miércoles, 1 de abril de 2009

Estaba escrito

Para Latika

La primera vez que recorrí la India fue con la saga de la familia Zogoybi. Llegó este libro de Salman Rushdie a mis manos antes que mi intelecto estuviese listo para entenderla. Tuve que leer la novela unas cuatro veces para por fin entender la idea general, que no todas las palabras. Rushdie tituló a este libro "El último suspiro del moro" y es uno de los relatos más traumantes, tristes, vívidos y majestuosos que de una familia empoderada se hayan hecho. El relato abarca los humildes orígenes en el negocio de las especias en la lejana India y como a través de extorsiones, genialidades, ideas, oportunidades, atracos, robos y golpes de suerte las cuentas bancarias se fueron haciendo estratosféricas.

Al llegar a la última página sentirás que has vivido unos seis meses en Bombai, visitado Calcuta y convivido con la poderosa clase alta y sofisticada que lo mismo tiene tentaculos en Bollywood que en los barrios más bajos, donde la vida es - literalmente - de película.

Y tal es la idea que se le ocurrió a los chicos que rodaron "Slumdog millionaire" ("Quisiera ser millonario" en español) al retratar la épica historia de Jamal Malik desde su infancia rodeada de pobreza y maltratos hasta el día actual, donde junto con su hermano, resume ambos lados de una pintura social donde el poder, codicia y venganza combaten como siempre al amor y lo que lo rodea.

Jamal me recuerda a varios compañeros de bachillerato muy listos, pero carentes de oportunidades para desarrollarse educativamente hablando. Es del tipo inteligente callejero, que si no fuese astuto no podría haber sobrevivido amenazas, persecusiones, y demás.

La película ganó el Oscar con todo derecho. Las escenas surrealistas de la India pobre, los dialogos llenos de ideas frescas, los personajes complejos como cualquier ser humano real - y no simplemente divididos en gente buena y mala - y claro, el soundtrack que no deja de extasiar durante todo el film son factores más que suficientes para hablar lo mejor de este trabajo.

Si gana o no los veinte millones de rupias es algo intrascendente al final de la jornada de Jamal. Lo sabe él y todo aquel que se pone en sus pantalones intentado llegar a Latika. La muy canija.

Y es que a veces simplemente no sabemos cuál es el verdadero premio.

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