martes, 30 de diciembre de 2008

Reddish (1ra Parte)

La reunión semi-anual de evaluación y planeación (en esta ocasión era meramente planeación) discurría de manera normal. Gráficas imponentes, discursos bien pensados, buenos deseos en memos y ambiente festivo por las enormes ganancias proyectadas hacían de ésta una más de las juntas que desde hace más de cincuenta años se mantienen en un edificio discreto de Naciones Unidas en Ginebra.

Era un convivio secreto. Diez personas. Mesa de roble del tamaño suficiente para servir de base a un edificio neoyorquino de al menos cuarenta niveles. En el extremo sur de la mesa se localizaba Peter Scraighert, distinguido experto mercadólogo representante de un consorcio de medios, con estudios de posgrado en estadística avanzada, psicología de masas y otros tantos diplomas y distinciones que probablemente marearían a cualquiera de sus interlocutores en la mesa. Tampoco es que les importara mucho. A la izquierda de "el querido Pete", teníamos a Mark Sofobenske, representante del consorcio de las compañías encargadas de la producción mundial de juguetes. Hasbro y Mattel solían tener cada cual su representante pero se comprobó después de veinte años que las variaciones en sus objetivos de inmensa riqueza global eran nulas, por lo cual sabiamente escogieron a un mediador común rotándolo cada cinco años. Era el tercer año de Mark.

El tercero en nuestra lista, junto al chico Hasbro/Mattel, era la única mujer en la sala. Representante permanente de los intereses de la industria de los videojuegos. Una japonesa que logró acallar las críticas de su nominación al poner un reporte en el escritorio del CEO de Nintendo que aún sigue haciendo leyenda en la industria del entretenimiento japonesa, demostrando cómo simplemente deteniendo el avance inconmensurado de las altas gráficas, realidades extremas, procesamiento indiscutible y tramas complejas, se podía ganar más dinero e involucrar cuatro veces más número de jugadores adictos a la nueva consola. Su reporte fue tan secreto que la historia oficial no la menciona como la mente detrás del concepto Wii. Katana Shu, se hace llamar. Y en agradecimiento a que logró llevar los videojuegos a un nuevo nivel, la compañía le ofreció cualquier puesto a su alcance. Y el que hoy ostenta, es lo más cercana que haya estado de la fantasía.

Walter Tarantono, representante de Coca-Cola, patrocinador original y principal del proyecto. Junto a él estaba Julio Polenski, un español con raíces judías, anti-prácticante de la ortodoxia y amante de la diplomacia, representante único de los intereses de la UNESCO - y por ende la ONU - en todas las decisiones. El encargado de la seguridad del personaje principal, Vladimir V. Alto mando militar con identidad secreta y con acceso a todos los niveles de protocolos de emergencia que una nación tan poderosa puede brindar a un personaje tan distinguido. Que su huesped hubiese elegido su país para establecerse, era una distinción a la que correspondía no menos de un apabullante - pero extremedamente discreto y casi imperceptible - ejercicio de seguridad personal. Moscú sabía lo que tenía.

La contraparte de Vladimir era otro muy condecorado oficial que en su chaqueta indicaba su importancia en la OTAN. Como únicos dos bloques que realmente importan militarmente hablando, bastaba con esas garantías de seguridad para saber que los grandes intereses de la mesa estaban protegidos. Jean Montjean sabía perfectamente que donde los rusos fallaran, él tendría que superar. Y si eso lo estresaba un poco, sus facciones serenas jamás lo denotaban.

Enrico Guizaro, enviado personal y plenipotenciario de la Santa Sede. De todos, era el más experimentado en estas reuniones. Amigo de todas las confianzas del orquestador original de ésta suerte colectiva, Enrico había aprendido las artes de la administración de la fé al mismo tiempo que de los dineros. Era un hombre respetado Enrico, y su toque de los temas constantemente llevaba un cierto peso extraño para que nadie olvidara que por él hablaba el representante religioso más importante de todo el mundo.

Un muy elegante personaje era el único que fumaba, y dada su posición clave como representante de los intereses de la OPEP, el mundo musulman, y todo lo no cristiano básicamente, se le permitía hacerlo sin reproches. Nadie es tan tonto como para hacer enojar de a gratis a la otra mitad importante de la humanidad en términos económicos. Abbas Hazam. Vladimir, que alguna vez había puesto en práctica sus habilidades especiales en Medio Oriente y que hablaba el arabe lo suficientemente bien como para no haber muerto en su personalidad encubierta, esbozaba una nula sonrisa con su nariz cada vez que el nombre del árabe venía a su mente. Abbas, descripción de un león. Hamzah, león. Decirse León león en una parte del mundo donde no hay leones era una lógica que lo divertía.

Y luego teníamos a Reddish. Su nombre clave. A los rusos les encantaba que su propuesta para designarlo así haya quedado al menos instituida en el submundo de seguridad y secrecía que los gobiernos habían reconocido ante tal ente. Reddish era alto, corpulencia de leñador en la tundra, pero apasible como aquel que saber es algo diferente y que su poder emana del misterio de sus habilidades. Y literalmente del respaldo de un Dios desconocido que todos los presentes en la inmaculada sala temían. Ellos, sus gobiernos y su gente.

Lo sobrenatural es algo que la gente cree que puede abordar. Se ve tan fácil en las películas convivir con seres ultraterrenales, o encontrar explicaciones a los sucesos más extraños. Los líderes del mundo saben que lo desconocido puede ser peligroso, por muchos motivos políticos y sociales . Pero es la pérdida del orden y el cambio de polaridad en el juego del poder lo que realmente más asusta.

Poco después de la Segunda Guerra mundial, vía un escape imposible desde Polonia, llegaron al Vaticano dieciocho personas asegurando haber visto un ángel. Reportes más o menos similares se dieron desde otros sitios tan dispersos de Europa que una comisión secreta fue integrada para esclarecer los hechos. La comisión turnó su interés al más excelso de los investigadores en su poder y así, tras cinco años de búsqueda, y porque al parecer el ángel no intentaba realmente esconderse, lo localizó en un alejado pueblo de las frías montañas de Kirguistán.

No fue sencillo obtener información de un ángel que no hablaba más que un poco de ruso. Y tal vez su historia no fuera interesante, o tal vez sí, pero la verdad es que nunca la contó. Aceptó ser estudiado y asesorado por la misma Comisión que lo encontró. Y años después, cuando los estudios médicos, físicos, y de todo tipo no mostraban nada espectacular, el ángel voló. Y voló alto.

Y quienes lo vieron apenas dieron crédito. Y alguien notó que era el día de Navidad. Y alguien pensó: "Este...hombre...es San Nicolás".

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