miércoles, 17 de junio de 2009

Empresa versus vida

Round 1: Empresa

La gorda agenda corporativa me mira con el mismo ángulo que un liliputiense lo haría con el desdichado de Gulliver desde un escritorio. Sabe que es la hora de nuestro duelo semanal. Es ese primer momento de la mañana donde todo está tranquilo, el instante mágico y calmado antes de la vorágine de voces, mensajes, comentarios, reuniones y problemas que se desatan como si hubiesen estado mil años bien contenidos en mi muy personal caja de pandora. El momento de solaz existe, sí, pero sólo para anunciar que la revuelta apenas comienza.

Me hago la ilusión de ser yo quien usa el bolígrafo estándar como herramienta cuando en realidad es mi agenda quien lo controla. Por mucho que yo desee dejar espacios y huecos entre esas líneas que dividen las horas del día, la maldita pluma dispara tinta para al final dejar siete días perfectamente llenos de actividades que en el mejor de los casos no son simultáneas, y en el peor, todas son para ayer.

Por muy gorda que es, la agenda no da muestras de cansancio. Con lentitud y seguridad a la vez, me hace ver que ahí están las páginas que enmarcan nuestros combates, esperando una a una para derrotarme. No es tan malo trabajar para tachar lo que se escribe en una agenda de actividades, me digo con cierto ánimo. Hay personas allá afuera sudando la gota gorda para llevar el pan a casa y yo realmente trabajo para llevar placeres a mi cuerpo y mente. Qué tipo.

El problema es el siguiente: mi trabajo se supone me otorga la líquidez monetaria para hacer lo que yo quiera con mis recursos, pero no me deja el tiempo que necesito para efectivamente ponerme a hacer esas otras cosas. Y no me puedo llamar esclavo por estar una tercera parte del día en una oficina agradable haciendo cosas que no ponen en peligro mi integridad física. ¿Entonces?

Necesito tiempo, y la agenda me lo roba.

Y tampoco puedo deshacerme de ella. Sería como pedirle a un navegante del siglo diecitantos que arrojase su sextante por la borda, para dejar de tener problemas con las mareas y olas.

La gorda agenda corporativa gana. Me quedo con ella. A trabajar.



Round 2: Vida

Tampoco es que no haga cosas fuera del trabajo, sino que no las programo con la misma importancia. Descubrir esto me tomó años, pero al fin llegué a la revelación: hay que tomar tan en serio las actividades fuera de la oficina como las que me dan de comer. Finalmente, las dos se sirven una a la otra.

Dado que me vería ridículo cargando dos agendas, y eso de apuntar todo en gadgets lo dejé morir cuando decidí que mi afición por la tecnología ya alcanzaba niveles enfermizos, decidí imprimir una agenda light, fácilmente incrustable en la gorda. Ahora, armado con dos hambrientos papeles para ser llenados los lunes por las mañanas, mi tiempo de solaz se ha reducido por un buen cincuenta por ciento, pero ha valido la pena. Funciona así.

Al llegar temprano en tu primer día laboral de la semana apuntas todo lo que tiene que ver con trabajo. Si eres organizado - lo cual quiere decir "traumado" en realidad - para este momento tu agenda corporativa ya tendrá varios pendientes registrados. No te aflijas, ahora es cuando mejor espiritu dispuesto tienes para ver la larga semana con cierta buena perspectiva. Una vez que termines de trabajar con la gorda - la agenda - te pasas a la otra, tu agenda personal, la de tu vida. En ella escribes lo que quieras hacer esa semana, no importa si lo haces todo o no, escríbelo. ¿Cinco películas esa semana? ¿Dos citas? ¿Un viaje relampago a una isla de ensueño? Lo que sea. El chiste es tomar lejanía para sobrevivir.

Cierto que hay un precio que pagar y ese es chocar con la realidad, por lo cual recomiendo ampliamente que admitas que debes conocerte primero. Si no eres ya un party guy, o tu esposa se sentiría algo molesta por eso de las citas, entonces escribe cosas más factibles. Tal vez ir a cenar a un bonito restaurante, bailar el fin de semana, reunirte con un par de amigos un día entre semana, rentar películas otro, etcétera.

Al final de la semana, cuando estés por cerrar la agenda corporativa, toma un minuto y contémplala. Verás todo el trabajo que hiciste y que ha tomado forma de dolor de espalda crónico. En ese preciso instante, desvía la mirada a tu agenda personal y recuerda los buenos momentos que también tuviste, cuando ni siquiera recordabas que tenías espalda.

Cierras tu agenda con la energía de un portazo y dejas abierto tu calendario personal. Sonries porque te das cuenta que, a pesar de todo, la vida gana.

Siempre y cuando uno quiera que así sea.

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