domingo, 30 de noviembre de 2008

Ceguera

Cuando José Saramago escribió su genial Ensayo sobre la Ceguera nunca pensó encontrarse una adaptación tan cruda en pantalla como la realizada por productoras independientes, estelarizada por una soberbia Julianne Moore y un convincente Gael García.

Un japonés radicado en Estados Unidos pierde la vista repentinamente, quedando ciego inexplicablemente y de una forma inusual: ve ruido blanco, lejos de la oscuridad que debería acompañarlo, ya que - a explicación de uno de los personajes - eso es la ceguera, la falta de luz.

Este personaje oriental resulta ser el portador original de la rara enfermedad que se vuelve contagiosa a un ritmo vertiginoso y que se va encadenando por cada una de sus victimas al revelar la infima capacidad humana de hacer el bien, de actuar con probidad. El primer infectado se vuelve inmediatamente victima de un ladrón que lo despoja de su auto, luego este es rechazado por su esposa quien lo deja a merced de la policía, luego una prostituta queda ciega después de su revolcón, y un doctor, que resulta ser el templo de las virtudes, también queda afectado, demostrando esto que la enfermedad no es un castigo divino a los pecadores del mundo, sino un experimento para resetear a la humanidad.

Ninguna inmoralidad queda fuera de la trama. El doctor baluarte de los valores comete adulterio, pasando invisiblemente la estafeta de portadora de los principios a su esposa quien, redentoramente, los perdona a ambos.

Y así todos se contagian, y aunque la primera reacción de un gobierno burocrático como el que más es aislarlos, la capacidad de los lugares donde pueden hacerlo es rebasada en poco tiempo. La esposa del doctor templo de la virtud resulta ilesa por alguna razón, y es ella quien logra salvar a un grupo de ciegos de matarse unos a otros. O al menos, eso lograba hasta la aparición de El Rey.

El Rey encarna la voracidad, rapacidad y otros malos dads que la humanidad puede alcanzar. Esos bajos niveles de moralidad y desalma que son el balance perfecto de la gloria y realización. Al establecer los poderes fácticos y la batalla frontal por el control de la comida en el centro de cuarentena de los ciegos, se abre la caja de pandora con todas los asesinatos, engaños y violaciones que trae siempre consigo.

Nuestra heroína, la mujer que puede ver y esposa también del doctor virtud, se alza con la victoria pírrica después de varias batallas morales perdidas, y con ella el grupo de su pabellón. Y un día, cuando su Roma arde, descubren que no son presos ya más. O al menos no presos confinados.

Ella abre la puerta de su reclusorio y exclama "¡Somos libres!"

Y la ironía del asunto despega aquí porque ni todos los soldados del mundo pudieron contener a los infectados al pasar a ser parte del grupo que combatían. Ni todos los científicos pudieron encontrar una solución a la rara enfermedad al ser visitados por ésta. Y sobre todo, porque ni todos los que salieron trompicando de la prisión fueron libres en realidad.

En esta segunda etapa de la película, exposición al mundo devastado, caótico y perverso (¿cuál fue el cambio?), todo el mundo es ciego. Las calles no operan como tales, los servicios están interrumpidos, y quienes gobiernan en la anarquía, se sabe que no gobiernan. La esposa del doctor virtud, la mujer que habla, logra lo que muchos añoran: regresar a casa. Y lleva a su grupo. Y no es que la gente haya olvidado sus hogares, sino que cegados olvidaron dónde estaban - en todos los sentidos - y así siempre es difícil regresar.

La armonía en forma de burbuja de un hogar en el cual los individuos conviven en paz y felicidad que de ninguna otra manera habrían alcanzado jamás llena de esperanza a los espectadores. Un hombre de color y de avanzada edad, con parche y canas, se enamora de una joven con toda la vida por delante, quien también muestra sentimientos recíprocos, levantando cejas de los incrédulos que dudan del amor dictado por el interior. Y es entonces cuando mágicamente,de la misma forma en que llegó, la enfermedad empieza a desvanecer. Y nuestros personajes se alegran, excepto un hombre viejo enamorado que ha explicado por qué estos momentos de ceguera han sido los mejores en su vida.

La película cierra con esa ambiguedad que mata, donde uno quiere ver a todos los personajes desarrollarse y retomar sus vidas. Que regresen a trabajar, competir, crear y amar, Pero entonces, para verlos hacer eso, no es necesario que Blindness dure otras dos horas. Bastará con abrir los ojos y ver a nuestro alrededor.

Los personajes no tienen nombre. Son el taxista, el consultor financiero, el doctor, la asistente personal, el farmacologo, el policía, etc.No necesitan los nombres. Ellos somos todos.

martes, 25 de noviembre de 2008

Un viaje, dos mujeres mexicanas y otra más

Ahí en la habitación no había mucho que hacer. La camarera se había retirado después de pedirme mil disculpas por importunarme con su presencia para limpiar el desmadre que solamente dos jóvenes en sus veinte años pueden hacer en un hotel de cinco estrellas. Le aseguré que no había ningún problema en que estuviera ahí con la aspiradora a todo volumen y caminando tambaleantemente intentando no morir por una caída producida por algún condón en el piso, cáscara de plátano, moneda o alguna otra pendejada.

Yo yacía en la cama, vestido todavía como ejecutivo de mediano rango que sabe debe ponerse firme en el momento que su jefe lo indique, o que el teléfono de la habitación suena, al cabo es lo mismo. Las camas de los hoteles siempre me han gustado porque de todo lo ajeno que un lugar me pueda resultar, es la cama - y las almohadas - lo que significativamente me recuerda que el extraño ahí soy yo.

Escribí lentamente en un cuaderno durante una hora lo que fue la base para un cuento corto que pensé en cargar aquí. Una vez eyaculadas la mayor parte de mis ideas vía una pluma negra barata, observé el televisor y me decidí a encenderlo. Realmente no veo televisión por convicción, pero a veces resulta interesante que te absorban el cerebro y quedar en estado de semi-inconsciencia, o mejor dicho, estupidez.

Empecé a repasar los canales con impaciencia, apurado para evitar que mi amigo de ambiente llegara y quedara embelesado con Fashion TV o E! o algo así. Divertido resultó que quien quedó atrapado en el primero de esos canales fui yo.

Y ahí la conocí. Se llama Regina Marco, es una modelo mexicana y practicante de yoga y otras artes de ese estilo. Me cautivó cómo explicó - y realizó - las poses más extravagantes en su rutina matutina de media hora de yoga. Verla doblar las articulaciones y extremidades en forma que sólo creía posible con plastilina resultó el catch con el que caí. Podría hacerla mi novia si no estuviera acostumbrada tanto a los yates, restaurantes franceses y viajes en jet cada fin de semana.

Un poco apenado conmigo mismo por mi superficialidad televisiva, busqué sintonizar algo diferente y lo encontré. Los quince minutos de noticias de Canal 11, con una sonrisa fresca y sin entonaciones tendenciosas en la persona de Melissa Vega. No me pregunten cuáles fueron las notas del día, porque esos ojos y cabello me distrajeron algo bastante.

Entre todas las razones que ostento y practico para no ver la tele ahora tengo que agregar mi fácil tendencia a los espasmos por mujeres guapas fuera de lo común. Fueron apenas cuarenta minutos de televisión y ya tenía el corazón dividido en dos. Dios me libre de pasar los días frente a ese aparato del demonio...

La tercera mujer que quiero mencionar no entra en mis gustos físicos, ni siquiera remotamente. Tampoco la conocí por la televisión y ni siquiera tiene nada que ver con la idea general de este post, pero me enseñó mucho del sexo. Y eso siempre se debe agradecer. Anabel Ochoa, sexóloga y locutora de radio, entre otras cosas, murió hace unos días y su voz españolizada así como su genuino interés y conocimiento del tema que más arma y destruye a los humanos la hicieron agrupar todo un culto a su alrededor. Incontables fueron las noches que pasé semi-escondido en mi habitación escuchando por las noches su programa en un radio viejo de pilas. Pasaron años para poner en práctica las cosas, pero sé que al menos no confié toda mi educación de este tipo a mis amigos, ni mucho menos a unos fríos libros.

A las tres, por bellas a su manera, les dedico este post.

lunes, 24 de noviembre de 2008

They make a desolation and call it peace.

I would like to thank Ms. Julia Caravias for sharing the following piece. You know who you are, darling. I now want to share this with you: my loyal reader, and memory. You also know who you are. Enjoy.

Farewell
Agha Shahid Ali

At a certain point I lost track of you.
They make a desolation and call it peace.
when you left even the stones were buried:
the defenceless would have no weapons.

When the ibex rubs itself against the rocks,
who collects its fallen fleece from the slopes?
O Weaver whose seams perfectly vanished,
who weighs the hairs on the jeweller's balance?
They make a desolation and call it peace.
Who is the guardian tonight of the Gates of Paradise?

My memory is again in the way of your history.
Army convoys all night like desert caravans:
In the smoking oil of dimmed headlights, time dissolved- all
winter- its crushed fennel.
We can't ask them: Are you done with the world?

In the lake the arms of temples and mosques are locked in each other's
reflections.

Have you soaked saffron to pour on them when they are found like this
centuries later in this country
I have stitched to your shadow?

In this country we step out with doors in our arms
Children run out with windows in their arms.
You drag it behind you in lit corridors.
if the switch is pulled you will be torn from everything.

At a certain point I lost track of you.
You needed me. You needed to perfect me.
In your absence you polished me into the Enemy.
Your history gets in the way of my memory.
I am everything you lost. You can't forgive me.
I am everything you lost. Your perfect Enemy.
Your memory gets in the way of my memory:

I am being rowed through Paradise in a river of Hell:
Exquisite ghost, it is night.

The paddle is a heart; it breaks the porcelain waves.
It is still night. The paddle is a lotus.
I am rowed- as it withers-toward the breeze which is soft as
if it had pity on me.

If only somehow you could have been mine, what wouldn't
have happened in the world?

I'm everything you lost. You won't forgive me.
My memory keeps getting in the way of your history.
There is nothing to forgive.You can't forgive me.
I hid my pain even from myself; I revealed my pain only to myself.

There is everything to forgive. You can't forgive me.

If only somehow you could have been mine,
what would not have been possible in the world?

jueves, 20 de noviembre de 2008

Del Freya al Sirius Star

Anoche corriendo por el largo y disfrutable boulevard de mi ciudad, ví con mucho respeto el mar. Llovía con fuerza y había viento, y yo corría como loco desesperado bajo la mirada de los automovilistas que aceleraban en su intento de evadir la lluvia, como si eso y mentirse uno mismo fuese posible.

Las olas impactaban violentamente a unos centenares de metros de la playa, en una especie de barrera natural conocida localmente como "el bajo", que no es otra cosa que una muralla de arena apenas unos centimetros debajo del mar y que frena la fuerza del mar abierto y profundo. Algunos barcos luchaban a los lejos en sus maniobras por no encallar y otros - ya anclados - bamboleaban como borrachos divertidos.

Distinguí algunos de ellos como simples barcazas y otros con un poco más de detalle, era ordinarios buques de alguna bandera de un país sin importancia, pero con grandes beneficios fiscales. Y recordé la noticia que vengo siguiendo desde hace unos días, lo ocurrido a uno de esos oil tankers que transportan el oro negro de un extremo del mundo al otro sin que nosotros los véamos nunca.

El mundo de los barcos que transportan petróleo, conocidos como oil tankers en inglés, despierta mucha pasión en la comunidad marítima internacional. Sus rutas, tripulaciones, historias, desgracias y diseños son puntualmente cubiertos por aseguradoras, grupos ecologistas, gobiernos, marineros retirados y/o frustrados y también por simples fanáticos. Considérame alguien que por azares de la vida ha tenido su ligera cuota de relación con ese mundito.

Todas las personas dentro de las categorías anteriores saben de lo que voy a hablar, pero la gente más común, o desligada de estas cosas, nunca piensa en los tankers. No tienen por qué hacerlo realmente. Vaya, tenemos cosas más importantes por las cuales traumarnos. Que el petróleo se mueva a un ritmo vertiginoso de un extremo a otro del mundo y que hace unos meses tuviera un valor encima de los cien dólares y hoy apenas pasa de la mitad de esa cantidad no es algo que nos interese a quienes tenemos que ver la telenovela por la noche, ir a cenar y hablar estupideces con los compañeros de trabajo, comprar boletos para el cine y en general, seguir llevando un cómodo estilo de vida urbano.

Y sin embargo, sí nos debería importar un poquito más.

Hace unos días, el 15 de Noviembre para ser precisos, se cumplió como profecía parte de la trama desarrollada en "La Alternativa del Diablo" (The Devil's Alternative), un libro de política ficción de Frederick Forsyth. Muy recomendable si gustas del género de espionaje, intriga internacional y esas cosas. En una de las varias tramas de la historia, aparentemente inconexas y magistralmente atadas al final, el grupo de rebeldes ucranianos decide secuestrar un superpetrolero en plena ruta inaugural desde el astillero hasta Rotterdam.

El líder, un genio de la planificación, comienza así un juego de ajedrez político internacional, al establecer demandas que bajo cualquier otra circunstancia les habrían causado un acceso grave de risa incontrolable a los dirigentes del mundo. Sus peticiones son la liberación de un grupo de compañeros rebeldes encarcelados en una oscura prisión de Alemania Oriental - esta es una novela anterior a la caída del muro -así como ciertas garantías de asilo en Israel y permiso para dar una conferencia de prensa donde van a dar una noticia que hará caer a la otrora gran Rusia.

La precisión en la descripción de todas y cada una de las características importantes del superpetrolero que los ucranianos secuestran es un rasgo común en el estilo de Forsyth, quien ante todo, es periodista e investigador también. Los personajes de la novela se enfrentan en un inicio por una idea tan ridícula como secuestrar un barco en pleno mar abierto. "Nadie ha intentado jamás algo así" dice uno. "Razón de más para que no estén preparados" sentencia el líder, Drake.

Ya en el mundo real, ese día del 15 de Noviembre que les comentaba, los periódicos de todo el orbe se hicieron eco desplegando información del Sirius Star, que a diferencia del Freya en la novela que les comentaba, no es el oil tanker más grande del mundo ni el más nuevo...pero casi. Las descripciones encontradas en línea lo ubican como del tamaño de cuatro putos portaviones, y esas cosas ya son enormes de por si. Dicen que transporta la cuarte parte de la producción de un día de Arabia Saudita. Una carga valuada en cien millones de dólares - al igual que en la novela - y una tripulación de poco más de 20 personas - también igual que en La Alternativa del Diablo.

Lo curioso es que a nadie se le haya ocurrido poner defensas a estas bombas flotantes. Los marinos a bordo deben ser eso, no expertos en jujutsu. Es obvio que al verse asaltados y rodeados de unas cuantas decenas de cabrones somalíes dispuestos a todo, deciden abandonar cualquier intento de resistencia. Tampoco es como que su compañía naviera y la dueña del petróleo no van a pagar el millonario rescate. Todos lo saben.

Quienes secuestraron el barco resultaron ser catalogados como piratas, un término que me suena anticuado y extraño y que me remonta a Johnny Depp borracho con ron, bigote y haciendo malabares. Todo eso me recuerda la palabra pirata, y suena tan fuera de lugar en este moderno mundo porque hoy en día los malos son simplemente fichados como:

1) terroristas
2) hijos de satán
3) radicales
4) extremistas
5) perredistas
6) etcétera

Tú escoge la definición que más te guste. La prensa por el momento optó neciamente en llamarlos piratas, aún con lo anticuado que suena esta denominación.

Dicen los reportes periodisticos que existen ya varios ataques de este tipo en esa zona desde hace poco más de un año, y que se debe a que ciertos vacíos legales permiten actividades ilicitas fuera de todo orden, porque en Somalia - si, el país ese que se hizo más famoso por "La caída del Halcón Negro" que por la hambruna que enfrenta - ha habido un cambio de regimen muy sangriento y básicamente no hay nadie - entiendase autoridad - que tenga el tiempo o las ganas de ir a ver qué andan haciendo los chicos traviesos en las costas del país.

Una lectura más paranoica reflejada en un prestigiado periódico británico dice que, aunque los piratas ganaron con este ecuménico secuestro de un barco de esas magnitudes, a la larga lo único que han logrado es unir a la comunidad internacional para enviar cascos azules a su país y ser atacados más fieramente que antes.

Yo creo que es casi técnicamente imposible secuestrar un barco en latitudes tan conocidas y transitadas, con toda la tecnología de seguimiento e imagenología de super alta resolución en tiempo real con la que se cuenta actualmente. Hay toda una flota americana, fragatas de la OTAN y otras patrullas privadas en la zona como para que unos lancheros somalíes puedan, de la nada, ser expertos terroristas que abordan, controlan y negocian sobre los bienes de un tesoro negro tan valuado que ningún gobierno importante se daría el lujo de perder. El Sirus Star es una carnada, a diferencia del Freya que fue la víctima. Y eso demuestra que la novela política de la realidad siempre será más apasionante que lo que gente como Forsyth pueda imaginar.

martes, 18 de noviembre de 2008

El día de mi punto de inflexión

El chaval de unos diez años llegó a la puerta principal del edificio. Se acercó al elevador que no sabía usar muy bien y después de un momento, un tipo sentado en un banco, y con cara de aburrido, abrió la puerta, la reja, y todos los tipos de protecciones que impedian la entrada/salida del cubiculo que va pa'rriba y pa'bajo.

Que aburrido ha de resultar ser elevadorista. Sentado, oprimiendo siempre los mismos botones, escuchando las mismas conversaciones, mirando la misma gente, llegando a los mismos mundos todo el tiempo.

El niño por fin dio con una amable secretaria, quien lo escuchó y lo hizo sentarse y esperar. Al poco rato, la treintona regresó con un par de libros, se los entregó y lo despidió, enviándolo de regreso al nivel del mar vía el miserable y único elevador del piso.

Días antes ese jovencito había contestado un par de preguntas sobre la historia de la independencia de México en un programa radiofónico y después de haber dado las respuestas correctas le habían indicado a dónde asistir a recoger su premio: más libros (¿para ganar más concursos?)

A pocos metros de regresar al elevador, un adulto con el mismo destino se acercó y probablemente queriendo lucir inteligente, amable, condescendiente (o sea, adulto profesional), tomó de las pequeñas manos uno de los libros que el mozalbete cargaba ya. El adulto profesional leyó el título y la contraportada a la misma velocidad y con el mismo respeto con los que probablemente leía las notas deportivas de cualquier periódico barato. Hecho eso, devolvió con magnificencia el libro y sentenció al niño con un: "ese libro te va a servir mucho".

El adulto era un locutor de radio saliendo de su turno, en sus tempranos cuarenta, voz favorecida, lentes de armazon negra gruesa, calvicie frontal, sin canas y formado su cuerpo como un barril.

Algo ocurrió, algo misterioso, increible y desconcertante. La lucidez llegó al niño a esa edad, revelándosele aquello que lo marcaria de por vida: ese adulto en cuestión era un idiota. Le tomó años, verdaderos largos años, entender lo que había percibido en ese instante de compartir el elevador con un adulto imbecil. ¿Por qué alardear sobre la influencia que un libro va a tener para un mozalbete si nunca lo has leído tú, mi estimado señor adulto con voz de inteligente y nada más?

Respetaba a los adultos por igual, de la misma manera que gustaba de los juguetes y las caricaturas sin distinción. El primer punto de inflexión en la curva del entendimiento humano - y en especial de las personas con derechos plenos - le llegó desde ese instante: no todos los adultos sin inteligentes, ni todos los inteligentes son adultos.

Décadas más tarde.

Ese día, en esa fiesta, regalaron libros. Entre las copas, la música, los cigarros, el baile, el ligue, el humo, las luces, las pláticas insustanciales, uno podía ir a ese rincón apartado, hojear los libros y tomar cuantos uno quisiera. Títulos de superación personal como "La aventura de ser esposa" y compilaciones banales como "Un regalo excepcional" eran la moneda común. "Juan Salvador Gaviota" estaba ahí también, y ese fue el clic, el detonador que me hizo recordar aquella mañana en el elevador con el señor gordito y estúpido que intentó lucir con sapiencia y terminó marcándose en mi memoria como el lamentable prototipo especímen que intento rodear en cada esquina de la vida.

Rescaté la gloriosa "Etica para Amador" de aquella orgía insípida de libros. "Juan Salvador Gaviota" se quedó ahí, como algo intrascendental. Nunca lo terminé de leer, y lo poco que lo exploré, no se quedó conmigo.

Lección, sugerencia, recomendación o lo que sea que era que pedías: no regales libros sin conocer a la persona. No regales libros sin haberlos tenido contigo. Nunca leas sin propósito. Piensa que lo que un libro te dejó a ti será muy diferente para alguien más, porque esas hojas palabras son como amantes, son como días.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Entre mi blockberry y la realidad

Una recientemente adquirida amiga me presumía el término acuñado por sus compañeros para llamar a su celular: el blockberry. El nombre ayuda mucho porque aunque no he visto nunca su celular ya tengo una imagen muy clara del mismo. Es como saberlo todo del mejor amigo de tu novia al que nunca ves porque vive en otro puto universo. No importa no haber estrechado su mano jamás para saludarlo en persona, ya que cuando te lo cruzas en una fiesta por primera vez, conoces desde su número de seguridad social hasta sus tendencias gay más secretas, gracias a tu querida novia parlanchina.

La vida da muchas vueltas porque a veces se queda sin rumbo y debe de retomar los puntos básicos, la esencia del por qué se hacen - o no - las cosas. Ayer, en el bar con un par de amigos, tropecé con diversas escenas en mi trayecto al sanitario. La pareja un par de mesas alejados de nosotros platicaba animadamente. El la miraba con deseo - se entiende que a los 55 y solo en un bar miras a todo lo que se mueva con deseo - y ella - en sus tempranos treinta - le platicaba que había conocido a Tommy Lee Jones en Texas. Y por la forma en cómo lo contó, me sonó a que también se lo folló, pero dudo que le haya dicho esa parte a su viejito conquistador.

Ya en el baño, desenfundé como debe ser sin prestar atención al metrosexual que no dejaba de arreglarse el cabello frente al espejo. Experimenté ese placer único reservado a los hombres, lavé mis manos, las sequé y salí. El chico de los pelos perfectos seguía en el retrete todavía pero ahora examinando sus cejas. Salió cuarenta segundos después de mi y lo ví acomodarse en otra mesa y sonreir coquetamente a su acompañante bigotudo.

De regreso en mi mesa.

Yo: Ya me compré el iPhone.

Amiga: ¿En serio? Vaya, no pudiste aguantar la tentación.

Novio de mi amiga: A ver, enseñámelo.

Parece ser que ver un Nokia viejo y gordito con tecnología pre-chip sobre la mesa va más allá de ser una grosería para el consumismo moderno y ahora entra en los terrenos irrisorios. Reímos los tres de buena gana y la siguiente media hora se convirtió en letanía sobre mis planes con mi armatoste y sobre por qué no compraba uno decente. Me ofrecieron hasta regalarme uno. Tanta lástima les dio ver mi blockberry.

Pero la realidad es que este teléfono hace todo lo que n-e-c-e-s-i-t-o. Envía mensajes, recibe y hace llamadas, timbra, se queda callado, vibra, anuncia falta de señal, indica bajo nivel de batería, y hasta tiene el consagrado juego de la viborita que le da agilidad a mis pulgares.

Ahora, entre lo que necesito y entre lo que deseo en un celular existe un mundo de diferencia. Sin embargo, en esta etapa de mi vida he llegado a la inverosímil conclusión que la gran cantidad - sino es que todas - las cosas que quiero en mi aparato son una mera estúpidez, un capricho alimentado por mi exposición a un grupo amante de la tecnología de punta y rápidamente desechable.

Véamos. ¿Necesito checar mi correo electrónico en todo momento? Sí. Pero tengo mi computadora en la oficina y tengo mi computadora en casa. Y si dejo de checar mi correo por unas horas, nadie, n-a-d-i-e, va a morir. Me tomó años - relaciones y regaños - llegar a esta conclusión. Ergo, no necesito checar mi correo electrónico desde mi celular.

¿Necesito tomar fotografías? Sí. Tengo una linda y fiel cámara fotográfica digital que hace su trabajo cuando tiene que hacerlo. Ergo, no necesito una cámara digital de altisima resolución - ni bajisima ni de ningún grado - integrada a mi celular. Tener a la mano un celular que capture momentos visuales sólo me hace degradar el momento mismo, portandome como zoquete y pidiendo a todos, "oh, esperen, por favor repítamos esto para tomar la foto" o "acomódense para una foto". O grabas, o disfrutas bien, pero no se puede todo.

¿Necesito que mi celular luzca hot? No. Yo necesito lucir hot, no el puto celular. Un celular buenisimo no me va a conseguir mujeres, al igual que uno feo no me las va a ahuyentar. Igual hasta risa les da, y ya sabe lo que dicen de la risa en las citas...

¿Necesito poder accesar a Internet en todo momento? Dicen que los primeros cinco años de vida son los más cruciales para asegurar la supervivencia en este mundo. Y esos primeros cinco yo los viví desconectado, aunque no lo crean. Ergo, ahora que soy más grande, más fuerte, más sabio, podré arreglarmelas sin entrar a Google desde mi conexión inalámbrica en todo momento.

¿Necesito escuchar música en todo momento? John Cage compusó 4′33″, la cual es una obra que exige al músico de cualquier instrumento a callarse por cuatro minutos y treinta tres segundos. Literalmente así lo indica la partitura. Ahora bien, mucha gente entiende esta composición como un rato de silencio, pero realmente la idea del autor era aprovechar los elementos del ambiente como música en sí, reafirmando la idea de que todo sonido es música en potencia. ¿De qué habla la gente en el autobus? ¿A qué suena un tráfico imposible al mediodía en la ciudad? Es probable que esos sonidos de idioteces que tanto nos molestan desaparezcan del conocimiento común de la generación atrás de nosotros - los adultos jóvenes - porque estos chicos ya no salen a la calle si no van conectados como agentes secretos con los audifonos del iPod, del celular, o de ambos. Ergo, no necesito música en mi celular. La escucharé cuando la pueda apreciar y/o tararear sin lucir como zombie abstraido.

¿Necesito entrada de tarjetas de almacenamiento? Si voy a almacenar todas mis pendejadas, ochocientos terabytes - que es lo menos que necesito - todavía no es una medida estándar en la industria de la tecnología, por lo tanto, desistiré de esto. Ergo, no necesito violar mi celular a cada rato metiendo y sacando cosas.

¿Necesito interfaces de rayos infrarrojos, bluetooth, etc.? Oh, sí. Estoy seguro que la próxima fiesta de Vogue en la que me encuentre a Paris Hilton, ella se acercará y me dirá "¿traes tu cel? es que te quiero pasar el último video que hice". Ya saben, la gente me asedia todo el tiempo para transferirme archivos realmente importantes.

Pasando de aquel hermoso Samsung plateado, el novedoso Nokia negro, el Siemens café y mi querido SonyEricsson que se volvió como una extremidad más, pasando de todos ellos, los elementos tecnológicos más avanzados y mamones que te puedas imaginar, he llegado a lo simple nuevamente. Necesito un pinche celular que reciba y envíe mensajes, haga llamadas y que me indique si tiene señal y batería. Mi celular me da todo eso. Es gordo, tosco, antitesis de lo que está en boga. No es lo que yo desearía precisamente, pero es lo que necesito.

Tal vez es hora de concentrar fuerzas en lo que se necesita y así de paso, tangencialmente aunque sea, sentir que uno medio ayuda a salvar el mundo.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Mi ex-novia del Congo (dos de dos)

Si hay algo certero que define a una persona, es aquello que no hace. Los límites inexplorados de la personalidad, el arrebato, la disposición de espiritú, la aventura, todo aquello que un individuo puede elevar a alturas insospechadas - o no hacerlo - es lo que confirma quiénes somos.

De la misma manera que un perímetro límita el área de cualquier forma, y que dentro de esta toda suerte de elementos son posibles, el no estrecha nuestra personalidad dentro de la cual todas las cosas en su rango - área - son posibles. ¿Besar a un hombre? ¿Votar por el Partido Verde? ¿Asaltar un banco? No, no y no. Dentro de esas cosas, mucho es factible.

Siempre son los "no" los que nos dan la pauta a nuestras acciones. El "no" como elemento definitorio de vida es tan imprescindible que a su vez lo negamos. Ironías que se mantienen, ideas que no despegan.

Un momento de clarividencia llegó a mi de la mano de un ex-marine y un ex-soldado del ejercito de tierra americano. Uno fumaba Lucky Strike, el otro Marlboro, y yo Camel's. ¿Nos define lo que fumamos? ¿Nos define lo que NO fumamos? Los Lucky Strike me saben a todo menos a algo conciso. Los Marlboro se me hacen demasiado comerciales y típicos. Conozco pocos que fumen Camel's Natural Flavor y eso me hace sentir especial, único. Pero la triste realidad es que no es así. Si fuera yo su único comprador, no podría adquirirlos en cada pinche esquina donde hay un Oxxo. En ese esfuerzo de aspirar a una identidad propia, nos uniformizamos inconscientemente.

Nos define también lo que no decimos. Incontables son las veces en que experimentamos esa sensación de levantarnos, dar una cachetada a quien lleva la conversación y exclamar un par de palabras altisonantes estratégicamente seleccionadas para herir el alma de quien se encuentra diciendo las estupideces. No lo hacemos generalmente porque la idea de NO funcionar en una sociedad que tiende a alimentarse de conversaciones inermes nos aterra.

Nos define lo que no escribimos.

Y nos define lo que no comentamos.

Tal vez la vejez y la sabiduría sean la marca que la vida impone a los que ya no necesitan definirse. Quienes pasaron esa carretera llena de momentos clave para girar en ciertas curvas, o respetar determinados tramos peligrosos, o para ir más lentos bajo la lluvia ya no necesitan definirse. Lo hicieron - dubitativamente - mucho tiempo atrás.

Mi ex-novia del Congo debe ser que nunca andaré con ella. Debe saber que ella me define.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Mi ex-novia del Congo (uno de dos)

Había soñado con ella. Durante mi estado onírico platícabamos y además bla azu alsd s0l añasi ays yalañ pxo amtu srwchfm klaiutf rggjau cmkar. Claro, a ella se lo escribí con un poco más de detalle en un correo electrónico. Al responder mi mensaje, su comentario fue simplemente:

"¿No te equivocaste de persona?"

Unos teclazos y le dije:

"No lo creo. Eres mi ex-novia del Congo, ¿no?"

Dos horas después, ella:

"Estuviste a punto de matar el romanticismo (y en este punto aunque no me llamó "idiotita" estoy seguro lo pensó). Afortunadamente sé que no te gustan las mujeres africanas."

Ya no contesté. Y así han pasado los eones y otros corazones. Mi respuesta sobre las mujeres del continente negro sigue pendiente porque el decir que no soy racista, como tampoco comunista o republicano o conservador o amante del peyote o potencial macho con cuatro esposas es algo que está por comprobarse. No he vivido toda mi vida, y por tanto quedan muchas fatalidades y desilusiones pendientes por absorber o imprimir en mi camino.

Yo digo que no soy nada de lo de arriba, pero no lo sabré a ciencia cierto hasta el día en que me vea expuesto a todo ello. Si Hitler pensaba que sería un pintor famoso y las cosas le salieron un poquitín diferentes, ¿quién soy yo para pensar que siempre seré igual de idealista, sexy y astuto? ¿Cuatro esposas? Tan sólo hoy en día prefiero ser sometido por un grupo de masoquistas aficionados a soportar los dialogos superfluos y banales de chicas veinteñeras sin sesos como los que parecen acecharme constantemente - mea culpa, siempre traigo las orejas puestas - , ¿qué haría yo con cuatro esposas?

Probablemente tenga que ver otra vez esa cosa de "El Secreto" y aplicar las técnicas metafísicas sugeridas para atraer solamente a una potencial esposa, a la correcta; o cuatro, si es necesario, pero no a al mismo tiempo, no por favor.

Mi querido amigo de Portugal me comentaba su experiencia de tres divorcios durante un desayuno estilo quítame-la-resaca, hace cosa de un par de años. Sonaba de lo más natural, con la convicción del hombre que ha sido feliz y ha sufrido descalabros comunales que - sin embargo - no se han reflejado en su placentero y tranquilo andar, pensar y opinar. Tres hijos, tres ex-esposas. Qué cabrón. Lo de miedo es que nos llevamos muy bien. Nos entendemos.

Por otro lado - lejos de esposas, divorcios, niños y otros ornamentos relativos al hombre de mediana edad comprometido con su aportación a la sociedad - la cuestión de definirse como un ente agrupador de conceptos claros no es la tarea más fácil del mundo. En Fight Club el narrador describe su lucha por encontrar el elemento casero, el mueble ideal, aquellos platos estilizados que logren definirlo como persona.

Definirse como alguien de izquierda o derecha, honesto o corrupto, simple o mamón, interesante o lento, es la tarea más cambiante del mundo. Tenemos a los políticos que tal vez no sean otra cosa sino los individuos metamórficos más expuestos del mundo. Hoy son de un color partidista y la próxima selección de candidatos cambian de camiseta si no resultan favorecidos donde sea que estén. Y luego tenemos a los artistas que conformen van "evolucionando" (de simple mota a carisima coca, exótica heroína y otras delicias del mercado de estuperfacientes asiático) resulta que cambian tanto su concepto original que al final ya no sabes si lo que tocan o pinta es art-noveau o pendejadas, si lo que escuchas es alternativo o desafinaciones.

lunes, 3 de noviembre de 2008

El día que la historia de Eleazar Bouffier me rescató

"Cuando caí en la cuenta de que todo esto había florecido de las manos y del alma de este único hombre solo, sin ningún avance técnico en su herramienta, comprendí que los hombres pueden llegar a ser tan eficaces como Dios en otros dominios además de el de la destrucción."

La ventana mostraba el paisaje de la sierra madre occidental mexicana en todo su esplendor. Esas ventanas de los autobuses que usualmente empleo para desplazarme hasta la capital son tan grandes, tan limpias y tan realistas que bien podrían emplearse como espacio para la proyección de una película en formato IMAX.

Sin embargo, cinco horas de viaje son muchas, y cualquier actividad que no sea trabajar o dormir que tenga que durar ese lapso de tiempo se torna aburrida, violenta, monótona o alguna combinación derivada de esas cualidades. Después de haber despertado de un estado aletargado que apenas me rescató por 120 minutos, contemplé durante otros treinta la vegetación virgen. Luego jugué ajedrez con mi celular y ya para terminar, dirigí mi atención a uno de los monitores con los que eramos sistemáticamente torturados nosotros los pecadores pasajeros. Daba igual cuáles hayan sido los errores cometidos antes de subirnos al mentado autobus, todos debíamos pagar la misma penitencia por igual viendo - y lo peor, escuchando - una selección de películas tan, pero tan malas, que hacían lucir a las producciones de Ed Wood como la última coca cola del desierto.

Suelen ser películas que ya ví, o que jamás querría ver, ni aún si una amenaza de ser enviado a Guantánamo pesara sobre mi. Todas, sin excepción, habían sido así hasta que ver L'homme qui plantait des arbres hizo que creciera un respeto natural en mi por el trabajo de un escritor francés y un director canadiense.

Me explico.

La historia plasmada en apenas unos cuantos párrafos es de una narrativa hermosa. Leerlo en inglés es tan absorbente como en español, y aún en mi muy limitado francés.

El cuento la encuentras aquí. La película que ví, basada en el mismo, y de hecho conteniendo básicamente toda la historia completa, la encuentras aquí.

Merci, Jean Giono.