al final dejar siete días perfectamente llenos de actividades que en el mejor de los casos no son simultáneas, y en el peor, todas son para ayer.

Por muy gorda que es, la agenda no da muestras de cansancio. Con lentitud y seguridad a la vez, me hace ver que ahí están las páginas que enmarcan nuestros combates, esperando una a una para derrotarme. No es tan malo trabajar para tachar lo que se escribe en una agenda de actividades, me digo con cierto ánimo. Hay personas allá afuera sudando la gota gorda para llevar el pan a casa y yo realmente trabajo para llevar placeres a mi cuerpo y mente. Qué tipo.

El problema es el siguiente: mi trabajo se supone me otorga la líquidez monetaria para hacer lo que yo quiera con mis recursos, pero no me deja el tiempo que necesito para efectivamente ponerme a hacer esas otras cosas. Y no me puedo llamar esclavo por estar una tercera parte del día en una oficina agradable haciendo cosas que no ponen en peligro mi integridad física. ¿Entonces?

Necesito tiempo, y la agenda me lo roba.

Y tampoco puedo deshacerme de ella. Sería como pedirle a un navegante del siglo diecitantos que arrojase su sextante por la borda, para dejar de tener problemas con las mareas y olas.

La gorda agenda corporativa gana. Me quedo con ella. A trabajar.



Round 2: Vida

Tampoco es que no haga cosas fuera del trabajo, sino que no las programo con la misma importancia. Descubrir esto me tomó años, pero al fin llegué a la revelación: hay que tomar tan en serio las actividades fuera de la oficina como las que me dan de comer. Finalmente, las dos se sirven una a la otra.

Dado que me vería ridículo cargando dos agendas, y eso de apuntar todo en gadgets lo dejé morir cuando decidí que mi afición por la tecnología ya alcanzaba niveles enfermizos, decidí imprimir una agenda light, fácilmente incrustable en la gorda. Ahora, armado con dos hambrientos papeles para ser llenados los lunes por las mañanas, mi tiempo de solaz se ha reducido por un buen cincuenta por ciento, pero ha valido la pena. Funciona así.

Al llegar temprano en tu primer día laboral de la semana apuntas todo lo que tiene que ver con trabajo. Si eres organizado - lo cual quiere decir "traumado" en realidad - para este momento tu agenda corporativa ya tendrá varios pendientes registrados. No te aflijas, ahora es cuando mejor espiritu dispuesto tienes para ver la larga semana con cierta buena perspectiva. Una vez que termines de trabajar con la gorda - la agenda - te pasas a la otra, tu agenda personal, la de tu vida. En ella escribes lo que quieras hacer esa semana, no importa si lo haces todo o no, escríbelo. ¿Cinco películas esa semana? ¿Dos citas? ¿Un viaje relampago a una isla de ensueño? Lo que sea. El chiste es tomar lejanía para sobrevivir.

Cierto que hay un precio que pagar y ese es chocar con la realidad, por lo cual recomiendo ampliamente que admitas que debes conocerte primero. Si no eres ya un party guy, o tu esposa se sentiría algo molesta por eso de las citas, entonces escribe cosas más factibles. Tal vez ir a cenar a un bonito restaurante, bailar el fin de semana, reunirte con un par de amigos un día entre semana, rentar películas otro, etcétera.

Al final de la semana, cuando estés por cerrar la agenda corporativa, toma un minuto y contémplala. Verás todo el trabajo que hiciste y que ha tomado forma de dolor de espalda crónico. En ese preciso instante, desvía la mirada a tu agenda personal y recuerda los buenos momentos que también tuviste, cuando ni siquiera recordabas que tenías espalda.

Cierras tu agenda con la energía de un portazo y dejas abierto tu calendario personal. Sonries porque te das cuenta que, a pesar de todo, la vida gana.

Siempre y cuando uno quiera que así sea.

domingo, 14 de junio de 2009

De exocraneos e invenciones

La cara exocraneal del hueso parietal no está diseñada para soportar el impacto de una fuerza que tumbaría sin problemas a un rinoceronte con problemas de obesidad. Ya que estamos en estas, ninguno de los músculos o huesos del cuerpo humano debería tener tal capacidad. Se supone que es el cerebro lo que nos ha hecho volvernos los mandamás del orbe por sobre los más fuertes, más rápidos y más tragones representantes del resto de las especies.

Alguien olvidó explicarle lo anterior al muchacho que saltaba animosamente sobre un cuadrilatero y que con su torso desnudo anunciaba su espléndida condición física a base de una rigurosidad atlética que por años lo había formado. Esa esplenditud hecha cuerpo de boxeador no le permitió tener muy claro los conocimientos básicos de cultura general a los que todo ser humano debería tener derecho, pero después de llegar al punto donde ganar medio millón de dólares por presentación en cada pelea se hizo costumbre, estoy seguro que sus mujeres se preocupaban poco por su incultura. Lo encuentro justo, ya que a mi no me importa que Britney, Megan o Jennifer sean algo retarded. Total, pasión es pasión y ni nos vamos a casar.

Por el otro lado, tenemos al amigo inventor, de quien todo indicaba tendría una prominente carrera en la industría aeroespacial, o nuclear, o en la nanotecnología. Demasiado cerebro para ser verdad. Parece ser, dice la leyenda, que también practicó el boxeo amateur y alguien se metió con su cosa esa parietal para dejarlo tumbado y en estado veo-la-luz-al-final-del-tunel. Cuando regresó, siguió siendo tan genial como siempre. ¿Cómo supieron que seguía siendo tan genial como siempre? Anunció a todos que se retiraba del boxeo. Y que ya no dejaría que le pegaran a su parietal. Como les decía, todo un genio.

Pero al parecer el vacío ese raro entre cada neurona se llenó de alguna mierda porque al poco tiempo nuestro Einstein local emergió de las sombras con uno de los inventos más nefastos que la humanidad pudiese concebir: el urinal de papel. En su tesis de trabajo defendía la necesidad de portar con tal aparato para los hombres que no pudiesen llegar a un baño a tiempo, o cuando únicamente encontrasen un baño de damas. La idea era fácil: sacas de tu bolsillo el urinal de papel(que por cierto ayudaba a la naturaleza por estar hecho de material 100% reciclado), lo despliegas y lo utilizas. El podía diseñar los despliegues en diferentes tamaños y modelos como el cubo, el barquito, la torre de castillo inversa, el cuello de jirafa - no pregunten - y el etcétera, siendo esto algún modelo imposible de bosquejar aún en 3-D.

Cuando la compañía que le pagaba su gordo cheque se dio cuenta del fiasco que representaba la ùltima innovación de su inventor estrella, lo llamaron a cuentas. Como nuestro amigo era algo desconectado de las formalidades sociales y las lecturas subyacentes de sentido común de una reunión jefe-supervisor-empleado, le tomó tiempo darse cuenta que lo estaban despidiendo.

Triste, porque no podría terminar ahora su último proyecto "la pluma matamoscas", se dedicó a la vagancia por el mundo (no era ciertamente pobre, al venir de un linaje exquisito de destacados y prominentes científicos y demás) y murió un buen día en una pelea de bar en Singapur. Nunca inventó nada para cuidar exocraneos y eso le costó al final.

Tal vez por ahí deberíamos empezar todos y ver qué es lo que necesitamos, no lo que queremos tener.

Y dejar de andar inventando. Un poco.

viernes, 12 de junio de 2009

La historia del loco de la calle que murió por mala suerte

El policía federal venía de un mal día de trabajo. Tenía cierta prisa por llegar a su casa después de su turno. Para su suerte, topó con un cierto incidente afuera de un bar por su ruta de regreso. Más que una llamada del sentido del deber, fue una atracción natural hacia la violencia lo que hizo girar su volante y llegar al punto donde clientes del bar y trauséntes casuales se reunían a ver el espectáculo del loco.

Era un tipo que bajo las alucinaciones de la droga y el alcohol gritaba - precisamente - como loco y aventaba objetos por doquier. Nadie se atrevía a controlarlo hasta que nuestro policía protagonista llegó. Le solicitó detenerse porque si no lo iba a tener que arrestar. Por toda contestación, el loco tomó una piedra y la aventó contra el parabrisas de la impecable camioneta blanca sin marcas de nuestro defensor federal. Este, viendo que las cosas se ponían pesadas, sacó la clásica y escandalosa torreta roja y la colocó encima de su vehículo indicando su autoridad. El loco lo vió como un reto más y con precisión de pitcher privilegiado, destruyó también la luz roja con una tiro magnifico.

El policía, ya molesto después de dos advertencias, tomó su pistola y le dió únicamente cinco balazos. El loco no pudo detenerlos con sus piedras y murió en la calle. Minutos después llegaron policías locales y estatales justo como en las películas, hacia el final cuando el asunto ya se había resuelto.

Una vez identificado quién había matado al loco callejero de las piedras, el incidente no pasó a mayores entre las corporaciones policiacas. Se archivó como una agresión a la autoridad y nuestro elemento fue informado que sería transferido a otro estado del país para evitar latosas pugnas y procesos locales.

Unos días después, un cierto reportero de periódico local, indagó un poco más sobre la muerte a tiros en la vía pública de un loco borracho a manos de un federal. Publicó el lado trágico que la familia del muertito tenía y cuestionó el exceso de violencia utilizado contra alguien que no representaba una amenaza mortal seria. Este reportero fue amablemente invitado a subir al automovil de nuestro amigo policía un par de días después. Nuestro federal le explicó con varios métodos de convencimiento de vanguardia cómo su vida sería más bonita y plácida si simplemente publicase un desplegado en el mismo periodico desdiciendose de su estúpido artículo amarillista.

El periodista, que bien aprecia su vida y entiende mensajes serios como otros seis mil millones de personas, decidió proceder así y al día siguiente de su cafecito con el Fed publicó notoriamente un escrito dando a conocer que tuvo un lapsus brutus al denunciar a un intachable agente federal garante de la ley y el orden.

Yo pagué menos de tres treinta pesos por un chófer de veinte minutos, aire acondicionado, música relajante y una historia real contada por su protagonista. Al bajar, el conductor me dio su tarjeta para cualquier otra ocasión y yo le dí una buena propina. No consideré inteligente dejar enojado a alguien que recién me había comentado una historia de muerte en su pasado. Una de tantas, como bien me dejó en claro durante el relato.

Y ahí me dí cuenta lo listo que puedo ser a veces.

martes, 9 de junio de 2009

Entrar a la jungla

Sobreviviendo

El ambiente laboral es usualmente comparado con la ley de la selva, un entorno donde nadie es realmente tu amigo, y todos son potenciales judas en pos de sacrificar cualquier lealtad por un pequeño avance en la carrera de ganar más dinero y tener más poder y prestigio.

Sucede que a veces es cierto. En algunas ocasiones no tanto. Lo que sí, es que la sensación siempre está latente.

El objetivo principal de cualquier estudiante universitario hoy en día es obtener un trabajo, pero ya no son los únicos buscando un punto dónde recibir un salario por sus genialidades. Tenemos también a las decenas de miles de personas recortadas en los últimos meses.

Es una jungla allá afuera.

La principal arma para combatir en este medio es el curriculum vitae, ese documento que importa tanto y del que poco sabemos. He aquí algunos tips aprendidos por las buenas, pero más por las malas.



Duele, pero es verdad: la gente no tiene tiempo para ti.

Juan Equis me pidió echarle una ojeada a su curriculum. Cuando me hizo entrega de lo que parecía una manuscrito revisado del nuevo testamento mis cejas se arquearon a là María Felix. Con apenas un título universitario, Juan osaba mostrar fotocopias incluso de sus diplomas de kindergarten. No navegué mucho a través del papeleo, pero podrían haber incluido fotocopias del diario de su abuelita contando lo orgullosa que estaba de su adorado nieto.

Se breve. Es en serio. Se breve. Las únicas memorias en el mercado que la gente quiere leer son las de Gabriel García Márquez, Mario Benedetti y Selena. De ahí en fuera, olvídalo. Duele saberlo, pero no eres tan importante. Y si lo fueras, no estarías preocupado por tu curriculum.

No quiero lastimar tu ego, pero a menos que tengas una maestría o doctorado no pases de una hoja. Repito, breve es mejor.



OK. Ya eres breve. Ahora se organizado.

Por increíble que te parezca, el orden que tenga la información refleja tu claridad de ideas, la forma en que tu mente opera. Si no eres capaz de ligar los sencillos módulos que componen un curriculum vitae, no deberías creerte capaz de aplicar para un puesto que requiere toma de decisiones un poquito más complejas.

Datos de contacto, información personal, especialidad, experiencia y referencia. Listo. Gracias. Es lo que necesitamos de entrada. Si nos interesas, y repito, si nos interesas, te llamamos para pedir más y más y más información. No funciona al revés.



Sí. La presentación importa.


No se trata de comprar pápiro heriático para que tu curriculum sobresalga con facilidad. Pero al abrir el folder quiero encontrar una foto de la persona que estoy evaluando, y un papel limpio, claro y con letras serias. No Comic Sans Script, no tu foto de guapo/a en el antro, y mucho menos papel rosado perfumado. Eso únicamente le ha funcionado a Reese Whiterspoon y ello porque terminó acostándose con el que la contrató.

Y el asunto no va por ahí.



Se honesto.

Esta es mi parte favorita. Nos gusta pensar en nosotros mismos con la mejor de las percepciones. ¿Idiomas? ¡Claro! Hablo español al 100%, Francés al 10% (sé decir "oui" y "oh la la") e Inglés como en un...60%....no, mejor 70%. Bueno, 75%.

Eso es una estupidez. E igualmente estúpidos son los empleadores que anuncian puestos de trabajo solicitando "80% de inglés". Ninguna empresa seria, de talla internacional y con verdadera necesidad de aplicantes duchos en el idioma pondría algo así. Piénsalo: ¿cómo vas a demostrar que hablas un porcentaje dado de cualquier idioma? ¿cómo mides eso? ¿quién te dice que hablas 100% de español? Puedo agarrar el diccionario y estoy seguro te muestro cientos de palabras que no has escuchado nunca en tu vida.

Lo que tú necesitas es probar que hablas el idioma o que lo estás estudiando. "Terminé cursos de portugués en tal escuela", o "Actualmente cursando italiano básico en tal lugar", o mejor "Obtención de tal puntaje en el TestDaF (idioma alemán) en tal fecha".

Eso es objetividad. Y es lo que queremos saber. Nadie queda peor que tú si al final del día logras una entrevista y tu 10% de Francés resulta ser apenas cinco palabras y hasta eso, mal pronunciadas.



No entregues curriculums en serie.

Es increíble la cantidad de gente que elabora su curriculum lo mismo para aplicar al puesto de chef, administrador de sistemas, cajero, chófer particular de primer ministro, maestro, policia y cualquier cosa que salga en el periodico. Van a todos estos lugares y entregan el mismo papel como si el perfil requerido fuera igual.

No es así. Yo te quiero para maestro, necesito que enfoques eso, no lo bien que sabes partir narices y someter a todos los chicos peleoneros a tu alrededor. Para eso, mejor aplica para policia judicial.

Si entregas curriculums en serie, obtendrás respuestas en serie: nosotros te llamamos, gracias.



Pide retroalimentación, pero no a cualquiera.

De la misma manera que no le preguntarías al barrendero - sin demeritar a nadie, pero bueno - su opinión en tu próxima compra de un auto último modelo, tampoco le pidas a un compañero de generación su opinión sobre tu curriculum. Busca a un viejo lobo de mar, papá, mamá, tío, amigo, alguien que ya haya navegado en los ríspidos mares laborales y que pueda darte ideas reales, aunque sean malas. Busca a alguien con experiencia.

Suerte. Y si aprendiste algo, me debes una cerveza.

lunes, 8 de junio de 2009

Luna y su camino

Por las noches, la luna dibuja un camino infinito sobre el mar. Es un camino curioso, que a diferencia de los demás, te sigue a donde vayas. Sobre el final del arcoiris se dice que hay riquezas y duendes. ¿Por qué nadie ha escrito sobre lo que hay al final del camino nocturno de la luna?

Puede ser que en el extremo opuesto de este singular camino encontremos el nirvana fácil, los verdaderos secretos del poder de los shakras, o la ecuación igualada de la teoría unificada. No sé qué hay, pero estoy seguro es algo grande, hermoso, misterioso y sublime como su creadora de plata. Es una mera idea como muchas otras que llegan para ser amadas u odiadas. Pero ésta idea me gusta de más, y la encuentro bella e infalible.

Nada puede derribarla.

Para entrar al camino de la luna necesitas robar un bote, uno de esos pequeños que nuestros abuelos pescadores usaban. Te sientas de espaldas a la luna y remas con brío por mucho tiempo. Cuando te canses, sueltas los remos y dejas a las olas hacer su trabajo. Recuerda: el camino te sigue. Luego sueñas que la luz del camino se hace más tenue y que el secreto que posee en el final decide no esperar más y viene hacia ti.

Sounds like a plan.

sábado, 6 de junio de 2009

Verborrea

Cuando los huesitos esos chiquitos que tenemos en la espalda baja truenan deliciosamente es que necesitas caminar por unos buenos kilómetros. Un aeropuerto es un buen lugar para ello. Puedes hacer discretos ejercicios para reactivar tu trasero mientras esperas pacientemente en las filas de aduana a que un siempre-amable-hijo-de-puta agente de migración te dé la bienvenida oficial al país, o bien puedes aprovechar también cuando esperas en la aburrida banda que te entrega tus maletas, que por alguna extraña razón siempre siempre siempre serán las últimas. Lo increíble no es tanto que seas el último, sino que todos junto a ti experimentan la misma sensación.

Traigo documentos altamente comprometedores que desestabilizarán al gobierno de éste país y harán caer a sus instituciones, tambaleandose la gobernabilidad del mismo y llévando la paz imperante a un caos de proporciones no vistas desde su guerra civil - pensé en decirle a la agente de aduanas cuándo me preguntó el motivo de mi visita. En su lugar, decidí ser más breve y explicarle que iba como turista. Siempre es más fácil ser turista, aunque eso te haga un mentiroso. Parece que les gustan las mentiras.

Me informó de un nuevo reglamento - con nuevos costos incluídos - para la salida del país y me pidió abrir mi maleta del tamaño de medio auto compacto. La examinó como si de ello dependiera la decisión de casarse conmigo o no y aunque generalmente el examen es en silencio, ella me contaba que blah blah blah blah blah blah

Bienvenido a este pinche país, me dijo. O me dió a entender. Gracias, le dije yo con un gesto de falsa cordialidad.

Una vez que sentí la sangre fluir de manera adecuada normal por todas las direcciones de mi cuerpo, me encontré en las afueras del aeropuerto a punto de tomar un taxi. Como soy un inepto profesional tuve que olvidar cambiar moneda local antes del viaje. Tengo tres opciones. Primera: entrar al aeropuerto, caminar dos kilómetros de regreso hacia el área de casas de cambio y hacer lo propio. Segunda: buscar un cajero automático y hacerlo escupir billetitos del país. Tercera: asaltar a una ancianita indefensa con pinta de ser oriunda y quitarle sus moneditas. Como parece que en este lugar sólo existen jóvenes rebozantes de salud y que la gente no necesita de disponer de efectivo a través del anticuado método de un cajero automático, caminé a paso de alguien que va a romper una nariz hacia la casa de cambio.

La chica que atiende me explicó amablemente que no aceptaba billetes mexicanos y básicamente me dijo que era muy pendejo por no haber llevado dólares o alguna currency por el estilo. Luego me contó la historia de alguien a quien le había sucedido algo similar y posteriormente me indicó un lugar dónde podría resolver mi problema. Todo esto adornado con detalles tan gráficos y precisos que me pregunté por qué no trabajaba mejor como guía para viajeros estúpidos como yo. Luego, solucioné el problema.

A punto de abordar ya el primer taxi disponible una mujer en mediana edad hizo el amague de subir también. Puesto que ante todo soy un respetuoso caballero - o mezquino quedabien, lo que gustes - cedí mi lugar con una sonrisa más falsa que un reporte gubernamental de la economía nacional. La joven señora pareció sentirse apenada y me dijo que si gustaba podíamos compartir el taxi.

Y no, no había coqueteo implicito. Esta mujer tenía la facha de la tía buena que todos queremos, o bien, la amiga de tu mamá, o algo así. Estaba siendo simplemente amable.

Yo acepté porque ya estaba cansado y a ese ritmo llegaría tarde a la reunión con mi contacto local. Me trepé al taxi. El conductor arrancó el motor y la señora su lengua.

Vivía en Nueva York, se dedicaba desde hace años a importaciones de sudamérica, había tenido su primera oficina en donde estabamos en ese momento pero luego expandió sus operaciones y es por ello que tuvo que ir a vivir a la gran manzana donde ahora está con sus dos hijos uno de los cuales está por casarse y ella anda en los detalles de la boda y ahorita había venido a visitar a unos clientes con los que quería cerrar unos tratos y tú a qué te dedicas...y claro como te iba diciendo esta ciudad es muy bonita y puedes sin ningún problema ir acá y allá y hacer esto y lo otro y luego blah blah blah blah....

Nos interrumpió un tipo en facha de comando preguntando al taxista qué quería hasta que la señora lo llamó por su nombre y el joven se cuadró, dejandonos pasar a una de las zonas residenciales más exclusivas de la ciudad, aquí está mi tarjeta, mira que ha sido un gusto platicar contigo, mira que aquí vivo, mira que te la pases bien y mira que amable eres por haber compartido el taxi, etcétera.

Le dí mi tarjeta también. Sonreí. Cerré la puerta. Y dejé mis oídos descansar. El resto del trayecto me quedé pensando si era mi imaginación o esta mujer encajaba en el estereotipo de una nueva líder de algún cartel internacional.

Llegué al hotel. La recepcionista,

- ¿Quién hizo su reservación?

Le respondí el nombre de mi contacto local.

- Al parecer hay un problema señor, porque el precio no concuerda con lo que nosotros cobramos, blah blah blah blah blah blah...

Le expliqué que yo tenía un descuento porque pertenecía a la organización tal que usaba su hotel casi los 365 días del año para hacer los eventos blah blah blah blah blah

- Sí señor, pero blah blah blah...

Le sugerí comunicarnos con mi contacto local quien seguro podría aclararle el asunto. No es tanto que me urgiera aclararle nada, pero quería meterme en la puta cama a descansar un rato. Llamamos a mi contacto local.

Que si cómo estaba. Que si cómo había estado el viaje. Qué bueno porque luego son de lo peor. Que si estaba todo listo. Que si me estaban tratando bien en el hotel. Que si ya había salido a conocer. Que si no había tenido problemas en la aduana, que si ....blah blah blah blah....

Para cuando por fin pasé el filtro verbal de mi contacto, le expliqué la situación. Pasé el teléfono a la recepcionista y diez minutos después ya eran amigas del alma y creo que hasta habían hecho planes para ir al café. La recepcionista fue después toda sonrisa y alegría conmigo. Me dió informes de cómo pasarmela genial, de lo maravilloso que era el hotel, de los fantástico que me la pasaría en el bar del mismo y en la zona de casino y que blah blah blah blah blah blah blah.

Cuatro mujeres. Cuatro historias. Todas a detalle. La palabra verborrea vino a mi mente. Me dí cuenta que necesita un artículo femenino para funcionar. La verborrea. Nunca "el" verborrea. Menos lo neutro.

Me pregunto quién fue el sabio que así lo decidió.

martes, 2 de junio de 2009

Manifiesto

Es karma, hay que pagar lo que se hace.

Hace muchos siglos, a uno de esos pensadores griegos todavía muy recordados se le ocurrió la grandiosa idea de escribir algo llamado "La República". En el texto delineaba conceptos que sonaban geniales para regir unas islitas con unos miles de habitantes en el mediterráneo. Entre muchas cosas que nos decía el griego poner a un dirigente-líder por cada cierto número de personas para que finalmente los grupos tomaran decisiones con un sólo representante era de sus mejores enunciados. Algo ciertamente revolucionario para la época y, como en todo lo revolucionario, se implantaron muchos de sus esbozos sin pensar. Y también como todo lo que no da muchos problemas al inicio, se enraizó hasta llegar a nuestros días. Le llaman democracia.

La política moderna debió haber sido decapitada en la persona de Maquiavelo a quien se le ocurrió refinar las bases de la persuasión, paciencia, doctrina e ideología que todo aspirante a gobernar a los demás debería poseer. Entre el librito de Maqui - "El Principe" - y el librito del griego tenemos todo un periodo de altas y bajas caóticas que nos llevaron a la modernidad de los gobiernos del mundo.

Hoy yo tengo un manifesto.

Necesitamos dirección, que no gobernantes. Necesitamos mediciones, que no elecciones. Véamos.



Dirección, no gobernantes.

Es sabido que hay líderes y hay seguidores. Y que entre esos dos estilos hay muchas cosas exóticas y raras (fans enloquecidas, anarquistas desde el útero, pensadores sin inteligencia, etcétera) que le dan vuelta al mundo como cualquier nueva cepa de la influenza.

Quienes nos gobiernan actualmente no son las personas más aptas, inteligentes, capaces o interesadas en nuestro bienestar. Quienes pueden pagar una carrera política son aquellos que el sistema protege desde su infancia. Una clase privilegiada, o un individuo rastrero. Es un axioma que el inteligente con sentido del decoro y buen corazón vive crónicamente frustrado y alejado de la inmundicia política de la actualidad. Hay que tener tres cosas para gobernar: dinero, rapaces asesores y momentum. En ese orden.

Afortunadamente quedan unos dieciocho políticos decentes en el mundo, pero tardarán aproximadamente cuatro siglos en formar la estirpe mayoritaria capaz de gobernarnos honestamente (dos, si las técnicas de reproducción genética asistida avanzan a mejor ritmo). No creo que tú o que yo tengamos la paciencia para esperarlos, por mucho que queramos.

Si el modelo económico ha demostrado que una buena dirigencia lleva a buenos resultados, por qué no aplicarlo en una sociedad que lo que quiere es eso, buenos resultados. Ser feliz.

Y aquí viene un punto interesante, la errónea concepción que el concepto del neoliberalismo está agotado. Yo digo que simplemente está mutando. Es imposible mantener un ritmo constante de crecimiento en cualquier área, en cualquier empresa. Es estúpido querer siempre tener ganancias y apostar en la bolsa a que nuestras acciones siempre irán a la alza. Las predicciones has sido siempre hechas en la idea de crecer, vender más, producir más, generar más ingreso. Eso no puede ser. Probablemente la siguiente etapa del modelo sea llevar a cada negocio al punto de no retorno: serás rentable hasta aquí, y ya no crezcas más.

Pensemos un poco más en esto, ya que resulta interesante. Cada semana me reuno con La Liga y hablamos del trabajo con esa satisfacción que da el poder expresarse de tu oficina fuera de la misma y con gente que no tienes que ver todos los días. Todos laboramos en entornos generadores-de-proyecciones-siempre-a-la-pinche-alza.

¿Qué sucede entonces? Que la economía está en un buen ciclo y la empresa comienza a producir más y proyecta más basada en esos números y contrata más personal y hace mil planes y se quiere comer al mundo y se expande y comienza ya a pensar en su próxima sucursal lunar cuando de repente, después de dos minutos de intenso crecimiento orgásmico, ¡bum! viene una contracción de la economía, que es simplemente decir que la gráfica magna de las bolsas de valores no pudo tener una erección.

Todos pierden.

Los planes de expansión a la luna, los chorrocientos mil nuevos trabajadores, las deudas adquiridas a cinco mil años, y los equipos recién instalados para sostener la nunca-terminable producción equivalen a derrota total. La empresa, dios de la vida, no tendrá crecimiento. ¿Qué tan malo resulta no crecer? Nada malo, si estás consciente que así ocurrirá de vez en cuando.

El neoliberalismo, como la ideología que ve únicamente sobre la ganancia y no le importan las condiciones, va a desaparecer, pero no brincaremos al comunismo, socialismo, marxismo-leninismo, ni cosas así, porque también son falacias. Los seres humanos sí somos diferentes, y no podemos dejar de competir. Hasta los rusos y chinos se enorgullecen de sus medallas y héroes que destacan en el mundo. Es una contradicción, pues, que quieran que todo un pueblo siempre viva igual.

El capitalismo por su parte, era el extremo fácil, privilegiar todo el consumismo posible sin pensar en las consecuencias. El punto medio, como les decía, nos hace ganar a todos. Crecer sí, pero sólo hasta cierto punto.

Y la dirección al frente de todos nosotros deberá ser capaz de decirnos a todos cuánto crecimiento está bien. Y no hay nada de malo en tener ese control, porque si somos seres inteligentes y competitivos, también necesitamos organización.

Lo que ya no queremos es tener gobernantes. Queremos dirección.



Mediciones, no elecciones.

Que los procesos democráticos castigan y premian buenos y malos gobiernos es una mentira redonda. Los procesos democráticos como el de ir a votar hacen que las cosas fluctuen únicamente para mantener un status quo, un impasse donde nadie - de los de arriba, claro está - pierda mucho.

Con las herramientas informáticas de hoy, con el aprendizaje ya de siglos de democracias, y con las lecciones aprendidas en la dirección de megacorporaciones universales non-plus-ultra que han pasado de su cenit a su quiebra en tres horas, somos más que capaces de establecer normas para darnos cuenta cuando algo no está funcionando.

Y de paso, hacer algo al respecto.

Medir per se no tiene caso si no existe análisis, y el análisis no es seguro si no se tiene a los expertos, y los expertos no se hacen sin mucha experiencia, y la experiencia se obtiene a través de los errores. Señores: hemos tenido muchos errores. El mundo lleva muchas eras siendo un gran laboratorio. Monarquías vs repúblicas, guerras vs paces, cubismo vs puntillismo, haikus vs realismo mágico, mucho se ha contrastado. Podemos comenzar a medir.

He votado una vez en mi vida, y ese fue mi error. No votaré, porque entonces regresamos a lo mismo, esperar que un nuevo dirigente cambie las cosas mágicamente.

No es un voto inútil, es indiferencia. Y la indiferencia mata. Matemos pues el estúpido sistema.