viernes, 19 de septiembre de 2008

El Pescador

Esa noche la luna no trazó su camino sobre el mar. Las envidiosas nubes se amotinaron y cubrieron el azul. Las olas, en rebeldía, mostraban su coraje escupiendo altura, fuerza y precisión.

Pedro contemplaba su lancha. Los peces no esperan y hoy él iba a faltar. La Audaz bailaba un compás que no por peligroso dejaba de ser entretenido. A ratos Pedro pensaba que era una invitación. Y tal vez lo era.

Así ocurría la noche del desencanto.

Encendió uno de esos cigarros fuertes que realmente sólo disfrutan los solitarios. Aspiró y caminó dejando atrás sudor y pasión.

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