sábado, 25 de julio de 2009

Entre otras líneas nos veremos

Una bicicleta se desplaza a unos buenos diez o quince kilómetros por hora a velocidad normal y como a la mitad de esa velocidad cuando lleva a dos personas. Cuando tienes ocho años, tu bicicleta es tu símbolo de estado social. La mía era azul, aerodinámica, bonita pero simple. No tenía los soportes en la rueda trasera para llevar a un invitado sostenido en sus pies y agarrando la espalda del conductor. La bicicleta de mi vecino sí, y por eso me trepé.

"Vamos a probarlos" me dijo un día. Sin mucho criterio, con mucha aburrición, y sin problemas con la vida, me subí y dimos una vuelta. Casi al final de la misma noté que mi pierna sangraba. Golpeé dos veces su espalda para que frenara y con curiosidad revisamos el por qué del sangrado misterioso de mi pierna. Para él era extraño porque yo iba arriba y nadie nos iba disparando munición hasta donde nos podíamos dar cuenta. Y para mi era algo fuera de lo normal porque siempre había asociado la sangre con dolor y en ese momento no sentía nada ni cercano.

Descubrimos que con el proceso de ir arriba y juntar las piernas sin cuidado la rueda actuaba como pelador de piel, y de ahí el sangrado. Nada que una gasa y algo de alcohol para desinfectar no pudieran curar. Pero lo que aprendí con esa herida me sigue hasta la fecha: aún las cosas más indoloras e insignificantes tienen trascendencia. La pequeña pero profunda marca de aquel día sigue en mi piel hasta el momento de escribir esto. Marca como testigo fiel que hace muchos años fui un niño inocente arriba de una bicicleta.

Ahora que escribo esta última entrada para mi blog recuerdo esa experiencia, porque justo este es el momento donde tu espalda recibe mis dos palmadas y te digo que aquí bajo, que necesitas detenerte. Que yo ya no sigo y no porque no quiera, sino porque algo más necesita mi atención.

Soy un chico con suerte, porque desde siempre he sabido lo que me apasiona. He escrito cuentos e historias y - según yo - capítulos de la última gran novela de acción, drama, realismo mágico, etcétera, desde siempre. Soñaba con ser editor del periódico escolar - que nunca tuvimos - y con escribir para revistas sobre temas que aún hoy no entiendo. Y sin embargo el mismo mal que un sinnúmero de personas curiosas experimentan me atacó sin piedad. Aquel mal de la distracción que negaba mi esencia y que me hizo estudiar música, ingeniería, organizar grupos de trabajo, colaborar en un voluntariado internacional, volverme maestro y luego administrador.

Pero yo soy, ante todo, escritor.

Y es que no pasa día u hora en que no escuche una frase que reverbera en mi cerebro y me haga pensar en lo grandiosa que suena para un diálogo imaginario. O estar en una situación donde bajo el cobijo de la espera trate de imaginar cómo describirlo todo: la habitación, la gente, el momento, lo que nos rodea, la circunstancia.

Pero si quiero escribir, lo quiero hacer en serio. Y si quiero hacerlo en serio, el camino no es un blog. Lo dije en algún momento a través de un personaje: la diferencia entre escribir un libro y colocar entradas en un blog es como pintar murales majestuosos y usar acuarelitas de kindergarden con hojas de papel.

Quiero entonces aprender a pintar murales y - quién sabe - tal vez algún día lograr uno hermoso de mi autoría.

Aprendí y me divertí mucho con mi blog. Aprendí que un mismo enunciado leído por cien personas es cien enunciados diferentes. Aprendí eso que un motivador profesional pregona a los cuatro vientos, que hay que explotar las habilidades que la naturaleza te ha dado para sentirte realizado al final de la jornada. No forzarte a ser lo que no eres. Aprendí también que un hombre no es sus palabras y que las palabras nos hacen perder batallas a veces.

Aprendí que quienes me han amado me siguen leyendo.

Me divertí mucho comentando varias de las entradas que dejo aquí. Durante un café, o en la reunión del fin de semana al amparo de las botellas de brandy y cerveza, los comentarios sobre tal o cual de mis notas llegaban con la retroalimentación debida. Me divertí escribiendo para mis amigos, para mis ex-novias, para mis compañeros de trabajo, pero sobretodo, me divertí escribiendo para mi. Ello porque quiero ser mi mejor lector.

No puedo regalar más entradas en el blog, así que por lo tanto regalaré algo de


Insight: 10 comentarios a entradas detrás de cámaras en Saltos Cuánticos.

1)
Corny
Mi primera entrada reflejaba mis sentimientos hacia aquella Eva extranjera que literalmente me cambió la existencia. Comenzar mi blog recordándola era una especie de tributo a nuestra relación la cual recién habíamos retomado luego de algunos años de distanciamiento.

2)
El Pescador
La inspiración para escribir esto me vino un día en la parada de autobus que queda a pocas pasos del acuario más moderno de Latinoamérica. Fumé un cigarro, me senté en el borde que divide el mar con la civilización y recordé a mi abuelo Pedro. La noche era fantástica, tan buena como para proponer matrimonio a alguien, y la luna jamás le hubiese permitido negarse.

3)
Mumedi
Es una remembranza de una linda mañana al lado de Bertha. Fue la última entrada que le dediqué. Curiosamente al cabo de varios meses ella lo recordó y me comentó que casi llora cuando lo lee.

4)
Historia del maquillaje
Fue la primera ocasión en que escribí para divertirme intentando divertir también. Elaboré la idea en poco menos de media hora. Recuerdo cómo las líneas brotaban como sangre de una herida, no podía pararlas. Pensé en hacer de esto un cuento más largo, pero al final me sentí satisfecho con el resultado. Además, creo fervientemente que ésta es la forma en cómo nació el maquillaje femenino. Increíblemente, ésta es la entrada con más lecturas en mi blog.

5)
Lo que el viento se llevó
Fue inspirada en una historia local real: la explosión de un contenedor en al área portuaria que contenía químicos supuestamente tóxicos. Las pláticas con el viejito estilo árabe y el pescador borracho son cien por ciento ciertas. No podía continuar con mi vida sin sentarme a escribir después de platicar con personajes así.

6)
Confía en mi
Es de las entradas que me hacen sentir más orgulloso. Tiene una cadencia que me agrada y el tema es universal. Si tuviese que escoger alguna de mis entradas para hablar por el blog completo, ésta sería una fuerte opción. La historia es real, de aquellos días en Vancouver.

7)
Razones en el desierto me ha dado siempre la impresión de ser la segunda parte de Fin de semana en el bosque. Me gusta mucho poner a los personajes en soledad, meditando y con poca perspectiva. Como ficción creo que me sienta bien.

8)
La orquesta de la vida es hablar más sobre el entorno laboral, las decisiones que ahí tomamos y sus ramificaciones. Soy yo, pensando en mis compañeros del trabajo.

9)
O con la otra y Over, finished, done son una misma historia vista desde los ángulos de ella y él. Parece que a mis lectores les gusta el drama porque fueron de las que más comentarios me generaron.

10)
Me han preguntando quién es la chica del vestido. Me han preguntado si estaba enamorado. Me han preguntado mil cosas a raíz de esta entrada. Sólo diré que la noche ocurrió y la chica existió y que sí, es una historia real en un Otoño tornasol.

Bonus comment)
Cuernavaca y logaritmos, Pacto con el diablo y Fronteras son mis tres entradas más queridas. Todas son historias reales. Las tres tienen gente maravillosa por protagonistas.


Ahora sube a la bicicleta y continua que mi pantorrilla sangrienta no me mató.

Me hizo crecer.

lunes, 20 de julio de 2009

Ego trip

The fact is - she once wrote - nothing's new under the sun.

Now, when you stand still among the crowds in a busy airport and you see the girl staring at you, you know you are about to have the time of your life. It's that or you are about to make one unforgettable mistake. Whatever the situation, you will always remember - and say to yourself - there was no way out. As inevitable as tidal waves chasing you in your wildest dreams, throbbing experiences will leave you asking for more.

I can not say I knew everything that would happen between us the minute I met her. All I can say is that I knew - God knows I knew - she was so meant to be mine.

I felt the vibe.

She looked at me like someone who had far better things to worry about and decided to quietly hold my hand and follow me through the exhibit. She always had this particular way to reach my soul when holding hands, you know, like when a girl makes you feel the manliest of all dudes on Earth. As years passed by I learned how dangerous it can be to let honey-bunnies have this power, but I was young back then and honestly didn't care at all.

We took some lame pictures and agreed on heading back to the hotel. On the subway, we were talking about the things lovers talk: non-sense kind of I-love-you-baby chit-chat stuff. I don't know why I ended up talking about my wish to be in the middle of Red Square, right in front of the Kremlin, drinking vodka and dying under the unbearable cold weather as an all-time, most-wanted, impossible-to-miss, hidden desire to visit Russia. Her reaction, as unpredictable as all her being, was something I thought I had already gotten used to, but she caught me unguarded. Again.

Would you like to go with me? - I enthusiastically asked, maybe adding one of those "baby" or "darling" words at the end of the question. Her face turned into an expression that reminded me of someone who is forced to do something really - and I mean, really - boring for the nth time. I loved her eyes, but this time they did not have the tenderness and sweetness I had become so fond of.

Been there, done that - she said.

So what? Let's go together this time - innocent me insisted.

Nah, she said. And there it was. This one nah is the most annoying negative answer I have ever gotten. I hated it back then, and to be honest, I still do. Just have your girlfriend use a cat's-meow-like "nah" and you'll see what I am talking about.

Time passed by and we did not go to Moscow, and for this matter, anywhere else. We evolved into the broken-hearted couple type, one of those with great memories, unfulfilled wishes, and bittersweet distance. At least that was something I knew how to handle with her four-word formula ("been there, done..." well, you get it).

We shared the fake feeling of truly believing we were special, that our bond was. Who would like to admit that such intense, passionate, crazy and perfect love is a mere requisite that must be achieved when in your twenties? Our self-alienation from this world was purely based on the perception of pain and experience. Both can kill.

That she will love me forever is the fact.

domingo, 19 de julio de 2009

Conspiración

Cuando estás tan jodido, tan confundido, tan desacostumbrado a realmente pensar, la salida más sencilla es acusar. La salida más sencilla es crear una conspiración.

Más o menos así lo dice Umberto Eco en su grandiosa "El Péndulo de Foucault", uno de esos libros largos e impenetrables para quienes pecamos de ser débiles de voluntad. Umberto lo dice de una forma literaria que le toma más de setecientas páginas y una trama muy rica. Umberto lo dice como un sabio. Yo, que no soy ni un Umberto ni un sabio, lo parafraseo tal cual puedo.

La conspiración es una forma de encontrar a quien culpar cuando lo hemos echado a perder todo. La conspiración te quita vida tratando de descifrar galimatías estériles. La conspiración última es aquella que nos hace justificarla a si misma a pesar de su vacuidad.

Con todo, la conspiración nos encanta.

Tiene cierto encanto pensar que hace cientos de años un grupo de cabrones se confabularon para: a) conquistar el mundo; b) conquistar el mundo; y c) conquistar el mundo. Claro, la idea no era conquistar el mundo en ese momento, sino dejar pasar miles y miles y miles de días para que en algún punto perfectamente definido en el futuro el plan se pudiese consumar. Como fechas en el futuro se puede pensar en el inicio del año dos mil, el nacimiento del decimoséptimo heredero de la línea sucesoria o la alineación de la luna con toda la constelación del zodiaco por ejemplo. No importa qué tan ridículo y banal luzca la elección de la mágica fecha. Ten por seguro que a ellos, - los confabuladores, los conspiradores, los illuminati, o cavernícolas, o cristianos perseguidos, o judíos errantes, o lo que sea - no les parecía así.

Pueden existir conspiraciones de larga duración, pero no son la regla. Está impregnado en nuestra naturaleza ser débiles y quebrarnos al final, o a la mitad, o al principio si ya estamos en esas. Lo mejor es cuando nos quebramos cuando todavía ni se declara oficial la tal conspiración. Mantener un secreto personal por mucho tiempo ya es difícil, ahora uno dividido entre los miembros del clan, si no imposible, es muy difícil.

Se supone que en este momento - siempre es este momento - nos encontramos en el pináculo de la civilización. Somos el resultado de la acumulación de conocimiento y técnica de todos los pobres diablos que vivieron antes y aún con todo ello no podemos guardar secretos por - digamos - muchos años. Las intenciones se hacen también más evidentes y por lo mismo conspirar deja de ser divertido, cuando todos saben qué es lo que quieres.

Aplicando tal razonamiento podemos pensar en las dificultades reales que un grupo de "sabios" de la antiguedad encararon para elaborar planes tan complejos que hoy en día dejarían pasmados a nuestras mentes más pensantes.

Pocos secretos les salen bien a los gobiernos. Decir que el espectáculo de la ida a la luna fue algo montado en un estudio televisivo, lejos de la ofensa a los ingenieros de la NASA, es un hálago mayúsculo para todo el aparato estadounidense de inteligencia y manipulación de masas. Y halagarlos así es peligroso, por no decir estúpido, tomando en cuenta que es la misma maquinaria que ha orquestado desastres descomunales a lo largo y ancho de todo el planeta.

Decir que la influenza es un experimento diseñado para introducir agentes patógenos es, aparte de una mentada de madre a las personas que sí se han enfermado, dar crédito a los laboratorios que no tienen recursos para trabajar en las cosas que se requieren, pero sí para andar inventando nuevas mutaciones de virus que acaben con la humanidad. Nomás porque sí.

Decir que hay códigos secretos en la Biblia, el Corán, la Torah, el Capital, las pinturas de DaVinci, los ojos de la Virgen, y hasta en las tiras cómicas de Charly Brown, es conceder que nos van a resolver la vida desde el pasado. Que ellos sí sabían cosas importantes y nosotros no. Que tan lo sabían y por alguna extraña razón necesitaban mantenerlo en secreto para que un listo entre nosotros se lograse apoderar de aquello oculto.

Pensar en conspiraciones en cada esquina es un buen ejercicio para mantener la mente ágil. Finalmente dudar absolutamente de ellas nos deja en el otro extremo de la ingenuidad que nos atonta, pero darles crédito porque suenan lógicas es como aceptar que no podemos idear nuestro presente más que a base de recetas secretas cocinadas siglos atrás.

La lectura de Umberto Eco y el libro mencionado resulta imprescindible para los amantes de la paranoia. Algunos nos curamos de unos cuantos síntomas y sonreímos al final. Después de todo, el final es tan hermoso, como el mismo narrador de la novela dice.

jueves, 16 de julio de 2009

Partido Científico Mexicano

Los verdes tienen uno. Los políticos claro que tienen también. Los soñadores, los idealistas, los arcanos oscurantistas. Casi todo el mundo tiene uno en el cual desahogar sus esperanzas.

La pregunta de la vida entonces tal vez sea por qué demonios los científicos no tienen un pinche partido político que abogue por ellos y sus causas. En ello radica el problema de esa comunidad que llora, se lamenta y grita por la falta de atención y el abandono en que los gobiernos los tienen uno y otro y otro sexenio. El problema de la comunidad científica radica en su poca capacidad y/o nulo interés de hacer política.

El puesto de Director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) es el embone medular perfecto entre política y ciencia nacional. Es una posición de magnitud clave que puede lo mismo hablar al oído al presidente que convencer a la Academia Mexicana de Ciencias en diversos aspectos. Si alguien se requiere en ese cargo es a un experto navegante de ambos mares.

Los científicos nacionales deben entrar a la política. Los recursos nunca serán suficiente, sus proyectos jamás serán del todo aprobados y sus ideas ni siquiera discutidas si no se organizan para la toma de las instituciones que controlan sus gastos y autorizaciones.

Un partido científico mexicano, regido en su mismo tuétano por líneamientos apegados a la ciencia, donde la subjetividad sea mal vista, sería un grato respiro dentro de la actual maraña de lodazal representativo que tenemos.

Para cuidar que el PCM no degenere en un fiasco al estilo verde - o en general de cualquier otro color - este partido debe ser fundado cuidadosa y rapidamente. Con cuidado para que no se contamine en su esencia e idea. Con rapidez para evitar indeseables infiltraciones que minen los recursos.

Cierto es que entonces algunos científicos dejarían de hacer ciencia por estar en la política, pero es un precio loable a pagar: la cabeza de algunos dignos representantes del gremio por el avance de los demás investigadores, centros de desarrollo y líneas de trabajo. Nadie se queja de perder buenos abogados, alguno que otro ingeniero y miles de cabezas huecas que engrosan los demás partidos, no veo por qué tendríamos que llorar la partida de algunos científicos para - por una vez en la vida - hacer una buena causa común en la política nacional.

Entre las principales directivas que un partido de tal envergadura debería enarbolar podemos mencionar su interés en lograr la tan añorada sinergía investigación-desarrollo-industria que no ha prosperado nunca en México. Desde la década de los setenta cuando se puse tan de moda hablar del crecimiento del país lidereado por Pemex, y de cuya muestra se fundó el Instituto Mexicano del Petróleo para volvernos no sólo extractores sino productores de más y mejores materias primas, poco se ha avanzado en el campo de lograr que los científicos propongan cosas interesantes a la industria y que ésta retribuya a la comunidad financiando más proyectos.

Al PCM se puede invitar a todos los estudiantes de nivel superior quienes serían de entrada los más beneficiados. No hay universidad, centro de estudios o instituto que no requiera de mayores apoyos a sus líneas de investigación naturales. Muchos argumentarán que el dinero será despilfarrado en proyectos cuya relación costo-beneficio es tan mala que mejor sería botar el dinero a la basura. Faltaría decirle a ellos que sí, que el dinero muy probablemente sea derrochado y mal gastado en ciertos puntos, pero será siempre - siempre - preferible invertirlo groseramente en ciencia y desarrollo que en luchas ficticias contra el narco o lacónicas campañas electorales que a nadie, a nadie benefician.

Un partido científico no tiene por qué estar peleado con creencias religiosas, porque si algo avanza es la ciencia y con ello la perspectiva del entendimiento humano. Un partido así debe respetar credos por igual y promover su libre trascendencia, siempre y cuando no ataque ningún derecho fundamental. Un partido científico tendría corte liberal, pero debe evitar caer en la curiosa trampa del extremo, donde pertenecer a un bando te hace automáticamente enemigo del otro. Donde ser liberal es que vas a participar en cada mitín protestando por todo, y donde la única efigie a adorar es del Ché Guevara para arriba.

Se puede y debe equilibrar, y como todo científico sabe, es en la igualdad donde radica la máxima aspiración del trabajo de un científico y su obra. La ecuación de la tolerancia, el respeto, el avance y el sentido común bien repartido no debe faltar entre las aspiraciones que una organización de este tipo tiene que abarcar.

martes, 14 de julio de 2009

Calentamiento y flojera

Mayo fue un mes tan caluroso en la ciudad que no queda más que preguntarse por qué ahora es así, y antes no lo era. O no lo era tanto, al menos.

Volteo a mi alrededor y las estadísticas, números, proyecciones, gráficas y explicaciones de los departamentos mundiales encargados de analizar y - si fuese posible por favor - resolver el problema del calentamiento global se vuelven nulas.

La tele está apagada, pero no del todo. El clima de mi habitación está encendido, aunque no estoy ahí. La impresora, el cable modem, el escáner, todos encendidos. Refrigerador, horno de microondas, reproductor de dvd, luz interior y exterior, etc. Nada se desconecta. No es cómodo hacerlo.

Llegó el punto hace muchos, muchos, muchos años, en que nos rendimos como seres humanos a ser activos. Decidimos que eso de vivir siendo nómadas, no resultaba nice. Primero te inventas una forma de no morir de hambre. Listo, se nos ocurrió la agricultura. Luego nos dimos cuenta que plantar cosas implicaba mucho esfuerzo físico. Así que inventamos máquinas que nos ayudaran. Pero entonces resultó que como ya todo mundo podía quedarse en algún lugar, la gente no se cruzaría en el camino de manera accidental. ¿Y cómo entonces ibamos a ver a aquellos amigos, parientes y demás que dejamos en otros lados? Bueno, hora de inventar medios de transporte.

Los caballos resultaron algo decepcionantes porque, aunque usted no lo crea, estos animalitos también se cansaban, y ni siquiera las caricias con látigo los animaban a seguir. Aparecieron genios que una tarde de aburrición dijeron algo así como "vamos a inventar la puta máquina de vapor". Y así lo hicieron.

Y de ahí la historia se dispara aceleradamente como vector indicativo de la deuda externa nacional. Se requirió combustible para alimentar a las nuevas máquinas que nos facilitaban la vida. Y para conseguir ese combustible, se requerían nuevas tecnologías que pudieran explotar sin conmiseración alguna todo lo que quedase a su paso, llámase manto acuifero, selva tropical, tundra o aire.

Bien. Hasta aquí todo bajo control. La humanidad ahora estaba feliz porque tenía tiempo libre, ya no era necesario nacer para vivir trabajando y con eso lograr tener comida. Ahora se trabajaba de lunes a viernes, una tercera parte del día, y lo demás era diversión. Había que inventar cosas que nos dieran más placeres. Llegaron las televisiones y los radios para entretenernos, los aviones y los autos para llevarnos a donde hubiese más diversión, los teléfonos y computadoras para compartir toda nuestra felicidad.

Todo sin cansarnos, lo cual parece ser el sentido de la vida moderna. No importa que dos mil millones de televisores estén quemando miles de árboles cuando ni siquiera están completamente encendidos, sino en stand-by. No, no importa, porque al llegar del trabajo, tomaré el control remoto y con oprimir un botón, se encenderá, ahorrándome el terrible esfuerzo de buscar el cable de alimentación y conectarlo a la red eléctrica. Que Dios nos libre de hacer esfuerzos.

Por eso los días son más calurosos hoy en día. Vamos a un ritmo vertiginosos hacia la comodidad última que lo único que se nos ocurre para combatir el calor es usar más equipos de aire acondicionado que requieren joder más recursos naturales que finalmente van a repercutir en la variación de la temperatura del mundo. Ya veo entonces que la flojera calienta.

Y nos va a acabar.

viernes, 10 de julio de 2009

Inherentemente guapo

El ritual de belleza masculino por la mañana es tan corto como simple. O así se supone que debe ser, pero durante su desarrollo nadie tuvo la cortesía de informar las típicas prácticas de masculinidad a Abraham quien está consciente de encontrarse a medio grado de ser metrosexual y partiendo de ahí, a un cuarto de cambiar de bando. Punto setenta y cinco de distancia más visto lejano que difícil de recorrer.

Las cremas, tratamientos, masajes, instrumentos y cuidados con los que se mima cada semana lo delatarían sin demora ante un tribunal homofóbico. Su hipotética defensa diría que es parte del estigma que todo hombre exitoso y juvenil de hoy en día debe soportar para hacer frente a las exigencias de una sociedad consumista de belleza artificial. De poco le serviría el argumento, pero al menos tendría algo que decir.

Pero Abraham es hombre como el que más. Cierto, no de esos que van a cazar tigres y leones, o que pueden detener el tráfico con una mirada, o que causa el suspiro de todas las mujeres a su alrededor. Pero es hombre. Y si no, cómo se explicaría que es alguien que combate ideas, ideas radicales. Combatirlas no es una tarea para débiles, como muchos saben. De hecho, ni es una tarea cabal. Las ideas se combaten con otras ideas, de la misma manera que sacas a una mujer de tu cabeza con otra mujer en tu otro extremo.

Hay cosas que deben ser separadas, destruidas, borradas para perdurar, para permanecer en el futuro y que tengan sentido. La historia de Abraham con la chica del suspiro es de esas cosas.Y si soportar los problemas que con ella ha tenido no lo hace un hombre, entonces no habrá nada que lo redima como tal.

En tales cosas pensaba con los ojos cerrados cuando el olor de la estrecha y delicada espalda sobre la cual restregaba su nariz le recordó su actual situación. La olisqueó lentamente y ahí estaba de nuevo la sensación. Ella expelía un olor a foráneo, a ajeno. Hora de levantarse y huir.

Ya estaba a punto de terminar con los zapatos cuando sintió la vibra. Volteó la cara sobre la cama y le sonrió. Si nunca la iba amar, al menos podía ser amable y mostrarse simpático con una puta sonrisa después de haberla poseído la noche anterior como si el mundo se fuera a terminar ya. Ella lo miró seriamente.

¿Ya te vas? - le preguntó al estilo son-las-seis-de-la-mañana con esa voz que de ella era lo único que realmente a él sí le gustaba bien.

Le respondió con una vaga excusa hablando del trabajo, tiempos y distancia, reportes y fechas límite, jefes y empleados, y luego una mediana retórica de por qué su presencia en el mundo corporativo de su empresa era innegablemente impostergable con las consecuencias cercanas al cataclismo de la economía mundial si osaba no irse en ese momento.

Como a la mitad de toda esa perorata ello lo comenzó a ignorar y volteó la cabeza cubriéndose con una costosa almohada de plumas de ala de unicornio. El la dejó ser. Total, era mejor una mujer sin sentimientos que sólo lo quería en la cama a la otra opción, una chica celosa y posesiva que le exigiera amor incondicional bajo cualquier circunstancia inimaginable posible. Como la del suspiro.

Abrió la puerta del baño y rió por dentro. Era hora de su ritual.

miércoles, 8 de julio de 2009

Zyanya

Divagaba como esas personas que tienen muchos asuntos pendientes, y que los arreglan sin hacer nada en realidad, con parsimonía y cruce de dedos. Las cosas se arreglan mejor solas, y si no, pregunten a nuestros gobernantes.

En esas estaba cuando la señora sentada junto a mi gritó el nombre. La conversación transcurrió en segundos, y una transcripción sería más o menos así:

- ¡Zyanza! ¡Zyanya! Ven para acá - señora guapa, en sus treinta tardíos y llamando a su traviesa hija para algún asunto irrelevante.

Yo, con la misma cara que un creyente sorprendido tendría al escuchar al obispo gritar "hijo de tu puta madre" o algo así, volteé y sonreí a la mamá de Zyanya.

- Zyanya...es un nombre nahuatl, ¿no? ...significa "Siempre"... -dije yo, lentamente, reactivando en mi cerebro los espacios dedicados a la información de aquel viejo libro.

La señora me miró y sonrío como quien ha tenido que explicar lo mismo unas diez mil veces a la misma cantidad de ignorantes.

- Zapoteca. Sí, es de la novela de Gary Jennings, de ahí se lo pusimos.

Le dije que era un bonito nombre, y que la niña lograba tener el aspecto que el libro proyectaba de la Zyanya original.

Me quedé con la duda del nombre e hice la búsqueda adecuada. No es que no haya tenido mejores cosas que hacer en mi vida, pero desde la primera vez que leí Azteca a los 16 años hasta la séptima u octavo ocasión, jamás había reparado que el nombre fuese zapoteca y no nahuatl, la lengua de los mexicas (aztecas).

Al parecer no hay un consenso en los debates de los foros especializados. Entre que si es egipcio, nahuatl, tolteca, maya, ruso, marciano o zapoteco, todos están de acuerdo que el significado del mentado nombre es "Siempre".

Luego pensé sí realmente la señora había leído todo por lo que había pasado la chica en cuestión en la novela. Para empezar, pierde la virginidad durante un terremoto en el interior de una montaña al lado del cabrón protagonista de la novela que luego la hace su esposa por mero accidente. Tienen un hijo, luego ella muere arrastrada por un enemigo de su esposo durante una inundación, etcétera, etcétera.

Yo apenas acabo de conocer a la Zyanya de carne y hueso que tendrá unos siete u ocho años, y creo saber lo que le espera. Tampoco es que hay que ser prospectivista para dilucidar el futuro de cualquier niño de hoy en día.

Pero vaya que me emocioné al conocer por primera vez en la vida a un personaje de novela que me hizo soñar.

Siempre.