domingo, 15 de febrero de 2009

Operación Valquiria

Dedicado a mis amigas VAZ y a las anti-VAZ.

Ser un chico plaza. Caminar como si el mundo afuera de los confines del centro comercial no existiera o no influyera es todo un arte. Arrastras practicamente los pies, pierdes tu mirada en cada objeto importado que se te cruza enfrente y hablas con acento fingido de hastío y costumbre. Hablas pendejadas con una seriedad que vende.

Compras algo en cualquier puesto de comida exótica. Te das cuenta que los nombres de las bebidas y comidas en los menús son en ocasiones tan raros que resulta más fácil entrenar a tu loro a que repita "ácido desoxirribonucleico" diez veces seguidas y después silbe cualquier sonata de Bach sin errores. Lograda la meta de tener algo en tus manos, sigues caminando sin rumbo fijo cuando recuerdas que estás en ese maldito lugar lleno de gente, gritos y filas por todos lados porque la idea era ver una película.

Está comprobado científicamente - o debería estarlo - que nueve de cada diez películas proyectadas en el cine están diseñadas para coeficientes intelectuales del nivel de Bush. La película que no entra en esa categoría no es porque sea de mayor calidad, es que a lo mejor no logró colarse en el estudio por falta de tiempo, o porque simplemente lucia tan mal que los investigadores prefirieron escribir un artículo de cualquier otra cosa.

Ver "Operación Valquiria" era la misión.

Comprar los boletos, el método.

Sobrevivir a la espera, cuestión de honor.

Dirigimos los pasos a un ritmo de campo minado: errantes, lentos, "retrocesibles"y "avancibles" sin ton ni son. Descubrí un nuevo tipo de velocidad que debería ser más estudiado: la Velocidad de Aparador de Zapatos (VAZ).

Esta nueva derivada - la velocidad no es más que una pinche derivada quiquirí podrían decir algunos de mis queridos amigos genios - está concienzudamente tomada en cuenta en el diseño de cualquier centro comercial de categoría. No hay mujer - no la hay - que no se vea afectada por la VAZ, y ello hace que el hombre por lo tanto se vuelva dependiente de ese nuevo modo de andar, de esa distancia sobre tiempo en versión consumista.

La VAZ es increible. Puedes ir hablando de las complejidades de tu relación con tu pareja, exponiendo tus planes profesionales, invitando a tu amiga/novia/amante/familiar/indefinido al gran negocio de su vida, o contando el chisme del año, y nada, absolutamente nada, impedirá que las zapatillas, sandalias y demás la activen de manera automática e inmediatamente.

Deberían incluir señalizaciones. Después de todo, si vas caminando sólo y a VCQLT (Velocidad de Cabrón que Llega Tarde) puedes morir al estampar tu humanidad con una chica o pareja VAZ. Un riesgo más no contemplado en los planes de prevención vial y protección civil. Caray.

Afortunadamente, existe un pequeño - ligero - componente de interés en la relación social con otros seres humanos que permite diluir un poco el tremendo efecto VAZ en un plan definido. Cuando la chica en cuestión nota que su acompañante está literalmente a punto de activar una granada e introducirla en su bolso Prada para volverla la primera mujer suicida no-iraquí de los últimos tiempos, ésta logra salvar su vida y apresura el paso, no para reponer el tiempo ya que eso es imposible, pero sí para lucir como alguien que sinceramente tiene mayores aspiraciones en la vida que babear en cada aparador de zapatos por los mismos modelos reciclados de año con año.

Es hermoso hacer fila por largo tiempo. Generas una sintonía de armonía con tus vecinos que te hace apreciar lo hermoso de la invención de los reproductores caseros y televisiones de alta definición con sonido envolvente. También te pone a pensar en lo triste que es tener las orejas en modo "on" todo el tiempo. Pero lo más encumbrante de la situación es cuando

- Bienvenido a (pon tu cine favorito)

- Hola. Quiero (equis) boletos para ver "Operación Valquiria" a las (la hora que te dé un colchón de tiempo para ligar más, hablar más, callar más, pendejear más, etc.)

- Lo siento señor (me encanta ser "señor" cuando tenemos casi la misma edad), ya no tengo boletos para esa función.

Sonries. Recuerda. La cajera no tiene la culpa. Le sonríes más a tu chica VAZ y dices (en tono desangelado como perro callejero)

- ¿Ya no tienes ni uno?

- Lo siento. Tengo boletos para la función de (y aquí sumas dos o tres horas después o cinco días hábiles o lo que te joda más la agenda)

- Okay. Muchas gracias. Bye.

- ¡Hasta luego!

Tomas a la VAZ de la mano. Sigues caminando. Le sonries y la escuchas decirte algo como

- Hubieras comprado los boletos para la siguiente, ¿pues no qué en serio querías ver la de "Operación Valquiria"?

Y tú, elegante y caballeroso como el que más, alcanzas a emitir un

- Ah, no importa. Mejor vamos a que sigas viendo zapatos.

Y sonries. Recuerda. Sonries.

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