jueves, 30 de octubre de 2008

Amicus

Si hay un concepto que ha cambiado radicalmente en los últimos años, ese es el de la amistad. Piénsalo un momento. Habemos gente susceptible a tener muchas amistades, habemos gente normal con una cuota promedio de amigos, y habemos paranoicos con apenas las amistades necesarias para sobrevivir. Habemos de todo. Y lo mismo aplica a los diversos tipos de amistad.

De acuerdo a Wikipedia, la amistad es el tipo de relación interpersonal más común, y ni qué decir al respecto, dado que hasta los más cabrones de los más cabrones tienen amigos igual de cabrones que ellos. Si hay una moneda de cambio común a todo el mundo, es el hecho de saber que toda persona tiene - o tuvo - al menos un amigo. Qué tan prescindible es tener una amistad es lo que da fuerza a cada pareja que se enlaza de esta manera.

Pensemos un poco en una de esas notas de alta tecnología que Wired gusta de publicar. El autor explicaba hace unos días cómo había llegado al extremo de no poder dejar de tener amigos, no poder interrumpir la amistad. Con los métodos modernos que las redes sociales como Facebook y otras parecidas, ya resulta casi anti-natural no estar en contacto. No vale el anterior "tiene rato que no sé de ti". Ya no.

Lo que Facebook busca pueden ser dos cosas (aparte de una capitalización de ensueño que sacaría de pobres a unos diez países latinoamericanos): lograr un entretejido social tan robusto que ninguna persona pueda quedar potencialmente aislada de una red en la cual todos - sí, todos - nos conocemos. Una amiga me contó la teoría de su paranoico padre en la cual opina que Facebook es un arma más del gobierno americano para poder fácilmente relacionar a toda persona y lograr una rápida evaluación de la misma debido a sus contactos. Eres un potencial terrorista porque el novio de la prima de una amiga tuya que agregaste hace apenas dos meses y con la cual apenas conviviste un mes en un campamento de verano es un musulman que a su vez tiene a un tío abuelo en la carcel por haber vendido su auto viejo a un convicto criminal que rentó - sin saber - una casa a algún pariente de Bin Landen. Y tú ni enterado.

El poder de conectar de las redes sociales, mensajería instántanea y demás herramientas emanadas de la revolución web 2.0 también tiene ciertas ventajas. Ahora resulta que estoy a solo un grado de distancia de conocer a gente tan famosa como Juanes, el cantante colombiano, y por ende, a dos de conocer a Shakira.

Resulta que mi amiga colombiana conoce a este famoso interprete de hace años cuando él todavía no era famoso y asistió a su universidad a dar un concierto. Hace unos días en Ciudad de México fue invitada a su concierto por el manager y pasaron un buen rato conviviendo en el hotel con otras amistades. Ahora nos muestra la foto y pienso que si yo fuera un ferviente fan de Juanes podría aprovecharme de mi amistad con N. para acercarme a él. Pero en realidad soy más fan de Shakira así que esperaré a que ella la conozca para entonces si entrar sus conciertos ;-)

Lo anterior es apenas un ejemplo de como la teoría de los seis grados de separación entre cualquiera dos individuos en este planeta se está achicando. Ya no podemos optar por ser islas - no es que lo hayamos sido en algún momento - sino por firmar o no para ser miembros de Hi5 o cosas similares.

Cuando las cosas eran claras, en la medianía y terminación de la era industrial-espacial, antes de que la era de la información comenzará a ser omniprescente, la gente tenía muy definidas las etapas para cierto tipo de amistad. En la escuela, tus compañeros tenían que ser tus amigos. Unos pocos sobrevivían ese periodo turbulento y llegaban a mantenerse como amigos extramuros. En el vecindario, los niños con los que jugabas fútbol o cualquier otra cosa también pasaban a ser tus amigos. Todo mundo sabía que terminada esas etapas, las mismas amistades se deshecharían. Nadie discutía ni lloraba por dejar de tener amigos en ciertas esferas, era algo entendido que así estaban delineadas las cosas. Ahora no. Si conociste a alguien en algún evento cualquier e intercambiaste correos electrónicos, ya son amigos permanentes. Estarás en su Facebook o en su lista de contactos de mensajería o en cualquier cosa que te permite compartir algo de ti con otros en la red. No hay manera de dejar ir las viejas amistades.

Dado entonces que la amistad es moneda tan corriente, se ha devaluado. Y así hay ahora amigos, amigochos, amiguitos, amigorros, amiguetes, amiguzcos y amigovios. Total, ¿qué más da?

Es positivo poder tener un contacto que exceda la frontera de las etapas marcadas de la vida, porque incluso estas mismas ya no son tan gruesas como lo eran. Pero caray, ¿tener el contacto de una persona con la que no intercambias mensajes más que una vez cada, digamos, veinte meses, da derecho a llamarla amiga?

Comentaba uno de mis bloggers favoritos el genial concepto de desarrollar un contrato informal que todo mundo entendiera como una cláusula para revelar ideas de negocios a amigos. Diciéndo pues simplemente la palabra en inglés que acuñó, todos entenderían que lo que venía a continuación constituía algo de valor intelectual para quien lo escupía. Y que no deberían aprovecharse de esa idea a menos que así fuera explicitamente expuesto por su creador. Y que cualquier recepto de la idea que hubiese sido invitado a escucharla con fines de mera audiencia no podía siquiera divulgarla a su vez, so pena de echar la amistad por la borda.

La idea no es mala, pero no me gusta. Y me hice eco de las palabras de una chica que comentó: "en primera, si tengo que decirle a un amigo que lo que a continuación voy a decirle es una idea confidencial y que espero que no la divulge ni se aproveche de ella, entonces no es mi amigo". Caray, nunca mejor puesto.

Amigo puede ser un concepto tan profundo como fácil de echar a perder. Lo sabremos todos. Pero la verdadera delicia de contar con unos es saber que leerán una mala entrada como esta, y aún así me seguirán dando críticas positivas. Y por eso los considero grandes amigos.

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