Una bicicleta se desplaza a unos buenos diez o quince kilómetros por hora a velocidad normal y como a la mitad de esa velocidad cuando lleva a dos personas. Cuando tienes ocho años, tu bicicleta es tu símbolo de estado social. La mía era azul, aerodinámica, bonita pero simple. No tenía los soportes en la rueda trasera para llevar a un invitado sostenido en sus pies y agarrando la espalda del conductor. La bicicleta de mi vecino sí, y por eso me trepé.
"Vamos a probarlos" me dijo un día. Sin mucho criterio, con mucha aburrición, y sin problemas con la vida, me subí y dimos una vuelta. Casi al final de la misma noté que mi pierna sangraba. Golpeé dos veces su espalda para que frenara y con curiosidad revisamos el por qué del sangrado misterioso de mi pierna. Para él era extraño porque yo iba arriba y nadie nos iba disparando munición hasta donde nos podíamos dar cuenta. Y para mi era algo fuera de lo normal porque siempre había asociado la sangre con dolor y en ese momento no sentía nada ni cercano.
Descubrimos que con el proceso de ir arriba y juntar las piernas sin cuidado la rueda actuaba como pelador de piel, y de ahí el sangrado. Nada que una gasa y algo de alcohol para desinfectar no pudieran curar. Pero lo que aprendí con esa herida me sigue hasta la fecha: aún las cosas más indoloras e insignificantes tienen trascendencia. La pequeña pero profunda marca de aquel día sigue en mi piel hasta el momento de escribir esto. Marca como testigo fiel que hace muchos años fui un niño inocente arriba de una bicicleta.
Ahora que escribo esta última entrada para mi blog recuerdo esa experiencia, porque justo este es el momento donde tu espalda recibe mis dos palmadas y te digo que aquí bajo, que necesitas detenerte. Que yo ya no sigo y no porque no quiera, sino porque algo más necesita mi atención.
Soy un chico con suerte, porque desde siempre he sabido lo que me apasiona. He escrito cuentos e historias y - según yo - capítulos de la última gran novela de acción, drama, realismo mágico, etcétera, desde siempre. Soñaba con ser editor del periódico escolar - que nunca tuvimos - y con escribir para revistas sobre temas que aún hoy no entiendo. Y sin embargo el mismo mal que un sinnúmero de personas curiosas experimentan me atacó sin piedad. Aquel mal de la distracción que negaba mi esencia y que me hizo estudiar música, ingeniería, organizar grupos de trabajo, colaborar en un voluntariado internacional, volverme maestro y luego administrador.
Pero yo soy, ante todo, escritor.
Y es que no pasa día u hora en que no escuche una frase que reverbera en mi cerebro y me haga pensar en lo grandiosa que suena para un diálogo imaginario. O estar en una situación donde bajo el cobijo de la espera trate de imaginar cómo describirlo todo: la habitación, la gente, el momento, lo que nos rodea, la circunstancia.
Pero si quiero escribir, lo quiero hacer en serio. Y si quiero hacerlo en serio, el camino no es un blog. Lo dije en algún momento a través de un personaje: la diferencia entre escribir un libro y colocar entradas en un blog es como pintar murales majestuosos y usar acuarelitas de kindergarden con hojas de papel.
Quiero entonces aprender a pintar murales y - quién sabe - tal vez algún día lograr uno hermoso de mi autoría.
Aprendí y me divertí mucho con mi blog. Aprendí que un mismo enunciado leído por cien personas es cien enunciados diferentes. Aprendí eso que un motivador profesional pregona a los cuatro vientos, que hay que explotar las habilidades que la naturaleza te ha dado para sentirte realizado al final de la jornada. No forzarte a ser lo que no eres. Aprendí también que un hombre no es sus palabras y que las palabras nos hacen perder batallas a veces.
Aprendí que quienes me han amado me siguen leyendo.
Me divertí mucho comentando varias de las entradas que dejo aquí. Durante un café, o en la reunión del fin de semana al amparo de las botellas de brandy y cerveza, los comentarios sobre tal o cual de mis notas llegaban con la retroalimentación debida. Me divertí escribiendo para mis amigos, para mis ex-novias, para mis compañeros de trabajo, pero sobretodo, me divertí escribiendo para mi. Ello porque quiero ser mi mejor lector.
No puedo regalar más entradas en el blog, así que por lo tanto regalaré algo de
Insight: 10 comentarios a entradas detrás de cámaras en Saltos Cuánticos.
1)
Corny
Mi primera entrada reflejaba mis sentimientos hacia aquella Eva extranjera que literalmente me cambió la existencia. Comenzar mi blog recordándola era una especie de tributo a nuestra relación la cual recién habíamos retomado luego de algunos años de distanciamiento.
2)
El Pescador
La inspiración para escribir esto me vino un día en la parada de autobus que queda a pocas pasos del acuario más moderno de Latinoamérica. Fumé un cigarro, me senté en el borde que divide el mar con la civilización y recordé a mi abuelo Pedro. La noche era fantástica, tan buena como para proponer matrimonio a alguien, y la luna jamás le hubiese permitido negarse.
3)
Mumedi
Es una remembranza de una linda mañana al lado de Bertha. Fue la última entrada que le dediqué. Curiosamente al cabo de varios meses ella lo recordó y me comentó que casi llora cuando lo lee.
4)
Historia del maquillaje
Fue la primera ocasión en que escribí para divertirme intentando divertir también. Elaboré la idea en poco menos de media hora. Recuerdo cómo las líneas brotaban como sangre de una herida, no podía pararlas. Pensé en hacer de esto un cuento más largo, pero al final me sentí satisfecho con el resultado. Además, creo fervientemente que ésta es la forma en cómo nació el maquillaje femenino. Increíblemente, ésta es la entrada con más lecturas en mi blog.
5)
Lo que el viento se llevó
Fue inspirada en una historia local real: la explosión de un contenedor en al área portuaria que contenía químicos supuestamente tóxicos. Las pláticas con el viejito estilo árabe y el pescador borracho son cien por ciento ciertas. No podía continuar con mi vida sin sentarme a escribir después de platicar con personajes así.
6)
Confía en mi
Es de las entradas que me hacen sentir más orgulloso. Tiene una cadencia que me agrada y el tema es universal. Si tuviese que escoger alguna de mis entradas para hablar por el blog completo, ésta sería una fuerte opción. La historia es real, de aquellos días en Vancouver.
7)
Razones en el desierto me ha dado siempre la impresión de ser la segunda parte de Fin de semana en el bosque. Me gusta mucho poner a los personajes en soledad, meditando y con poca perspectiva. Como ficción creo que me sienta bien.
8)
La orquesta de la vida es hablar más sobre el entorno laboral, las decisiones que ahí tomamos y sus ramificaciones. Soy yo, pensando en mis compañeros del trabajo.
9)
O con la otra y Over, finished, done son una misma historia vista desde los ángulos de ella y él. Parece que a mis lectores les gusta el drama porque fueron de las que más comentarios me generaron.
10)
Me han preguntando quién es la chica del vestido. Me han preguntado si estaba enamorado. Me han preguntado mil cosas a raíz de esta entrada. Sólo diré que la noche ocurrió y la chica existió y que sí, es una historia real en un Otoño tornasol.
Bonus comment)
Cuernavaca y logaritmos, Pacto con el diablo y Fronteras son mis tres entradas más queridas. Todas son historias reales. Las tres tienen gente maravillosa por protagonistas.
Ahora sube a la bicicleta y continua que mi pantorrilla sangrienta no me mató.
Me hizo crecer.
The One about Bingeworthy Shows
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In our 43rd episode, we recommend shows you just gotta binge this holiday
season during our end times. (Recorded November 2020) Enjoy it now or
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Hace 3 años