domingo, 14 de junio de 2009

De exocraneos e invenciones

La cara exocraneal del hueso parietal no está diseñada para soportar el impacto de una fuerza que tumbaría sin problemas a un rinoceronte con problemas de obesidad. Ya que estamos en estas, ninguno de los músculos o huesos del cuerpo humano debería tener tal capacidad. Se supone que es el cerebro lo que nos ha hecho volvernos los mandamás del orbe por sobre los más fuertes, más rápidos y más tragones representantes del resto de las especies.

Alguien olvidó explicarle lo anterior al muchacho que saltaba animosamente sobre un cuadrilatero y que con su torso desnudo anunciaba su espléndida condición física a base de una rigurosidad atlética que por años lo había formado. Esa esplenditud hecha cuerpo de boxeador no le permitió tener muy claro los conocimientos básicos de cultura general a los que todo ser humano debería tener derecho, pero después de llegar al punto donde ganar medio millón de dólares por presentación en cada pelea se hizo costumbre, estoy seguro que sus mujeres se preocupaban poco por su incultura. Lo encuentro justo, ya que a mi no me importa que Britney, Megan o Jennifer sean algo retarded. Total, pasión es pasión y ni nos vamos a casar.

Por el otro lado, tenemos al amigo inventor, de quien todo indicaba tendría una prominente carrera en la industría aeroespacial, o nuclear, o en la nanotecnología. Demasiado cerebro para ser verdad. Parece ser, dice la leyenda, que también practicó el boxeo amateur y alguien se metió con su cosa esa parietal para dejarlo tumbado y en estado veo-la-luz-al-final-del-tunel. Cuando regresó, siguió siendo tan genial como siempre. ¿Cómo supieron que seguía siendo tan genial como siempre? Anunció a todos que se retiraba del boxeo. Y que ya no dejaría que le pegaran a su parietal. Como les decía, todo un genio.

Pero al parecer el vacío ese raro entre cada neurona se llenó de alguna mierda porque al poco tiempo nuestro Einstein local emergió de las sombras con uno de los inventos más nefastos que la humanidad pudiese concebir: el urinal de papel. En su tesis de trabajo defendía la necesidad de portar con tal aparato para los hombres que no pudiesen llegar a un baño a tiempo, o cuando únicamente encontrasen un baño de damas. La idea era fácil: sacas de tu bolsillo el urinal de papel(que por cierto ayudaba a la naturaleza por estar hecho de material 100% reciclado), lo despliegas y lo utilizas. El podía diseñar los despliegues en diferentes tamaños y modelos como el cubo, el barquito, la torre de castillo inversa, el cuello de jirafa - no pregunten - y el etcétera, siendo esto algún modelo imposible de bosquejar aún en 3-D.

Cuando la compañía que le pagaba su gordo cheque se dio cuenta del fiasco que representaba la ùltima innovación de su inventor estrella, lo llamaron a cuentas. Como nuestro amigo era algo desconectado de las formalidades sociales y las lecturas subyacentes de sentido común de una reunión jefe-supervisor-empleado, le tomó tiempo darse cuenta que lo estaban despidiendo.

Triste, porque no podría terminar ahora su último proyecto "la pluma matamoscas", se dedicó a la vagancia por el mundo (no era ciertamente pobre, al venir de un linaje exquisito de destacados y prominentes científicos y demás) y murió un buen día en una pelea de bar en Singapur. Nunca inventó nada para cuidar exocraneos y eso le costó al final.

Tal vez por ahí deberíamos empezar todos y ver qué es lo que necesitamos, no lo que queremos tener.

Y dejar de andar inventando. Un poco.

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