martes, 3 de febrero de 2009

Gente difícil

Si mi escritorio tuviese la habilidad de expresarse, me provocaría dos cosas:

1) Que por fin lo limpiase y acomodase.

2) Un paro cardíaco. Digo, un pedazo de madera con metal, manchas y pegamento hablando es de temer. Lo menos.

Recibo más revistas de las que puedo y quiero leer. Finanzas, tecnología, novedades, espectáculos y cosas del hombre moderno (¿?). Las apilo bajo un riguroso sistema fractualmente caótico que no ganaría aprobación de bibliotecario alguno en el mundo, junto a libros que tengo en lectura, cedés, devedés, anotaciones y por el estilo.

Ese día, ví la masa insondable de porquerías que rodean el espacio de la laptop, los cables que conviven junto a las ediciones viejas de catalogos que lucían imprescindibles en la tienda de cómputo y que ahora parecen algo tan del pasado. Son tantas las desventajas de tener un desorden de magnitudes biblicas en mi escritorio que uno se pregunta por qué demonios no paso una tarde de un día cualquiera acomodando para poder - al fin - encontrar todo.

"¿Para qué?", me pregunto. Algún día Google inventará un mecanismo para encontrar la información que necesito en la vida real con mis cosas de la vida real también. No más recurrir a bits y bytes para solucionar todos mis problemas. Que Google invente su r-search engine para gente como yo, que necesita saber en cuál párrafo de cuál libro almacenado entre otros cincuenta leí esa cita que cambió mi modo de ver la vida. La r va por real. Regalo los derechos.

Pero dado que pasarán algunos lustros antes de que se resuelva mi pequeño inconveniente, disfruto jugando con el caos del conocimiento amontonado. Hemmingway junto a López Obrador. Maxim bajo IEEE Spectrum. Un periódico de Holanda al lado de uno árabe. Cierras los ojos, volteas las cara, estiras el brazo, cierras tu mano y coges lo primero que sientes (del escritorio, va).

Y así le llegó el turno a ese artículo que hoy me hace bloguear: Difficult people.

Este tipo, consultor y etcétera, comienza hablando de la familiaridad que todos tenemos con la gente difícil. Después de ese párrafo es bueno cerrar la revista - y los ojos también - para hacer desfilar en tu mentecita loca toda esa comparsa de compañeros del trabajo, amigos, ex-amigos, conocidos y demás que serian tu universo de gente difícil. ¿Ya los tienes ubicados? OK.

Lo que sigue es tratar de anticiparte a las contras y negativas de tus personitas nada fáciles. ¿Que siempre decide decirte las cosas importantes en líneas de correo electrónico? Cierra tu cuenta. Cámbiala. Dile que no checas tu correo. Necesitas que eso, eso que importa para ambos, te lo diga de frente. Let them bother others, not you.

Continúa una serie de ideas de por qué aún la gente difícil debe ser bien tomada en cuenta. No es que se quieran negar a todo o hacerte la vida imposible, es que así son. Es crear una novela de Televisa en la vida real. Y no los podrás cambiar. Pero aún la persona más compleja, difícil, etc., tiene ganas de reconocimiento, de hacer bien sus cosas y que lo guien de vez en cuando. Y ahí es cuando puedes entrar tú. No tomes nada personal. No eres tú. Es la personita.

Luego, como para redondear la idea, llego a Cinepolis y habiéndolo visto todo, me hacen ver lo que resta. Y aunque hubiese preferido hidratarme con salsa tabasco - idea cortesía de N.S. - me arrastraron a ver una comedia ("para variar" fue la consigna) de Jim Carrey. Y si solamente una película de él me ha gustado en toda mi existencia, y no era comedia, pues qué hacerle. Pensé en pasar las dos horas tratando de encontrar el mensaje, la idea, criticar la continuidad, ver la fotografía, escudriñar en los errores de dialogos/traducción, o simplemente disfrutar el momento. Opté por lo último.

No tardó mucho en engancharme. Pero asumo que al igual los otros millones de espectadores que la han visto o la verán se sentían igual de identificados. Los problemas del amor, del trabajo, de la personalidad y las crisis con amigos y la vida son moneda corriente en todos. No es que la película la hayan hecho para mi, mi acompañante, o los doscientos pelados que compartieron la sala con nosotros.

En posts anteriores escribí sobre cómo la indecisión nos define ("Mi ex-novia del Congo" parte 1 y parte 2), y por ello el no es lo que nos conceptualiza como individuos. Y este fin de semana Jim vino a decir que pues no, que no es así. Que es el el que nos debe definir.

Probablemente él tenga más razón. Siendo su personaje una personita difícil, le cambió la vida el simple hecho de cambiar de actitud. Y aunque parezca algo de película, no lo es tanto en realidad. Esto lo noté hace años tal como les sucede a todos los adolescentes adultos, jóvenes tardíos y adultos niños que no saben realmente en qué etapa están.

Decir sí a la gente difícil no es tan malo. Hay ventajas: se sorprenderán y por lo tanto bajarán la guardia. Al bajarla no deberás atacar sino convencer y entonces lo lograrás, lo que sea que era que querías lograr.

Y si al final te quedas con la chica de la película, qué mejor. Y si no, pues entonces quedarás definido. Y si te pasan ambas cosas, pues me avisas y aceptaré tu agradecimiento en el lugar y bebidas de siempre.

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