martes, 2 de junio de 2009

Manifiesto

Es karma, hay que pagar lo que se hace.

Hace muchos siglos, a uno de esos pensadores griegos todavía muy recordados se le ocurrió la grandiosa idea de escribir algo llamado "La República". En el texto delineaba conceptos que sonaban geniales para regir unas islitas con unos miles de habitantes en el mediterráneo. Entre muchas cosas que nos decía el griego poner a un dirigente-líder por cada cierto número de personas para que finalmente los grupos tomaran decisiones con un sólo representante era de sus mejores enunciados. Algo ciertamente revolucionario para la época y, como en todo lo revolucionario, se implantaron muchos de sus esbozos sin pensar. Y también como todo lo que no da muchos problemas al inicio, se enraizó hasta llegar a nuestros días. Le llaman democracia.

La política moderna debió haber sido decapitada en la persona de Maquiavelo a quien se le ocurrió refinar las bases de la persuasión, paciencia, doctrina e ideología que todo aspirante a gobernar a los demás debería poseer. Entre el librito de Maqui - "El Principe" - y el librito del griego tenemos todo un periodo de altas y bajas caóticas que nos llevaron a la modernidad de los gobiernos del mundo.

Hoy yo tengo un manifesto.

Necesitamos dirección, que no gobernantes. Necesitamos mediciones, que no elecciones. Véamos.



Dirección, no gobernantes.

Es sabido que hay líderes y hay seguidores. Y que entre esos dos estilos hay muchas cosas exóticas y raras (fans enloquecidas, anarquistas desde el útero, pensadores sin inteligencia, etcétera) que le dan vuelta al mundo como cualquier nueva cepa de la influenza.

Quienes nos gobiernan actualmente no son las personas más aptas, inteligentes, capaces o interesadas en nuestro bienestar. Quienes pueden pagar una carrera política son aquellos que el sistema protege desde su infancia. Una clase privilegiada, o un individuo rastrero. Es un axioma que el inteligente con sentido del decoro y buen corazón vive crónicamente frustrado y alejado de la inmundicia política de la actualidad. Hay que tener tres cosas para gobernar: dinero, rapaces asesores y momentum. En ese orden.

Afortunadamente quedan unos dieciocho políticos decentes en el mundo, pero tardarán aproximadamente cuatro siglos en formar la estirpe mayoritaria capaz de gobernarnos honestamente (dos, si las técnicas de reproducción genética asistida avanzan a mejor ritmo). No creo que tú o que yo tengamos la paciencia para esperarlos, por mucho que queramos.

Si el modelo económico ha demostrado que una buena dirigencia lleva a buenos resultados, por qué no aplicarlo en una sociedad que lo que quiere es eso, buenos resultados. Ser feliz.

Y aquí viene un punto interesante, la errónea concepción que el concepto del neoliberalismo está agotado. Yo digo que simplemente está mutando. Es imposible mantener un ritmo constante de crecimiento en cualquier área, en cualquier empresa. Es estúpido querer siempre tener ganancias y apostar en la bolsa a que nuestras acciones siempre irán a la alza. Las predicciones has sido siempre hechas en la idea de crecer, vender más, producir más, generar más ingreso. Eso no puede ser. Probablemente la siguiente etapa del modelo sea llevar a cada negocio al punto de no retorno: serás rentable hasta aquí, y ya no crezcas más.

Pensemos un poco más en esto, ya que resulta interesante. Cada semana me reuno con La Liga y hablamos del trabajo con esa satisfacción que da el poder expresarse de tu oficina fuera de la misma y con gente que no tienes que ver todos los días. Todos laboramos en entornos generadores-de-proyecciones-siempre-a-la-pinche-alza.

¿Qué sucede entonces? Que la economía está en un buen ciclo y la empresa comienza a producir más y proyecta más basada en esos números y contrata más personal y hace mil planes y se quiere comer al mundo y se expande y comienza ya a pensar en su próxima sucursal lunar cuando de repente, después de dos minutos de intenso crecimiento orgásmico, ¡bum! viene una contracción de la economía, que es simplemente decir que la gráfica magna de las bolsas de valores no pudo tener una erección.

Todos pierden.

Los planes de expansión a la luna, los chorrocientos mil nuevos trabajadores, las deudas adquiridas a cinco mil años, y los equipos recién instalados para sostener la nunca-terminable producción equivalen a derrota total. La empresa, dios de la vida, no tendrá crecimiento. ¿Qué tan malo resulta no crecer? Nada malo, si estás consciente que así ocurrirá de vez en cuando.

El neoliberalismo, como la ideología que ve únicamente sobre la ganancia y no le importan las condiciones, va a desaparecer, pero no brincaremos al comunismo, socialismo, marxismo-leninismo, ni cosas así, porque también son falacias. Los seres humanos sí somos diferentes, y no podemos dejar de competir. Hasta los rusos y chinos se enorgullecen de sus medallas y héroes que destacan en el mundo. Es una contradicción, pues, que quieran que todo un pueblo siempre viva igual.

El capitalismo por su parte, era el extremo fácil, privilegiar todo el consumismo posible sin pensar en las consecuencias. El punto medio, como les decía, nos hace ganar a todos. Crecer sí, pero sólo hasta cierto punto.

Y la dirección al frente de todos nosotros deberá ser capaz de decirnos a todos cuánto crecimiento está bien. Y no hay nada de malo en tener ese control, porque si somos seres inteligentes y competitivos, también necesitamos organización.

Lo que ya no queremos es tener gobernantes. Queremos dirección.



Mediciones, no elecciones.

Que los procesos democráticos castigan y premian buenos y malos gobiernos es una mentira redonda. Los procesos democráticos como el de ir a votar hacen que las cosas fluctuen únicamente para mantener un status quo, un impasse donde nadie - de los de arriba, claro está - pierda mucho.

Con las herramientas informáticas de hoy, con el aprendizaje ya de siglos de democracias, y con las lecciones aprendidas en la dirección de megacorporaciones universales non-plus-ultra que han pasado de su cenit a su quiebra en tres horas, somos más que capaces de establecer normas para darnos cuenta cuando algo no está funcionando.

Y de paso, hacer algo al respecto.

Medir per se no tiene caso si no existe análisis, y el análisis no es seguro si no se tiene a los expertos, y los expertos no se hacen sin mucha experiencia, y la experiencia se obtiene a través de los errores. Señores: hemos tenido muchos errores. El mundo lleva muchas eras siendo un gran laboratorio. Monarquías vs repúblicas, guerras vs paces, cubismo vs puntillismo, haikus vs realismo mágico, mucho se ha contrastado. Podemos comenzar a medir.

He votado una vez en mi vida, y ese fue mi error. No votaré, porque entonces regresamos a lo mismo, esperar que un nuevo dirigente cambie las cosas mágicamente.

No es un voto inútil, es indiferencia. Y la indiferencia mata. Matemos pues el estúpido sistema.

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